lunes, 3 de agosto de 2015

Historia 1 -Capitulo 4-

Las clases en la universidad estaban más exigentes que nunca; presentaba un examen largo y a los tres días ya tenía otro, mientras esos tres días analizaba casos clínicos que debía entregar, y asistía a las prácticas de semiología en el hospital. Estaba como desconectada del mundo y mis únicos pensamientos estaban centrados en mi carrera, la medicina humana.

Me encontraba en la biblioteca preparándome para el próximo examen mientras leía: “las células presentadoras de antígeno reconocen y capturan a los patógenos a través de sus proteínas estructurales de membrana, es allí cuando...” suena mi celular y pierdo la concentración, es Mariana, pero la ignoro, ahora no puedo distraerme. Coloco el teléfono en silencio y lo guardo en mi bolso. 

Sigo estudiando así por varias horas, reconocimiento de antígenos, respuestas inmunocelulares, producción de citoquinas, interleucinas, mediadores químicos… noto que ha oscurecido, veo la hora en mi reloj, ¡casi las ocho de la noche!, me sobresalto y reviso mi teléfono, llamadas de Lucia, llamadas de mi mamá, llamadas de Mariana, llamadas de números desconocidos locales, llamadas de Sara. ¡Por Dios, ¿Qué le pasa al mundo hoy?! es lo que pienso. Llamo entonces a mi madre.

-Mamá lo siento, perdí la noción del tiempo en la biblioteca... es que el examen…-
-¿Dónde estás?-
-En la biblioteca de la universidad, tomare un taxi-
-No, espera, pasare buscándote- me extraño un poco, debe estar súper molesta y quiere que reciba el sermón lo más pronto posible.
-O.K- es lo único que me limito a decir.  

Espero en la plazoleta de la entrada de la universidad. Mientras escribo a Mariana un mensaje:

“Disculpa no haber contestado, me concentre estudiando y perdí la noción del tiempo. ¿Como estas?”
Veo que no se ha conectado hace varias horas, “estará con alguna chica” pienso. En ese momento se acerca el carro de mi mamá.

Me apresuro a montarme y me pongo el cinturón, cuando miro a mi madre veo sus ojos hinchados y su cara muy seria.

-¿¿Qué te ocurre??- le pregunto un poco impactada.
-El padre de Mariana ha muerto-
-¿QUEEE?- le digo sorprendida.
-Estaba en el funeral y vine a buscarte- ¡no lo podía creer!, sentí como si mi corazón se hiciera de plomo y su peso cayera sobre mi estomago produciéndome nauseas.
-¡Dios no le conteste el teléfono a Mariana temprano! ¿Qué paso?- le dije a mi madre con mis manos en la cabeza.
-Estaba en su oficina y le dio un infarto, hace como 2 horas fue que pudimos sacarlo de la morgue y llevarlo hasta la funeraria, Mariana tuvo que discutir con los forenses para agilizar el proceso porque se rehusaban a entregar el cuerpo hasta mañana- yo escuchaba a mi madre y quería creer que solo me estaba jugando la broma más pesada de la historia.
-No cargas ropa apropiada, vayamos a casa para que te cambies y luego iremos a la funeraria-   

 Comencé a escribirle a Lucia y a Sara. Sara me responde:

“Esto es terrible Ana, es lo único que puedo decir”

Mariana no tenía mamá, ella no sabe exactamente que paso con ella y ahora sin padre… ¿Qué iba a hacer cuando la tuviera al frente?, me sentía mal por no haber contestado el teléfono antes, seguramente recibió la noticia y tuvo que ir y encargarse de todo como adulta. Todas éramos mayor de edad, pero 19 años para vivir algo así no son suficientes, aunque como dijo una vez un poeta, "siempre se es niño cuando se pierden los padres".

Llegamos por fin a la casa, frente al espejo de mi cuarto pensé “ropa apropiada para un funeral”, al menos el negro me haría ver más delgada. ¡Cómo puedes pensar en eso!. Mejor dejo de pensar. Me puse un jeans con una blusa gris y una chaqueta de semicuero negro, peine mi cabello y lo deje suelto, lave mi rostro y me puse un maquillaje muy discreto, tome mis lentes de sol y baje para marcharme con mi madre.

Camino a la funeraria me sentía peor y peor, no quería ir, no quería llegar, no quería que eso estuviese sucediendo, no quería encontrarme con Mariana, ni con Lucia, ni con Sara, no quería ver al señor Augusto dentro de un ataúd. Todo esto era una terrible pesadilla.

Llegamos. Me quedo dentro del carro. Mamá baja y se me queda viendo, vuelve a entrar y se sienta.

-¿Estas nerviosa?- no digo nada, ni siquiera entiendo lo que siento.
-No- es lo único que se me ocurre contestar.
-Mariana necesita tu apoyo- sigo sin decir nada y salgo del carro. Que pase lo que tenga que pasar.

Camino lentamente hacia el interior de la funeraria, puedo sentir el olor a café y chocolate recién preparado mezclado, con el olor a flores. Veo varias coronas fúnebres de distintas empresas, veo muchas personas que no conozco, sigo caminando cruzada de brazos, hace mucho frió, el aire acondicionado esta encendido, como si el frió pudiera bajar la tensión del ambiente. Veo el ataúd al final de la sala. Sigo caminando, siento literalmente que estoy muriendo por dentro, tengo mucho miedo.

Cuando llegue a la sala donde está el ataúd, veo a Lucia y a Sara, me acerco a ellas poco a poco, Sara se levanta me abraza y comienza a llorar. Ella conocía a Mariana y a su padre hace mucho más tiempo que yo, imagino que seria como perder un segundo padre o quizás un tío. Para mi era como perder un amigo. 

Nos sentamos y Sara y Lucia seguían llorando, yo simplemente estaba en shock. Mi madre llego, se sentó a mi lado y tomo mi mano.
-¿Dónde está Mariana?- pregunte de pronto.
-Se canso de recibir el pésame y fue a descansar al cuarto que prestan a los familiares- me dijo Sara.
-¿Dónde queda?-
-Sal por esa puerta y sube las escaleras-

Me levante para ir a ver a Mariana, no sabía muy bien lo que hacía, lo que iba a decirle o como iba yo a reaccionar, solamente camine esperando que saliera de mí por naturalidad el comportamiento esperado, el comportamiento perfecto.

Encontré las escaleras y subí, daban a un hermoso balcón con un elegante cuarto. En el balcón estaba Mariana con los brazos cruzados y recostada a uno de los pilares que sostenía la estructura. Se había recogido el cabello en un moño, llevaba botas, jeans, suéter negro y una bufanda de tela palestina. No estaba llorando, solo miraba la ciudad. Volteo a verme y luego siguió mirando la ciudad, indiferente, como si mi presencia fuera para ella un invento de su imaginación. Me quede detenida al final de la escalera, todavía con la mano en los posamanos. Mariana volteo a verme de nuevo.     

Camine entonces hacia ella con más velocidad de la que hubiese deseado, la abrace de inmediato y ella me abrazo. Coloco su cabeza con ternura sobre mi hombro, como si hubiese estado esperando ese abrazo, el cual se atraso por mi estupidez.



-Lamento no haber llegado antes, me entretuve en la universidad como tonta. Lo siento mucho- 
-Esta bien- me dijo casi en un susurro. 

Cuando me soltó una lagrima corría por su mejilla.

-Lo siento mucho, esto es...-
-Una mierda- acoto Mariana.
-Si, así es- respondí. 

Ella se limpio la lagrima con el puño de su suéter y se fue a sentar al sofá, mientras yo la seguí. 

-Las personas saben cuando van a morir- dijo cuando se sentó. 
-¿Por que lo dices?- le pregunte.
-Mi papá llevaba dos o tres semanas diciéndome que saliéramos a cenar, o a comer helado, que viéramos una película juntos... es como si lo hubiese sabido- yo solo guarde silencio. 
-Yo lo único que hice fue ignorarlo y salir con otras personas a divertirme- luego continuo. 
-Quien sea que planee estas cosas debe estar riéndose de mi ahora-  
-Aleja esos pensamiento de ti, te hacen daño. Estoy segura que el estaba contento contigo en todos los sentidos, y muy orgulloso, especialmente se le veía muy orgulloso cuando sabia lo de las chicas-

Mariana sonrió, luego volteo a mirarme y me tomo la mano. Después de unos momentos su expresión cambio y me dijo de manera brusca:

-Vete de aquí, ¡déjame sola!- yo quede en shock con los ojos como platos.
-¿Que?- fue lo único que alcance a decir, ella se levantó del sofá y camino de nuevo al balcón. 
-Ya te lo dije, vete, no te quiero aquí-  yo me levante mientras seguía muy confundida por su reacción. 

En ese momento llegó Sara acompañada por un hombre de traje. 

-Mariana, este señor insiste en verte, dice que debe conversar contigo- 
-Buenas noches señorita León- dijo el hombre mientras le extendía la mano a Mariana para saludarla. 

Yo aproveche para bajar las escaleras, estaba furiosa, Mariana estaba loca, sufría de soberbia y pedantería, me iría a mi casa. 

-¡Ana!, ¡Ana!- Sara me seguía. Yo me detuve y voltee.
-¡¿Que!?- le respondí mas áspero de lo que hubiera deseado. 
-No te vayas- 
-¡Esta demente!, ¡es una mal educada!. !ya no la entiendo!, ¡no la aguanto!-
-No lo pido por ella, lo digo por ti... te vas a arrepentir y a sentir culpable si te vas-
-¡No me importa!- 
-Si, te importa- yo guarde silencio con los brazos cruzados y los ojos se me llenaron de lagrimas.
-Todas te necesitamos, hasta el Sr. Augusto te necesita- 
-Ya cállate- fue lo único que pude responder y ella me abrazo. 
-Vayamos a tomar un vaso de agua- sugirió Sara y nos fuimos a ello. 

Más tarde nos encontrábamos Sara, Lucia y yo, recibiendo un pésame que no nos correspondía del todo, de personas que no conocíamos, los cuales vestían elegantes trajes o vestidos negros que hacían parecer que no estábamos vestidas apropiadamente para la ocasión. 

-Mi sentido pésame- nos dijo un hombre mientras estrecho nuestras manos. 
-¿Por que nos dan el pésame?- pregunte en un susurro.
-Mi sentido pésame- 
-Han de pensar que somos su familia- respondió Sara.
-Lo siento mucho- nos dijo una mujer que nos abrazo fuerte a cada una. 
-Quizás suponen que alguna de nosotras es Mariana- opino Lucia. 
-Mi sentido pésame- 
-¿Quien es el hombre que pidió ver a Mariana?- pregunte. 
-Mi sentido pésame- 
-Dijo que era su abogado- respondió Sara. 
-Mi sentido pésame- 
-Ya llevan mucho rato hablando- opino Lucia. 
Mi sentido pésame-
-Es cierto, deberías  ir a ver si esta bien- le sugerí a Sara. 
-¿Por que yo? debería ir Lucia- respondió ella.  
-Mi sentido pésame-
-¿Por que yo?- pregunto Lucia. 
-Lamento su perdida- 
-Eres buena interrumpiendo a la gente- le respondió Sara. 
-Reciba mis más sentidas condolencias- el anciano nos dio un beso a cada una. 
-¿Me estas diciendo mal educada?- Lucia se hizo la ofendida. 
-Mi sentido pésame- 
-Se refiere a que eres encantadora...- le dije a Lucia. 
- Mi sentido pésame- 
-Cuando interrumpes la gente no se molesta contigo- Lucia sonrió, pero luego tuvo que ponerse seria de nuevo. 
-Mi sentido pésame- 
-Si no fueras como mi hermana te invitaría a salir por ese piropo- luego me guiño el ojo y se marchó. 

Cuando ya casi era media noche, la funeraria quedo vacía, mi madre se fue a casa y yo y las chicas nos quedamos en esa lúgubre sala junto al ataúd del padre de Mariana, quien no había bajado en toda la noche. Cada momento hacia más y más frió, lo que evitaba que me quedara dormida, sin embargo en algún momento no supe más de mi. 

Alguien toco mi brazo, al abrir mis ojos de nuevo ya había salido el sol. 

-Aquí tienes un café hija- era mi padre. Yo lo abrace inmediatamente, sentí mucha alegría de verlo, lo había extrañado horriblemente toda la noche. 
-Me alegra verte papá- hasta los ojos se me llenaron de lagrimas. El mientras me abrazaba me dijo:
-Es duro vivir estas situaciones, imagino lo que sentirás- 
-¿No te vas a morir verdad?- le dije al oído como una niña pequeña.
-No planeo hacerlo mi niña, pero ya sabes como son este tipo de cosas- yo lo solté y lo mire a los ojos, ya con las lagrimas corriendo libremente por mi rostro. El me sonrió con amabilidad y las seco con su pañuelo. 
-Tienes que ser fuerte porque cuento contigo-
-¿Para que?- 
-Para que cuides de la familia si yo no puedo hacerlo- 
-¿Es porque soy lesbiana?- el rió un poco.
-No, es porque eres noble y tienes buen corazón, ademas de ser la hija mayor-   
-Ya no hablemos de esto- le dije mientras miraba a mi alrededor. 
-¿Donde esta el Sr. Augusto?- 
-Ya se lo llevaron- respondió mi padre. 
-¿¿Donde??- le pregunte horrorizada. 
-Al crematorio, luego sera el funeral- 
- Todo esto es...- 
-Un pésimo momento- termino mi padre. 
-¿Donde están las chicas?- pregunte.
-En la sala del funeral, ahí esperan a que todo termine y entreguen los restos-
-Vamos- le dije a mi padre con pesar. 
-Esa es una linda bufanda- luego de su comentario mire mi cuello y era cierto, llevaba una bufanda, la bufanda de Mariana, ¿Como habría llegado ahí? 

Esperamos por unas dos horas, luego un religioso subió al podio y hablo durante una hora sobre como reponerse a la perdida y de que las personas no mueren mientras sigan en nuestro corazón. Posteriormente el socio del Sr. Augusto hablo una media hora sobre lo bueno que el fallecido era en los negocios y con sus empleados. 

Soportamos de nuevo unos 20 minutos de condolencias y finalmente todos se marcharon. El padre de Mariana yacía en una hermosa vasija en los brazos de su hija. 

En el estacionamiento Lucia tomo la camioneta de Mariana y mis padres subieron a su carro. Yo me acerque a Sara y Mariana mientras se subían al vehículo. 

-Aquí tienes tu bufanda- le dije a Mariana. Ella le paso la vasija a Sara me tomo de la mano y me llevo unos metros más atrás. Luego me abrazo y me dijo al oído:

-Quédate con ella hasta que me perdones por todas las ocasiones en que te he faltado el respeto- yo permanecí perpleja, ausente de su abrazo, evidentemente aun estaba enojada con ella. 

Continuara... 

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