lunes, 17 de agosto de 2015

Historia 1 -Capitulo 9-

Pase mis vacaciones junto a Mariana, por las mañanas salíamos a correr por el vecindario y el resto del día lo pasábamos al aire libre paseando y charlando. Visitamos parques, playas, senderos del parque nacional, plazas y los jardines públicos. También hubo días en que nos quedábamos en su casa, especialmente en el jardín, junto a la piscina.

Había ocasiones en las que Mariana permanecía largos periodos en silencio mirando a lo lejos, como si pensara muchas cosas y algunas de esas cosas la pusieran triste. En esos momentos yo sacaba de mi bolso, Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez y continuaba mi lectura hasta que ella volvía a la realidad.

Nos encontrábamos con Sara y Lucia de vez en cuando, quienes la mayoría del tiempo estaban acompañadas de Mario y Amanda. Muchas veces trataron de persuadirnos de ir a alguna discoteca o fiesta en la playa que prometía, sin embargo, la respuesta de Mariana nunca fue diferente a: “no tengo ganas, tal vez Ana quiera ir”, igual que la mía: “yo tampoco tengo ganas”

Cierto día que Mariana se encontraba perdida en sus pensamientos, me pregunto de pronto:

-¿Por qué decides pasar el tiempo conmigo?- yo levante los ojos del libro y le respondí.
-Es relajante- ella no dijo más nada.     
    
Finalmente, como todo lo agradable en la vida, los días pasaron rápido y mi tiempo de descanso terminó.

El primer día de regreso a la universidad observe mi cuerpo en el espejo luego de bañarme,  el ejercicio que practique todas las mañanas durante ese mes lo habían moldeado. Me sentí dichosa y segura de mi misma, aunque cualquier libre pensador diría que la forma de mi cuerpo no debería determinar la fe que me tengo, no podía evitar sentirme bien.

Cuando me encontraba en la primera clase del día escuchando como el profesor nos contaba sobre la importancia de su asignatura para el resto de nuestra vida… sentí que algo llamo mi atención, al mirar me lleve una sorpresa, Isabel, la pelirroja, quien me había salvado la vida el semestre pasado y que tenía una apariencia de diosa, me saludaba desde la puerta a un ángulo que el profesor no podía verla. Sonreía y movía la mano diciendo ¡hola!, yo no pude evitar sonreírle abiertamente y devolverle el saludo. En ese momento el profesor me clavo la mirada y tuve que ponerme seria de nuevo.

Cerca del medio día, cuando ya había visto las tres clases de esa mañana, me dirigí a la estación del tren para regresar a casa. Entonces una voz masculina me llamo:

-Señorita Ana- yo me quede fría, y voltee a ver de quien se trataba.

Era un hombre fornido y obeso, llevaba lentes de sol y vestía ropa negra y chaqueta de cuero del mismo color. Se encontraba apoyando la espalda sobre un auto del año, con los brazos cruzados sobre el pecho, lo que hacía que su barriga y músculos se notaran ampliamente.

-¿Si?- le respondí, un poco dubitativa.
-¿Me recuerda?- me dijo mientras se quitaba los lentes de sol tipo aviador.

Si lo recordaba, era aquel hombre que había abierto la puerta en el local al que llevamos al abogado del padre de Mariana.

-Si- le respondí.
-Rocky me ha enviado, traigo un mensaje que contamos se lo haga llegar a la señorita León- ¿Rocky? ¿Era en serio? Fue lo que pude pensar.

El hombre fornido (al que llamare hombre fornido número 1) saco del bolsillo interior de su chaqueta un sobre blanco que me entrego, yo lo tome y lo guarde dentro de mi libreta de notas.

-¡Hola Ana!- la diosa pelirroja había llegado junto a mí, parecía cansada, como si hubiese apurado el paso.  

Me dio un beso en la mejilla y miro curiosa al hombre fornido número 1 y luego me miro a mí. El pareció ponerse nervioso, así que se monto en el auto y se marcho. Isabel lo siguió mirando y yo trate de llamar su atención para que no hiciera preguntas:

-¿Cómo estás?- le pregunte sonriendo.
-¡Bien!, te busque luego salir de clases pero me dijeron que ya te habías ido y que tomabas este camino, así que vine a ver si te alcanzaba- yo guarde silencio y ella siguió sonriendo, tenía una sonrisa muy hermosa, tal vez había aprendido a cuidarla durante sus estudios.  
-Pensé que si no estabas ocupada podríamos ir a almorzar- me dijo y volvió a sonreír.
-Está bien- le dije, estaba sorprendida y creo que no soné muy entusiasta.
-¿Segura?, si tienes algo que hacer podríamos quedar otro día-
-No, estoy libre en serio, lo siento, estoy un poco distraída-
-¿Es por ese hombre que estaba aquí? Parecía un matón ¿te hizo algo?-
-No, no, el solo… era un hombre parado allí- no estaba pensando muy bien, ¿Qué me estaba pasando?, parecía una tonta ante semejante chica.
-¿Vamos entonces?-
-Si-
-Ok-  

Caminamos hasta un restaurante cercano donde muchos estudiantes iban a diferentes horas del día, era un café que trabajaba las 24 horas, durante la noche servían tragos y los chicos y chicas se divertían viendo algún evento deportivo, jugando con naipes, jugando en las maquinas o en la mesa de billar.

Nos sentamos en una de las mesas más alejadas del bullicio de la gente que allí se encontraba, Isabel se quito su chaqueta y la coloco en el espaldar de la silla, yo no pude evitar mirar su curvada figura y la pequeña parte de su abdomen que quedo descubierta unos instantes.

-¿Qué tal tus vacaciones?- me pregunto.
-Estuvieron bien-
-¿Qué hiciste, cuéntame?- insistió mientras me toco levemente el antebrazo izquierdo.

Yo comencé mi monologo sobre todo lo que había hecho en vacaciones, ella parecía atenta, sonreía y de vez en cuando me hacía preguntas. Era lindo que alguien me escuchara, sentí que nunca antes me había pasado.   

-Me alegra que la hayas pasado tan bien-
-Gracias- le dije sonriendo. El mesonero en ese momento nos sirvió la comida y comenzamos a almorzar mientras seguíamos conversando.

-Tienes una energía diferente, te ves mucho más bella- me dijo, yo reí un poco.
-Creo que es porque me conociste en un momento en que prestaba más atención a los exámenes que a mi apariencia- le dije a modo de broma.

-¿En serio? ¿Tu apariencia?- me dijo pensativa –yo igualmente te vi bella en aquella ocasión- cuando escuche eso sentí que mi estomago brinco y guarde silencio, mientras no pude evitar sonreír, así como no pude evitar sentir mi rostro caliente.

-Te has puesto roja, ¿te he incomodado?- me dijo.
-No, para nada, muchas gracias- le respondí y luego tome de mi bebida para calmar a mi indiscreto organismo.  
-¿Y cómo fueron tus vacaciones?- le pregunte.

Ella me contó que la mayoría del tiempo la paso en casa, los amigos y amigas que tenia eran de la universidad y quiso tener vacaciones de ellos también. Sus padres eran médicos cirujanos muy importantes y ocupados, igualmente su hermano y hermana andaban con sus propios amigos. Me dio la impresión de que era una chica solitaria, que no le atraía mucho abrirse con las demás personas. Sin embargo, parecía muy agradable y dulce, además no podía evitar pensar que era muy hermosa. Ella pensaba que yo era “bella”, tampoco me había ocurrido nunca que una chica me lo dijera tan directamente. ¿Acaso estaba interesada en mi?, ¿o solo lo estaba imaginando?   

Luego de almorzar nos quedamos allí más tiempo. Me hablo sobre como era su carrera, yo le platique sobre Sara y Lucia.  

-¿Entonces Sara y Lucia son tus amigas?.. ¿Y Mariana es tu novia?- cuando me dijo esto no pude evitar sorprenderme, ¿Por qué le había dado esa idea?, ¿Habría hablado mucho de Mariana?
-No, no, no, ¡Para nada!, solo somos amigas- me importaba mucho que me creyera, así que insistí.
-¿Hable mucho de ella? Lo siento, es que pase cuatro semanas con ella y ya sabes... es como la gente que pasa mucho tiempo son su perro o su madre y luego no pueden dejar de hablar de ellos…-
-Tranquila- me dijo y me toco el antebrazo de nuevo. –Solo fue una pregunta-

En ese instante sonó mi teléfono, revise y era mi mamá, le conteste y hable unos momentos con ella. Isabel poco a poco retiro su mano, las cruzo sobre la mesa y comenzó a ojear los detalles del local mientras esperaba. Cuando corte el teléfono le dije:

-Lo siento, debo ir a buscar a mis hermanas, mi mamá me pidió el favor porque está ocupada con un paciente- Luego nos levantamos y fuimos hasta la puerta, fuera del café me dijo:
-¿Quieres que te lleve?- tengo mi carro en la universidad.
-No te preocupes, ya mi mamá mando un taxi a buscarme-
-Está bien- ella introdujo sus manos en los bolsillos de su jeans y miro al piso, parecía que estaba tomando valor para decir algo.
-¿Me das tu número?- me dijo finalmente.
-Claro- le respondí y ella lo anoto en su teléfono.
-Lamente mucho no habértelo pedido antes de las vacaciones, tal vez pudimos haber salido un par de veces-

Nos quedamos viendo un instante y luego ella acerco su mano a mi cabello y retiro una pequeña pelusa que allí había.

-Gracias- le dije casi en un susurro y ella me sonrió levemente. En eso se escucho la corneta de un carro, se trataba del taxi que ya había llegado, le di un beso en la mejilla y me fui. Ella se quedo viendo como el taxi se marchaba y yo me quede viéndola a ella mientras el taxi se alejaba. Realmente era una diosa pelirroja.   

Continuara…
Capitulo 10

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