domingo, 30 de agosto de 2015

Historia 1 -Capitulo 14-

Era un hermoso sábado, me levante temprano para preparar mi equipaje, mis padres estaban un poco inquietos de que fuera a pasar la noche lejos, en otra localidad. Era normal que se sintieran así, pero también era normal que yo comenzara a hacer este tipo de cosas en mi vida.  

Empacaba suéteres, bufandas, gorros, guantes… el sitio al que viajaríamos era de temperatura muy fría. Yo nunca lo había visitado y estaba emocionada.

Ya estaba casi preparada cuando escuche que alguien tocaba a la puerta de mi habitación, me di vuelta para ver quién era pues esta estaba abierta.

-Hola Mariana- le dije.
-Me alegra que no me arrojes cosas- me dijo a modo de broma.
-Yo no lo haría- le respondí sin mirarla, ella guardo silencio y me dijo luego de un momento.  
-Oye, nunca habíamos discutido así. Creo que nunca habíamos discutido, me siento mal. No quiero estar así contigo- al decir esto se acercó y busco mi mirada con la suya.
-Es mejor que lo olvidemos y no hablemos de eso- le respondí.
-¿Por qué?-
-Yo no voy a cambiar de opinión, ¿Tú vas a cambiar de opinión?-
-No-
-Ya ves-
-¿Quedamos mal entonces?-
-Solo olvidémoslo- le dije.
-¿A dónde vas?- me pregunto observando mi maleta abierta a medio cargar.

Una de las decisiones que tome en el tiempo que pase reflexionando sobre nuestra discusión me hicieron decidir no tratar de ocultarle a Mariana lo que sentía por Isabel, a fin de cuentas ¿Por qué debía ocultárselo? ¿Por qué insistía en crear limitaciones y confusiones absurdas? Mariana es mi amiga y lo ha sido por casi cinco años.

-Al pueblo Danés- le respondí de nuevo sin mirarla.
-¿Te quedaras a dormir? supongo-
-Si- le respondí con firmeza mirándola a los ojos y Mariana extrañamente tomo una expresión picara.
-¿Estas nerviosa?- me pregunto.   
-No… ¡Déjame!- le dije apenada. Ella río un poco.
-¿Lo saben tus padres?-
-Les dije que iba con un grupo de la universidad- ya sentía menos tensión.
-¿Y te creyeron?-
-No lo sé-
-Espero que te vaya bien- me dijo, yo voltee a mirarla y parecía sincera, entonces se dio vuelta para irse y yo sentí que se me iba el aire de los pulmones.
-Mariana- le dije y ella se detuvo en el pasillo. Entonces me acerque y le di un beso en la mejilla antes de decirle:
-Te quiero y si te sucediera algo peor a lo que ya ha ocurrido, la pasaría muy mal-

Ella trago grueso me dedico una sonrisa de medio lado y siguió su camino. Yo me quede en el pasillo escuchando sus pasos hasta que salió por la puerta. Entonces fui a la ventana de mi cuarto y vi que fuera de la casa estaba el auto de su padre, de nuevo lo usaba ¿Qué habría ocurrido con su camioneta?. Estuve mirándola como se subió y luego el carro salió por el portón, no sé por qué razón, pero me sentía inquieta, temía no volverla a ver. En ese momento mi teléfono repico y me saco del estado mental fatalista en el que había entrado, era Isabel, significaba que ya estaba por llegar, debía apresurarme.
  
Cuando subí a la camioneta mi hermosa novia pelirroja me beso cerca de 30 segundos y me ayudo a olvidarme de todo. Entonces nos pusimos en marcha, el pueblo Danés estaba a unas 3 horas de la ciudad.  

El viaje fue muy agradable, conversamos, reímos, escuchamos música, cantamos, nos detuvimos en algunos miradores a observar los acantilados, las montañas que rodeaban el paisaje, los cultivos de fresas, las casitas rodeadas de tantas flores que no podías determinar con que material habían sido construidas, los niños de mejillas rojas jugando a la orilla de la carretera, ancianos con mulas trabajando el campo, los perros de denso pelaje que ladraban a los autos y las montañas nevadas a lo lejos, parecía que todo estaba perfectamente planificado para ser precioso.

Cuando entramos en el pueblo Danés fue como llegar a otro mundo. La arquitectura era muy diferente a la vista anteriormente, igual que la vestimenta de sus habitantes, y las personas eran más altas, más rubias, más blancas y de ojos más claros a lo que se acostumbra ver en la ciudad.

Paramos en una posada con estructura cuadrada y techo piramidal, me recordaba a las casitas que acostumbramos a dibujar cuando somos niños. Entramos y una señora regordeta de cabello rubio y ojos azules nos recibió, hablaba con acento extranjero y nos dio una habitación que Isabel ya había reservado, observe que en el mostrador estaba una pequeña bandera con los colores del arco iris, era la bandera de nuestra comunidad  LGBT. La mujer se dio cuenta que yo miraba la pequeña bandera y entonces me dijo:

-¡Amigables! ¡Amigables con todos!- Isabel sonrió y me dio un beso en la mejilla. Luego de dejar nuestro equipaje en la habitación, la cual era pequeña, acogedora y con olor a madera, salimos a recorrer el pueblo tomadas de la mano.

El piso de las calles estaba hecho con piedras rectangulares que cuadraban entre sí a modo de rompecabezas gigante. Por todos lados había jardines con muchas flores y las personas usaban ropa tradicional, excepto los turistas,  que andaban por allí tomando fotografías a casi todo lo que se cruzaban.

En la plaza estaba un grupo de músicos con chelos, violines y acordeones tocando música alegre que me recordaba a las películas recreadas en la edad media. También había mujeres y hombres bailando. Las chicas usaban vestidos de faldas largas y camisas blancas con chalecos de colores. Los hombres llevaban pantalones cortos que dejaban ver sus largas medias, así como chalecos y chaquetas encima de ellos. Además todos utilizaban gorros peculiares. 

Nos quedamos observando la danza junto al grupo de gente que se iba acumulando, y en un momento comenzaron a invitar a todos a bailar. Para cuando me di cuenta, estaba con Isabel danzando esa música alegre en mitad de la plaza, ambas reíamos y lo hacíamos mal, a la final inventamos nuestro propio baile. Cuando la música terminó, todos aplaudieron y siguieron su camino.

Durante el almuerzo comimos carne rellena con ciruelas, acompañada con papas y vegetales cocidos. También tomamos vino y el postre fue un pastel frió de manzana.

En nuestro segundo paseo vimos como en las tiendas de comida, colgaban salchichones de los techos; otras tiendas vendían hermosos tejidos o conservas de pescados, bacalaos o mariscos. Isabel compro una pulsera de plata y la coloco en mi muñeca izquierda como regalo. Posteriormente visitamos la iglesia y el museo, ambos exponían la historia de nuestro propio país y como los daneses llegaron hasta aquí y se establecieron entre las montañas.  

Cuando atardecía, Isabel y yo llegamos hasta un mirador solitario donde se dejaba ver algunos rayos del sol ocultándose tras las montañas, este tenía bancos sin espaldar, por lo que al sentarme ella se sentó tras de mí, me abrazó y de vez en cuando me daba besos en mi mejilla y hacia cosquillas en mi cuello.

-¿Te gusto venir?- me pregunto.
-Sí, mucho, gracias por traerme-  le respondí, voltee a verla y ella me beso.

Como el cielo estaba casi oscuro y no se escuchaba gente alrededor, yo me acomode para besarla mejor y así estuvimos un rato hasta que nuestros besos pasaron a ser menos románticos y más apasionantes. Ella abrió mi chaqueta y bajo mi bufanda para acceder a mi cuello pero al poco rato comencé a temblar porque estaba aumentando el frió. Isabel se dio cuenta de eso y me dijo:

-¿Nos vamos ya a la habitación?- yo asentí. Cuando acomode mi bufanda y mi chaqueta casi corrimos tomadas de la mano hasta donde nos hospedábamos.

Al entrar en el cuarto Isabel rápidamente se quito su gorro, sus guantes, su chaqueta y su bufanda mientras yo solo la observe, ella al darse cuenta se quedo mirándome dudosa y yo aunque trate, no pude evitarlo y me reí.

-¿Qué pasa?- me dijo ella sonriendo.
-Nada- le dije yo, y procedí a quitarme mi bufanda, mi chaqueta, mi gorro y mis guantes igual que ella. Luego me senté en la cama y me quite los botines que llevaba.
-¿Estas nerviosa?- me pregunto.
-Es normal estar nerviosa- le respondí y le extendí mi mano llamándola. Ella se acerco a mi me la tomo y se sentó a mi lado. Luego me dijo:
-Te quiero, ¿lo sabes?- yo asentí y la bese.

Nos seguimos besando y poco a poco ella quedo acostada sobre mí, entonces los besos volvieron a ser apasionantes. Me gustaba mucho, especialmente la parte que lograba ver de su abdomen cuando sus blusas subían, por lo que comencé a acariciarla alrededor de sus caderas y metí mis manos bajo su blusa y las fui paseando por toda su espalda.  Ella bajo a besar mi cuello y comenzó a separar los botones de mi camisa. Luego me ayudo a sentarme en la cama y me despojo de la blusa y mi sujetador, yo hice lo mismo con ella, para luego acostarla y besar sus pechos su abdomen y su vientre.

Es lo último que recuerdo bien, pues luego solo logra llega a mi mente un océano de sensaciones; mis vellos se erizaban, todo mi cuerpo cosquillaba y salían de mí sonidos que no tenía la voluntad de emitir. Sé que debí perder en algún momento mi pantalón y ella también, se que ella me toco y yo la toque, que por instinto realice múltiples, miles, tal vez millones de movimientos de vaivén que a cada paso se hacían más profundos y acelerados. Finalmente una descarga eléctrica se origino entre sus manos y subió por toda mi médula y se disperso por todo mi cuerpo para luego crear una explosión plácida en mi cerebro y entonces, justo en ese momento, me di cuenta que me faltaba el aire, que mi boca estaba seca porque probablemente había gemido o tal vez gritado, que había desaparecido del mundo y que estaba regresando con lentitud y el cuerpo de Isabel fuertemente aferrado al mío.        

He de admitir que nos dormimos tarde, porque repetimos el procedimiento un par de veces, y que en la mañana se nos hizo tarde de nuevo por hacerlo 3 veces más. Yo estaba dichosa, ebria de placer y sé que Isabel también, sin embargo algo en el fondo me atormentaba, yo  no lograba decirle que la quería tan fácilmente como ella me lo dijo.  

Continuara...
Capitulo 15

jueves, 27 de agosto de 2015

Historia 1 -Capitulo 13-

Estaba sentada en mi mesa favorita de la biblioteca, leyendo la guía que nos asignaron en Clínica I. A pesar de que me resultaba fascinante el tema, no lograba concentrarme, el tiempo se me iba en recuerdos, en los sonidos que detectaba a mi alrededor, en como la luz del sol entraba por la ventana, en el bamboleo de las hojas de los arboles del exterior, en la puerta que acababa de sonar, en la chica pelirroja que acababa de entrar, en su sonrisa y sus ojos brillantes que me decían “sígueme” mientras se dirigía al pasillo 12, donde se encontraban los libros de crecimiento personal que nadie leía, porque eran asignados en esas materias que todos considerábamos innecesarias de cursar  y que apruebas solo con asistir.

Así era la nueva yo, me había convertido en un mar de distracciones, en clases, mientras leía, en el viaje a casa, durante la cena, mientras miraba la tv… mis pensamientos solo podían concentrarse en rizos rojos, mejillas con pecas, ojos café, labios rosados y brillantes, y esa figura perfecta que cuando se alejaba de mí, alcanzaba la estética que soñaron con imitar los antiguos griegos en sus esculturas. Me levante embelesada y la seguí.

Cuando alcance el pasillo 12, la encontré revisando un libro al azar, que a ninguna de las dos nos interesaba. Isabel volteo a verme y sonrió, luego colocó el libro en su sitio y me abrazó para después darme los besos más dulces que hasta ahora yo conocía.

-Te extrañe- me dijo.

Me besaba en los labios, me besaba mis mejillas y cuando se acercaba a mi cuello siempre se detenía al sentir como me estremecía. Yo me alegraba y me entristecía que parara justo allí.

-Traje algo para ti- me dijo y saco del interior de su chaqueta una flor rosa (más bien era una flor que tenía varias flores) y me la entregó.
-¿Te gusta?-
-Nunca aspire recibir una, pero gracias, se siente bien- le respondí y la volví a besar.  
-La tome de un parque esta mañana, porque cuando la vi pensé en ti. Una anciana me dijo que significaba amor poético-
Las dos reímos y nos besamos de nuevo.
-Ya me tengo que ir, estoy en el receso de una práctica-
-¿Nos vemos para almorzar?- le pregunte.
-Hoy no puedo, ¿nos vemos en la noche? Paso por tu casa a buscarte-
-Está bien- le dije, entonces me dio un último beso y se fue.

Un almuerzo sin ella, el primero durante dos semanas, creo que caminaría por las paredes hasta que la viera de nuevo. Salí del pasillo 12 y me dirigí a mi mesa, al sentarme comencé a pensar en que el día seguramente se me pasaría muy lento, pero un sentimiento inquietante me distrajo de mis pensamientos, sentí que alguien me observaba. Cuando voltee a ver, me encontré con la mirada inquisidora de la encargada de la biblioteca. Su contemplación hacia mí era severa, tenía el ceño fruncido y parecía que me dijera “sé lo que haces niña”. Decidí apartar mi vista hacia la izquierda y luego la mire de nuevo y ya no me observaba, así que resolví por irme de allí y volver otro día para que se calmara y superara el enojo, si era que en verdad sabía lo que hacíamos Isabel y yo cuando visitábamos el pasillo 12.

Camine por la plazoleta y salí de la universidad, distraída, como era común en mi estos últimos días y entonces paso, “Mariana” llego a mi mente. Hace días que no la veía, hace días que no hablábamos. Lo último que recordaba de ella era la espalda que me dio mientras se iba con Sara de aquel Café. Ya estaba en la estación del tren, así que sin pensarlo mucho tome la línea que me llevaba hasta su casa. 

Cuando estuve frente al portón no hubo quien me abriera como era costumbre, eso me extraño y me quede reflexionando sobre si marcharme o esperar allí. Al poco tiempo este se abrió y el auto del padre de Mariana se asomo por el portal, era un Corolla del año plateado.  Yo trate de ver quien lo conducía pero el auto llevaba papel oscuro, sin embargo su conductor bajo el vidrio de la ventanilla. Era Mariana.

-¿Qué haces aquí afuera?- me pregunto.
-Vine a visitarte-
-Voy de salida-
-Puedo acompañarte si quieres- le dije, pero ella se quedo meditando, como si lo dudara o tal vez armando la frase perfecta para decir “no puedes acompañarme” sin ocasionarme una ofensa. 
-Quizás no, si no quieres- le comente para no causarle molestias y me di vuelta para marcharme.
-¡Oye Ana!- me di la vuelta de nuevo –Si, ven conmigo- yo me sentía un poco mal, así que considere no hacerle caso.
-Solo ven ¿Si?, ¡tengo prisa!- quería ir, quería estar con ella, quería no estar como loca esperando que llegara la noche, por lo que abandone la soberbia y me monte al carro. Mariana conducía como si llegara tarde a un sitio importante, yo me quede en silencio observándola y ella no me dirigió la palabra hasta que nos estacionamos en una calle ordinaria, donde había varios comercios. 
-Ahora solo resta esperar- dijo cuando se estaciono.
-¿Esperar que?- le pregunte.
-Ya lo veras-

Nos quedamos calladas un momento, era absurdo haberla acompañado y no conversar, así que trate de romper el silencio.

-¿Qué tal esta Sara?-
-Deprimida, descuidada y furiosa-
-¿Ya se fue Mario?-
-No, pero ella no quiere verlo-
-Debería, si se despiden no quedarían asuntos pendientes entre ellos-
-Ya no importa-
-¿Por que?-
-Se va sin pensar en Sara, siempre quedaran asuntos pendientes entre ellos se despidan o no-  
-¿O sea que tú harías lo mismo?-
-Yo ni siquiera tendría una relación larga, tú lo sabes- Mariana respondía todas mis preguntas con un tono monótono que estaba comenzando a molestarme.   
-¿Te ocurre algo?-
-No, ¿Cómo van las cosas con tu novia?- yo me quede fría, “Lucia”, si, tiene que haber sido Lucia quien le contó.
-Bien, ya sabes cómo son esas cosas- le dije mientras me sentía apenada.  
-No, en realidad no lo sé- al decirme esto sonrió con sarcasmo. A veces Mariana puede ser muy desagradable. Yo respire profundamente y le di vuelta entre mis manos a mi celular, "no debí haber venido" pensé.

En ese momento se escucho el estridente sonido de un teléfono de campanilla, se trataba de un teléfono público que se hallaba al lado de una farmacia y nosotras estábamos estacionadas frente a él.  

-Ya es hora- dijo Mariana y salió del carro para luego dirigirse a contestar.

Estuvo hablando cerca de diez minutos, yo mientras me entretuve con mi teléfono, pero al poco rato me aburrí. Cuando subió de nuevo al carro y nos marchamos no pude evitar preguntarle:

-¿Por qué vienes hasta aquí a recibir una llamada como si estuviéramos en una película de acción?- ella rió con mi pregunta.
-No son cosas mías- me respondió.
-¿Son ocurrencias de “Rocky”?-
-Está asustado, solo se cuida-
-¿Cómo sabias que te llamaría aquí?-
-Mira esto- me dijo y me pasó un aparato rectangular de unos 10 centímetros, que tenía cuatro botones y una pantalla como los relojes digitales.  
-¿Es el equipo misterioso?-
-Si-
-¿Qué es?-
-Un localizador, era de mi papá. En esa pequeña pantalla recibes mensajes breves, un número de teléfono o una dirección-
-Así te avisan donde debes ir-
-Si-
-Tenía razón, todo esto es como una película de acción- le dije mientras se lo devolvía.
-¡El tenía razón!, el socio de mi padre fue a mi casa a ofrecerme millones por las acciones que heredare- me comento Mariana.
-¿Qué le dijiste?-
-Que no vendería la empresa que fundaron mis abuelos-
-¿Cómo lo tomo?-
-Te aseguro que feliz no se sintió, luego me dijo que regresaría con una mejor oferta. Yo le dije que perdía su tiempo porque yo aun no tenía poder sobre los bienes y me ofreció su ayuda para encontrar mi testamento-
-Eso es bueno, podrías aceptar su ayuda-
-¡No! ¡Jamás lo haría!- al decirme esto se estaciono, estábamos en ese momento en una zona residencial cercana a mí casa.
-¿Por qué?-
-No confió en el. Hubieras visto la cara que puso cuando dije que jamás le vendería las acciones, parecía un demente, parecía una de esas personas que harían lo que sea por el dinero. El abogado piensa que fue él quien lo ataco para obtener el testamento-
-Entonces podría ser peligroso para ti si no lo complaces-
-No, no puede hacer mucho, mi padre fue muy inteligente. Si no heredo las acciones pasan a caridad, si caridad decide vender, pierde las acciones y estas pasan al gobierno-
-¿Y si heredas?-
-Tendría que decidir eso a su momento, pero creo que elegiría lo que previo mi padre. La cuestión es que mientras no herede, meterse conmigo seria un desperdicio de tiempo-
-¿Por eso el abogado no quiere entregarte los bienes? ¿Para protegerte?-
 -Sí, es lo que me ha dicho siempre-
-¿Y confías en él?-
-No mucho, pero definitivamente en el socio de mi padre no confió. Si mi padre hubiese querido que él comprara sus acciones, no hubiese definido todo como lo hizo-
-Si el socio es como tú piensas, encontrara la manera de apoderarse de las acciones ¿Entiendes eso verdad? Pueden quitarte del medio, pueden hacer papeles falsos, pueden estafarte-    
-No le conté a Sara para ahorrarme los sermones y ahora tu me los das-  
-Es que no entiendo porque no te das cuenta que puede ser muy peligroso para ti- le insistí.
-A mí me parece emocionante, divertido… es como un reto de ver quién gana- era típico de Mariana, no entendía como a pesar de conocerla y haberla escuchado no lo podía creer.  
-Te comportas de manera infantil, tratando un tema serio y peligroso como si fuera un pasatiempo o un juego- le dije, y ahora no podía creer que yo le hubiese dicho eso.
-¡Olvide que hablaba con una universitaria con pareja estable!- me respondió ella con sarcasmo nuevamente.  

Ese último comentario me enfureció, o termino de enfurecerme, porque desde que la salude había comenzado a molestarme, por su actitud, por sus respuestas, por siempre faltarme el respeto y luego pretender que todo desapareciera con una disculpa, así como juzgarme siempre que se me acercaba una chica. 

Salí del auto para alejarme de allí. Ella me siguió:


-¿A dónde vas?- y trato de tomarme por el brazo, pero yo fui rápida, me solté y le grite:
-¡Aléjate de mi Mariana!- y seguí caminando sin mirar atrás, pero ella insistía en seguirme. 
-¡¿Que te pasa?!-  ¡¿Que me pasaba?! ya no la soportaba más, así que le plante cara. 
-¡Siempre te he tenido fe! ¡Siempre he estado esperando que tomes las cosas en serio! ¡Todas las cosas de tu vida son así! ¡Un juego! ¡Una aventura!-
-¿Eso que tiene de malo?- 
-¿Que paso con la persona que te estabas convirtiendo los últimos meses? ¿Como es que volviste atrás?-  
-No puedo ser quien tu quieres y quien tu necesitas Ana, ¡Entiéndelo!- 
-¡Ya no te necesito! ¡Ni te quiero!- le dije, cuando escucho esto su cuerpo entero parecía que había tenido una baja eléctrica y me respondió conteniendo rabia: 
-¡Bien por ti!- y regreso a su auto y yo me di vuelta para seguir el camino a casa. 

Continuara…
Capitulo 14 

lunes, 24 de agosto de 2015

Historia 1 -Capitulo 12-

“Ya estoy fuera de tu casa”

Al leer el mensaje me sentí nerviosa, ¿me abría vestido bien?, ¿mi cabello permanecería  el resto de la noche como lo arregle?, ¿seguro que no tendría algo entre los dientes? Y las más angustiantes preguntas: ¿era una cita?, ¿y si no lo era?, ¿y si me decía que definitivamente no le gustaban las chicas?....    

Finalmente resolví por dirigirme a su encuentro. Cuando baje las escaleras y pase por la sala donde mis padres estaban todas las noches, mi madre me dijo:

-¿A dónde vas mi niña?-
-Saldré un rato-
-¿Tienes una cita?-
-No… ¿Por qué? ¡¿Luzco como para una cita?!- le pregunte nerviosamente, ella sonrió de manera comprensiva y me dijo:
-Te ves hermosa- eso no me respondía la pregunta, pero obviamente no me iba a cambiar ya, así que seguí mi camino.
-¡No llegues tarde!- escuche que dijo la voz de mi papá.

Cruce el jardín con ganas de correr en dirección contraria y a la inversa, era un sentimiento extraño. Abrí la puerta al exterior, y al mirar hacia la calle allí estaba ella, esperándome, recostada a su camioneta junto a la puerta del copiloto. Llevaba sus hermosos rizos pelirrojos sueltos, rebeldes y hermosos. Vestía una chaqueta de cuero negra, bajo ella una blusa holgada, botines y blue jeans, se veía súper sexi. Sobre todo porque todo aquello lo acompañaba su sonrisa tímida.

Yo me acerque y ella me dio un beso en la mejilla. Luego me dijo:

-Estas preciosa- yo sentí mi cara caliente inmediatamente.
-Tú también- le respondí en voz baja, ella me sonrió y abrió la puerta de su carro para que yo entrara.      

Cuando se montó y encendió el motor me pregunto:
-¿Tienes hambre?-
-¿Tú tienes?- le pregunte yo, y ella me dijo:
-Te llevare a un lugar sencillo pero agradable, me gusta mucho-

Luego encendió la radio y coloco música de Norah Jones, yo inmediatamente recordé a Mariana y lo que opinaba sobre la cantante, pero no quería pensar en ella ahora, así que la saque de mi mente y me concentre en mirar las calles. Seguidamente note que tomamos la dirección que conducía a la playa.

Cuando las luces de la ciudad fueron quedando atrás, observe como el cielo estaba despejado y lleno de estrellas, era una hermosa noche. Isabel y yo no cruzamos palabra durante todo el viaje y sin embargo fue agradable, me relaje y me sentí en paz.

Luego de un rato llegamos a Punta Hermosa, un elegante malecón con estilo gregoriano y hermosos jardines donde dejaban a las plantas crecer y lucir su estilo natural. Ese día había pocas personas a pesar de que todos los restaurantes estaban abiertos.

Isabel se estaciono en el aparcamiento y luego de bajar del carro, caminamos por el malecón hasta el restaurante más pequeño, más sencillo y más lejano.  

-¿Te gusta el lugar?- me preguntó cuando ya casi llegábamos.
-Se ve acogedor- le respondí, y era cierto, me hacia recordar ese sentimiento de bienestar que te transmite un personaje en una de esas películas, donde después de pasar por una dificultad tremenda, regresa a casa.

Era un restaurante rectangular y pequeño, construido con madera barnizada y techo piramidal cubierto de hojas de palma. También tenía luces blancas (de las que usan en navidad) bordeando los pilares que sostenían la estructura. Calcule que contaba aproximadamente con 20 mesas, de las cuales, unas 6 se encontraban ocupadas, además, al llegar dentro, se escuchaba bossa nova a un volumen audible y apropiado.

La cocina estaba en el centro del lugar, podía verse lo que ocurría dentro. Allí se encontraban trabajando dos mujeres morenas y jóvenes acompañadas por una señora regordeta, que llevaba falda, moño y parecía dirigirlas. Mientras una chica de aproximadamente 15 años atendía las mesas.

-¡Isabel!- dijo alegremente la chica que atendía las mesas y se apresuro a abrazarla, yo me sorprendí un poco, y me sorprendí aun más cuando las mujeres de la cocina voltearon y saludaron igual de alegres a mi diosa pelirroja. Incluso la señora regordeta se acercó.

-¡Mi niña! ¡Isabel mi niña bella!- decía mientras la abrazaba y la miraba con ojos maternales. Luego volteo a verme y de nuevo se emociono.

-¡Trajiste a la chica! ¡A la doctora!- entonces me abrazó y yo me sentí agradecida del amor que desbordaba aquella mujer. Además me sentí feliz porque ¿Quizás Isabel les había hablado de mí?
-No me pongas en evidencia Evita- le dijo sonriendo y apenada. Pero ella la ignoro, y se alejo de nosotras un poco y nos miro de arriba abajo con ojo evaluador.      
-¡¿Pero mira nada más?! ¡Las dos son hermosas! ¿Verdad que son hermosas Clarita?- se dirigió alegremente a la chica que atendía las mesas.
-¡Si muy hermosas!- respondió ella sonriendo.
-¡¿Verdad que son hermosas estas chicas?!- dijo esta vez dirigiéndose a las jóvenes de la cocina quienes rieron y respondieron “¡si muy hermosas doña Evita!” todas se veían tan alegres que no tuve más opción que dejarme contagiar.
-¡Ya no les quito tiempo! ¡Vengan! ¡Vengan por aquí a esta mesa especial!- entonces nos condujo a una mesa cercana a la playa, en un espacio que aportaba privacidad.
-¿Qué les traigo?- nos dijo mientras enlazaba sus pequeñas manos sobre su abdomen.
-¿Quieres probar mi favorito?- me pregunto Isabel mirándome a los ojos.
-Me encantaría- le respondí yo y sonreí. Entonces Evita y Clarita se fueron dejándonos solas.

Cuando nos sentamos Isabel se acercó y me dijo:

-Es sencillo, puedes pensar que quizás sea infantil, pero me gusta y me gustaría que lo probaras-
-Tranquila, quiero probarlo-  
-Está bien- me dijo. -¿Si te gusta el lugar?-
-Sí, ¡me encanta! ¿Siempre vienes aquí? Todas parecen tenerte mucho cariño-
-Si- entonces se quedo pensativa y tomo una mirada un poco triste.
-¿Qué pasa?- le pregunte preocupada.
-Es un poco patético-
-¿Qué cosa?-
-Llegue aquí un día que no podía más… Fue una casualidad, fueron tan amables conmigo que sigo viniendo para obtener algo de cariño-
-Eso no es patético- le dije y le tome delicadamente la mano. Ella me sonrió y correspondió a mi caricia, entonces me atreví a preguntar:
-¿Les hablaste de mí?- ella sonrió con timidez.
-Solo un poco-
-Un poquito- le dije yo a manera de broma fingiendo que tenía algo pequeño entre mis dedos. 
-Ellas me entienden, me escuchan y me aconsejan. Son como una tía y primas a las que voy a visitar-     
-¿Y qué te aconsejaron en mi caso?-
-Qué te invitara a salir- me dijo sonriendo.
-Entonces me alegro- le respondí. 

En ese momento llego Clarita con una bandeja y nos sirvió un plato que tenia sándwich pequeños y cortados en triángulos, además de un bol de guacamole con unas tostadas circulares de color blanco. Detrás de ella venia Evita con otra bandeja que portaba dos vasos parecidos a copas que estaban adornados con rodajas de limón y que contenían un liquido frió y verde claro.

-¡Espero disfruten de la comida y la velada!- nos dijo alegremente Evita estirando los brazos. Luego se marcharon dejándonos solas de nuevo.     

-¿Qué es?- le pregunte a Isabel con curiosidad.
-Debes probarlo- me dijo ella, luego tomo uno de los pequeños sándwich y me lo dio en la boca. Yo lo saboreé y me aventure a decir:
-¿Cangrejo?-
-¡Exacto! ¡Tienes talento!- me felicito.
-¿Y esto otro?- le dije señalando las tostadas pequeñas y circulares.
-Las hacen con raíces-
-¿En serio?- le pregunte extrañada. Ella tomo una de las tostadas, le coloco guacamole y también me lo dio a probar. Sinceramente no sentía otro sabor diferente al guacamole, pero lo crujiente de aquella peculiar tostadita hecha con raíces era el acompañante ideal.  
-Ahora prueba la bebida- me dijo Isabel mientras tomaba uno de los pequeños sándwich para comer. Yo pensé que sería jugo de limón, pero no, era un licor refrescante que ligeramente sabia a limón.
-No lo conozco-
-¿Te gusta?-
-Sí, creo que si- entonces volví a tomar.
-¿Es muy fuerte?- le pregunte preocupada y ella rió.
-Solo es para cenar- me dijo.  

Puedo decir que se cumplió el deseo de Evita, la comida me gusto y la velada fue muy agradable. Isabel me hablo sobre el licor que tomamos, era de origen Italiano y efectivamente tenía algo de limón.

También me hablo sobre aquel grupo de mujeres que atendían el restaurante, eran familia, todas hijas de Doña Eva por crianza, pues ella nunca pudo concebir. Su esposo había fallecido muchos años atrás, fue un hombre que siempre se dedico a la pesca comercial. Al quedarse Eva viuda, vendió todos los implementos de pesca de su esposo y lucho por montar aquel restaurante. Luego, poco a poco llegaron sus hijas "que se las fue trayendo el mar”, como ella solía contar. Pensé que tal vez Isabel podría también ser una de esas hijas. Ella llevaba 4 años visitando aquel lugar al menos dos veces por semana.  

Al terminar de cenar nos despedimos de aquella familia entre abrazos y sonrisas, luego nos fuimos a caminar por el malecón. Isabel me tomo de la mano, y yo me sentí dichosa.

-Quería hablarte sobre porque me cuesta contestar si me gustan las chicas- me dijo y mi estomago se encogió, seguía teniendo miedo de que me dijera que jamás estaría con una chica, más aún, después de lo que acabábamos de compartir. Desde que la vi fuera de mi casa quería besarla.

-Está bien- le dije lo más tranquila que puede.  
-Mis padres odian a los homosexuales. Si los escucharas hablar de ello te sentirías enferma- al decir eso note que de verdad le daba asco aquella particularidad de su familia.  

-Cuando el ministerio de salud ordeno que todos los médicos se educaran para aprender a tratar a sus pacientes homosexuales y transgéneros ellos aborrecieron aquello y armaron un escándalo, tienen poder dentro de la comunidad médica. Son respetados y admirados por muchos, sabían que su reacción influiría en los demás y a pesar de eso lo hicieron, o mejor dicho, sabiendo eso pensaron en hacerlo, sin importarles el daño que pudieran causar. Solo pensando en sí mismos y en su visión de la sociedad. Yo los detesté completamente, sentía que la naturaleza me había hecho homosexual solo para darles una lección y eso me pone triste, se que nunca me aceptaran-

Yo no supe que decirle, ¿Cómo podría animarla?, si sus padres eran tal como los describía ella tenía razón, así que solo le tome con mayor firmeza su mano.

-Me alegro por ti, tienes mucha suerte de tener los padres que tienes. Por eso eres así,  estable y encantadora- al decirme esto volteo a verme y yo le respondí.

-Tú también eres estable y encantadora- y la empuje un poco y me dirigí hasta la baranda del malecón que daba a la playa. Ella me siguió y se paro junto a mí. Luego nos quedamos viendo el mar unos momentos en silencio. Únicamente se podía distinguir lo que alumbraba las luces del malecón, de resto solo se percibía una oscuridad infinita que iba hasta quien sabe dónde, más aun al ser una noche sin luna, solo con pequeñas estrellas iluminando tenuemente el cielo.

-Da un poco de miedo ¿Verdad?- me dijo.
-Si- le respondí y me estremecí porque me dio uno de esos escalofríos que los supersticiosos asocian con la presencia de almas perdidas.
-¿Tienes frió?- me pregunto Isabel al darse cuenta de mi estremecimiento, entonces me toco mi mano izquierda, que era la contraria a la que me había tomado cuando caminábamos hasta allí.
-Tienes las manos frías- comento. 
-Solamente esa porque no me la tomaste- le dije.

Ella intentaba calentarla con sus propias manos y yo la miraba al rostro. Cuando subió su mirada note que se detuvo en mis labios un momento y luego siguió hasta mis ojos, al darse cuenta que yo la estaba mirando sus mejillas se enrojecieron, pero ella permaneció serena y acerco sus labios a los míos y me beso.

Nos besamos, porque yo le correspondí. Sus labios eran suaves y sus besos dulces. Me hacían recordar a esos momentos cuando tienes poca sed y tomas agua  mineral, y esa agua no está ni fría ni caliente, si no en el punto exacto. No sé por qué, pero lo asocie a eso y me gusto. Mi mano izquierda seguía entre sus manos, pero poco a poco nos saltamos y me abrazo por la cintura y yo la abrace por la espalda mientras nos seguíamos besando.

En un momento detuvo el beso, pero sus labios siguieron junto a los míos y me dijo:

-Me gustas mucho Ana- y nos seguimos besando.

Un momento después volvió a detener el beso, pero esta vez se alejo un poco más y me miro a los ojos.

-Quiero ser tu novia- yo reí un poco y ella me pregunto.
-¿Lo dije mal?-    
-Yo también quiero ser tu novia- le dije y la volví a besar.  


Continuara…
Capitulo 13   

viernes, 21 de agosto de 2015

Historia 1 -Capitulo 11-

Estaba sentada en la plazoleta de la facultad, corría una brisa agradable que me transmitía sensación de paz. Escuche entonces que alguien se acercaba y era Isabel, mi diosa pelirroja, hacia tres semanas que conversábamos todos los días. En persona cuando coincidían nuestros ratos libres en la universidad, o por mensajes y llamadas durante las noches, nos hayamos visto o no.

-¡Hola!- le dije mientras se sentaba, ella me dio un beso en la mejilla y me esquivo la mirada.
-¿Qué pasa?- le pregunte, parecía contrariada por algo.      
-Te mentí esta mañana- me dijo aun sin mirarme. Yo me sentí confundida, esta mañana solo nos saludamos por mensajes, ¿Cómo se puede mentir con un saludo?
-¿A qué te refieres?-
-Anoche no me quede dormida, solo no supe cómo responder a tu pregunta-   
-¿Sobre si te gustan las chicas? No quise que te sintieras incomoda- le dije y le toque su hombro.
-No me sentí incomoda, solo no supe que decir-

En ese momento se escuchó la corneta de un carro, Lucia había pasado buscándome para pasar la tarde juntas, plan que incluía a Sara y Mariana. Entonces le dije a Isabel:

-Me tengo que ir, estaba esperando a mi amiga- me levante y tome mis pertenencias. Luego me sentí apenada de que notara mi decepción.
-No te preocupes, hablaremos de eso después- y me marché dejando sola a esa hermosa pelirroja con ojitos de cachorro.

Camine hasta la camioneta jeep cherokee color carmesí de Lucia, subí y me coloque el cinturón, ella sin saludarme me preguntó:

-¿Quién es esa bella pelirroja?- mientras la miraba sobre sus lentes de sol.
-Una amiga-
-¿Solo amiga?-
-Si- le respondí laconiamente.

No podía ocultar que me sentí decepcionada por lo que Isabel me acababa de confesar, no porque me hubiese mentido sobre algo tan tonto, si no porque era heterosexual, o una lesbiana o bisexual en proceso y eso siempre trae dolorosos problemas.

-¿Es decir que no tienes problemas con que la invite a salir?-
-¡Lucia!- le dije sorprendida y un poco molesta por su pregunta.
-Jajaja- ella rio divertida y arrancó el carro. – ¡Solo era una broma! Te estaba probando, si esa chica no te atrae definitivamente no eres lesbiana-
-Cálmate un poco ¿Si?, tú tienes novia-
-No, ya no tengo-
-¡¿Qué paso?!- no lo podía creer, ¿otra vez?  
-Me dijo que quería volver con su ex novia-
-Hachzz ¡No te lo puedo creer!-
-Sí, bueno, al menos fue sincera-
-Si, al menos-
-¿Y qué me cuentas sobre la pelirroja?-
-Nada, somos amigas-  
-¿Volveremos al punto anterior?- me dijo con tono amenazante. -¡Confiesa!-
-¡Está bien! Es una hermosa chica… es muy agradable… es inteligente… hablamos todos los días… y ¡me encanta!-
-Awww ¡Lo sabia! ¿Y ella gusta de ti?-
-No lo sé, parece interesada, pero…-
-¿Pero?-
-No termina de concretar nada-
-¡Ana! Siempre te lo digo, ¡No puedes ser tan pasiva! Si te gusta una chica y te da alguna señal a tu favor ¡tienes que ir por ella!-
-Es que no se…-
-¿Te ha dado señales?-
-Sí, creo que si-
-¿Entonces?-
-No se-
-¡Estas esperando que ella dé el primer paso!, ¿Y si es la primera vez que le gusta un chica? ¿Si es pasiva? ¿Si está esperando que tú des el primer paso?-

De pronto me sentí en un examen donde no podía dar una respuesta incorrecta.

-¿Puedo perder la oportunidad?-
-¡Exacto! Llevo cinco años tratando de hacerte entender las desventajas de ser pasiva y tu ¡No me terminas de captar!-
-No me digas así…- le dije haciendo puchero.  Ella respiró y me miró comprensivamente, Lucia era sensible a ese tipo de gestos.
-Invítala a salir- me dijo.
-¡No podría! ¡Me moriría de la pena!-
-Es muy fácil, lo más importante es la actitud, tienes que sacar el sex appeal que llevas dentro-
-¡No sabría como decirle!- Lucia siempre lograba empujarme al extremo de la ansiedad. En ese momento nos detuvimos en un semáforo, el tráfico estaba congestionado, así que aprovecho para hacer una demostración.
-Si no quieres ser directa porque te da vergüenza, hazle la propuesta como quien no quiere la cosa-

Entonces sacudió su cabello, acomodó su chaqueta y tomó una expresión relajada y me dijo:

-Ana, deberíamos ir esta noche a algún lugar agradable… ¿entendiste la palabra clave?-
-¿Deberíamos?- le respondí dudosa.   
-¡No! “noche”, eso le da a entender a cualquier chica que tus pretensiones son amorosas-
-¿Y si me dice que no?-
-Le das mi número- dijo de manera resuelta y avanzó al cambiarse a luz verde.
-¡Lucia!-
-Jajaja ¡Es broma! Jamás me metería con tu novia-
-¿Novia?-
-Sí, ya debes mentalizarte para que te sueltes y seas más espontánea cuando estés con ella y  tu mente la identifique como la chica especial del lugar- yo reí de notar las ocurrencias de Lucia y le dije:
-Creo que sabes más de chicas que Mariana-
-Bueno, es que yo amo a las chicas, ¡me encantan! Mariana… se servía de ellas. ¡Ojo! “se servía de ellas” estoy hablando en tiempo pasado. Si te has dado cuenta hace ya aproximadamente tres meses que no se relaciona con ninguna chica-

Yo guarde silencio, obviamente lo había notado y me había originado una sensación de paz que no entendía.

-… me imagino que es por el luto por su padre y sigo esperando el momento en que sea la Mariana de antes…-  

-No creo- le dije. Sin embargo, Lucia me miro incrédula.

En ese momento me percate que habíamos llegado a nuestro destino. Se trataba de un hermoso café donde preparaban postres maravillosos, según los anuncios de aquel negocio esto era gracias a que contaban en su personal con “Pâtissier traídos desde la Toscana”.  

Mientras mi amiga estacionaba su vehículo, contemplé al grandioso vecino que estaba al cruzar la calle frente al café, este era el teatro más bello de la ciudad, se trataba del “Teatro de las Zarzuelas”. Lo que más me gustaba de su arquitectura eran las esculturas de su fachada, y que en el interior del mismo, había hermosos óleos en su techo que representaban la danza, la música, la comedia y la tragedia, separados por la elocuencia, la historia y la poesía. Toda esa información la había obtenido en una visita que realicé cuando era niña junto a mi fallecida abuela, quien fue una mujer que amo las artes, sentimiento que me transmitió, pues a mi parecer, no había oficio que me originara más respeto y admiración que el ser artista. 
  
Bajamos del carro y nos dirigimos rumbo al café, al entrar Mariana nos hizo señas desde una de las mesas, Sara se encontraba junto a ella, y parecía estar un poco ausente a lo que ocurría a su alrededor.

-Hola extraña- me dijo Mariana antes de besar mi mejilla. Luego saludó a Lucia. Sara por otro lado se limitó a levantar levemente su mano. En verdad algo le ocurría.

Comenzamos como siempre a hablar de banalidades mientras esperábamos nuestros postres. Lucia y Sara pidieron tiramisú, Mariana un postre llamado “Torta del diablo” y yo opte por la Cheesecake de fresa.

-¿Buscaste el misterioso equipo?- le pregunte a Mariana casualmente.
-No sé de qué me hablas- me dijo ella impensadamente. Yo me sorprendí, ¿a qué venía eso? ¿Acaso no quería que Lucia y Sara se enteraran?, o tal vez Sara lo sabía y no quería que fuera Lucia quien se enterara.  

Cuando llegaron nuestros postres nos dispusimos a comer y Mariana me dijo:

-¡Tienes que probar esto! El chocolate se siente de una forma ¡alucinante!- entonces me dio a probar en mi boca de su cuchara, Lucia nos miro extrañada y a la vez divertida, Sara seguía indiferente.

Era cierto, el chocolate se sentía intenso, el sabor de ese postre era casi paradisiaco. Por eso nos encantaba visitar aquel café.

Cuando terminamos nuestros postres y Lucia finalizó la historia de su nueva ruptura, Mariana se levantó para ir al baño y yo me propuse preguntarle a Sara que le ocurría.  En ese momento mi teléfono repico, y me distraje. Isabel me estaba llamando, considere no responderle, pero mi voz interna me dijo “no seas inmadura” y le atendí.

-¡Hola!- le dije.
-Hola, ¿estás ocupada?-
-Un poco-
-Solo quería llamarte para preguntarte algo-
-¿Dime?-
-¿Podemos vernos esta noche?- yo me quede helada recordando las palabras de Lucia sobre usar la “noche” para ver a alguien.
-¿Esta noche? Sí, creo que si- le respondí de la manera más natural que pude. -¿Dónde nos vemos?- Lucia captó la situación cuando pronuncie esa frase y su expresión paso a ser expectante.  
-¿Puedo ir a buscarte a tu casa?-
-Sí, ¿a qué hora?-
-¿Te parece bien a las siete?-
-Sí, ¿Dónde iremos?-
-Cerca de la playa-
-Ok, te veo más tarde- ella me dijo “adiós” y colgó.
Lucia estaba casi brincando en su silla.
-¡¿Era la pelirroja?!-
-Si-
-¿¡Te invito a salir!?-
-Solo me dijo para vernos, no sonaba como una cita-
-¿Dónde irán?-
-Cerca de la playa-

En ese momento Mariana regreso, tomó asiento y se dispuso a beber agua.

-¡Ana tiene una cita!- le informó emocionada. Mariana se ahogó y comenzó a toser.
-¡No te parece genial! ¡La chica es súper hermosa Mariana!- le decía mientras le daba palmaditas en la espalda. Yo me sentí apenada, quería hundirme en mi silla y lo peor es que no sabía por qué.
-Que imprudente eres Lucia- dijo de pronto Sara. Lucia la miro desconcertada y como ya Mariana se había recuperado de su tos me pregunto:
-¿Es la chica de los mensajes?-
-¡¿Ya sabias de ella?!- le pregunto Lucia recuperando de nuevo su alegría.
-Mario se mudara a Australia- nos dijo Sara precipitadamente.
-¡¿Qué?!- preguntaron Mariana y Lucia inmediatamente. Yo lastimosamente me sentí aliviada de aquella intervención, aunque también sentí pena por Sara. Mario era su novio desde hacía casi dos años, parecían felices, parecían amarse, era obvio que se sintiera mal y como el estudiaba gastronomía tal vez haber ido precisamente a aquel lugar ese día  empeoró sus ánimos.

-¿Por qué a Australia?- preguntó Mariana.
-Le ofrecieron un trabajo con sueldo en dólares, debe comenzar cuando termine la escuela, que será dentro de tres semanas-
-¿Ya lo decidió?- le pregunto Lucia.
-Si-
-¿Te invito a ir?- le pregunto Mariana.
-No, solo me dijo que se iría y que lamentaba que nos separáramos por esa razón-
-¿No consideró para nada tu opinión?- pregunto de nuevo Mariana, Sara guardo silencio y yo le tome la mano.
-¡Es un idiota!- opino Mariana, parecía furiosa.
-¿Si te lo pide te irías con él?- le preguntó Lucia. Sara movió su cabeza en negación y sus ojos se llenaron de lágrimas y luego ella se las tragó.
-Vámonos ya- les dije. Nos levantamos entonces y salimos.
-¿Vamos a algún otro lugar?- pregunto Lucia.
-Mejor no- respondió Mariana. Entonces abrazó a Sara posando su brazo sobre los hombros de ella y la condujo hacia su camioneta sin mirar atrás, y sin decir adiós.

Continuara…
Capitulo 12