lunes, 10 de abril de 2017

Los Tesoros de Braulio

El viejo Braulio caminaba por el centro de su pequeña ciudad, el sol era inclemente y la sed arreciaba. Detuvo su andar en una de las paradas de buses más importantes, miró aquí y allá hasta ubicar un candidato que luciera  dispuesto a aceptar su gran oferta.

Entonces distinguió a un hombre joven que vestía traje y un pequeño morral, dispuso seguidamente a acercarse.

-Señor, le vendo este anillo por 20 millones de bolívares.

El hombre volteó a verlo un poco distraído y como aquella oferta le pareció extraña se aventuró a preguntar:

-¿Disculpe?

-Le vendo este anillo por 20 millones de bolívares. 
Repitió Braulio.


El joven tuvo el impulso de reírse, pero como era respetuoso se contuvo.

-¿20 millones de bolívares? 
Volvió a preguntar para cerciorarse.


-Es lo que vale
Respondió Braulio.


-No, gracias.

Resolvió por responder el joven, sin entender porque sentía que de haber tenido tan alta cantidad de dinero, con gusto se lo hubiese dado a ese viejito impertinente a cambio de la baratija de anillo que llevaba. 

Continuó entonces Braulio su camino:

-Señora, vendo este anillo por 20 millones de bolívares.
-Señor, vendo este anillo por 20 millones de bolívares.

Le fue diciendo primero a los que lucían más acomodados y luego a quien se cruzará con él. Al principio todas las personas tenían la impresión de haber escuchado mal, luego fugazmente reían y al momento siguiente sentían pena por el hombre mayor. Algunos dejaron en sus manos pequeñas propinas como eligió pensar Braulio.

Desde ese caluroso día, el viejo Braulio se dedicó a pasearse por toda la ciudad ofreciendo su anillo de oro por 20 millones de bolívares. Al poco tiempo muchos de los ciudadanos se habían cruzado con él o habían escuchado acerca de él. La prensa entonces se personó en su hogar para entrevistarlo.

-¿Es usted Braulio?

-Si, señor, el mismo que viste y calza.

-Nos han comentado que esta vendiendo un anillo.

-Si señor, aquí mismo lo tengo. 

Le respondió Braulio mientras rebuscaba en el bolsillo de su guayabera blanca.

-Si esta interesado, cuesta 20 millones de bolívares. 
Le anunció el viejo.


-¿En verdad vale tanto ese anillo?, ¿De qué esta hecho?

-Es lo que vale. Esta hecho de oro de 18 kilates.

-¿Y cuantos gramos pesa?

-Cinco gramos señor.

-Hemos investigado y un anillo con esa características alcanza apenas 800 mil bolívares ¿Por qué pide tanto por él?

-Porque es lo que vale, 20 millones de bolívares.

El periodista intrigado continuó durante casi una hora ametrallando con preguntas a Braulio para tratar de descifrar por qué aquel viejo insistía en ofrecer un precio tan absurdo por el anillo. 

-Es lo que cuesta. 
Respondió siempre un Braulio incansable, imperturbable y confiado.


El reportero no tuvo más opción que publicar la historia en el periódico local con la información que logró recolectar.

"Braulio es un hombre mayor y viudo que dedicó toda su vida a la barbería, actualmente se encuentra retirado y sobrevive con los ahorros de su pensión. Hace aproximadamente dos meses se dedica a recorrer la ciudad de lunes a sábado ofreciendo un anillo de oro por 20 millones de bolívares.

Braulio afirma que es el precio justo que corresponde a su anillo y se elude a contestar cuál es el origen de ese gran valor. 

Este periodista debe confesar que de poseer la cantidad, con gusto le pagaría al ex barbero con tal de tener la libertad de investigar y resolver este misterio"

Terminaba entonces el reportero la nota con sazón, como a él mismo le gustaba afirmar.

"¿Qué misteriosa razón le otorga al anillo de Braulio ese valor? ¿Podemos estar ante la presencia de un verdadero tesoro, escondido detrás de una joya ordinaria? ¿Qué otros tesoros poseerá Braulio? ¿Existe alguien en esta ciudad con la suficiente cantidad de dinero para permitirse tal lujo?"

La pregunta final del artículo fue decisiva para despertar una competencia entre los millonarios. Cada quien veía la ocasión como una oportunidad de demostrar hegemonía. Fueron entonces apareciendo posibles compradores en la casa de Braulio.

-Le ofrezco cinco millones de bolívares.

-Oh no, gracias, pero el anillo cuesta 20 millones.

-Le doy 13 millones de bolívares y un auto nuevo 0 kilómetros. El que usted desee de todo mi concesionario. 
Dijo otro.

-No gracias, el precio es 20 millones de bolívares.

-Yo le ofrezco 18 millones de bolívares. Más de eso no podrá obtener por ese anillo.

-Si no desea comprarlo no hay problema, pero el costo es 20 millones de bolívares.
Contestó Braulio con tranquilidad a pesar de la arrogancia de aquel hombre rico.

En ese momento se presentó Don Emilio en la casa de Braulio. Este poseía ganado, mataderos, carnicerías, restaurantes y una empresa de curtiembres. Todos quedaron en silencio cuando apareció.

-Braulio.

-¿Si, señor?

-Te daré los 20 millones de bolívares que pides por ese anillo, es mi oferta final. 
Le dijo Don Emilio.

-La acepto con gusto.

Respondió Braulio sonriente y extendió la mano con el anillo. Don Emilio lo tomó, lo limpió un poco con un pañuelo perfumado que extrajo de su saco y posteriormente se lo colocó. Luego entregó al vendedor un cheque a su nombre con el monto ofrecido.

-Un placer haber hecho negocios con usted. Espero lo disfrute.

Le comentó finalmente el viejo. Don Emilio entonces miró al resto de los adinerados de la ciudad por encima del hombro con porte victorioso y se retiró.

Cuando estuvo lejos iniciaron los cuchicheos. Braulio miró alrededor y se dio cuenta que había demasiada gente en su casa.

-Mis estimados señores, si no desean nada más les sugiero que se retiren.

-¡Espera buen hombre! Debe haber algo que podamos comprarle ¿Qué otros tesoros tiene?
Le preguntó enloquecido el dueño del concesionario.

-¡Oh! Bueno, déjeme ver que puedo ofrecerle. 
Le respondió Braulio.


Todos esperaron impacientes, hasta que el viejo regresó con una caja llena de baratijas, o tesoros. Dependía del ojo de quien mirara.

Se trataba de una navaja inglesa, una copa de cobre por haber ganado un torneo de bolas criollas, una cadena de plata, un libro de poemas de Andrés Eloy Blanco, una taza de recuerdo de La Gran Sabana y una pluma grabada con las iniciales de Braulio.

Los artículos fueron subastados a los mejores postores y los precios oscilaron entre 500 mil y 15 millones de bolívares. 

Al finalizar la improvisada subasta todos se retiraron contentos. Pero nadie estaba más contento que Braulio. El dinero le caía bien, sobre todo desde que lo habían despedido de la barbería, donde prestó sus servicios por 50 años, al calificarlo como "demasiado lento para el ritmo de hoy" y por gozar de una pensión que apenas le llegaba a mitad de mes.

Para su sorpresa, los citadinos de la clase media e incluso baja fueron apareciendo las semanas siguientes en su casa para comprarle tesoros a Braulio, todos se llevaban por montos mas módicos sus pertenencias hasta que lo dejaron sin prácticamente nada.

Braulio repuso lo que verdaderamente necesitaba con ese dinero y se obsequió a sí mismo una piscina armable, además de una bicicleta. 

Los años siguientes creó una rutina rígida, donde de lunes a sábado al levantarse se bañaba en la piscina, pasaba el resto de la mañana leyendo el periódico o algún libro que sacaba prestado de la biblioteca y luego de la siesta post almuerzo se iba a la plaza Bolívar a jugar ajedrez y conversar con otros viejos. 

Se hizo aún más famoso por regalarle helados a los niños que se lo pidieran, por lo que apareció por segunda vez en el periódico local.

Cuando entendió que pronto lo visitaría la muerte, planificó todo, mandando incluso a fabricar su placa del cementerio, donde grabaron: "Una determinación sólida es imprescindible para alcanzar los sueños"

Curiosos le preguntaron a Don Emilio si no se arrepentía de esa compra y este con aire de misterio respondía "Valió cada centavo".

La herencia de Braulio fue repartida en partes iguales a familiares y amigos. Cada uno recibió 20 millones de bolívares.

1 comentario:

  1. Esto es tan intrigante como corto...
    Tienes un motor de curiosidad interesante como para atrapar como para soltar.

    Agradable narrativa.

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