-No he besado a ninguna chica- le confesé con un poco de vergüenza.
Estábamos en el parque nacional, habíamos llegado allí en la Vespa 2000 color
turquesa que conducía Mariana aquellos años. La temperatura era fría, nos
rodeaban árboles milenarios de hojas muy verdes, debajo de ellos se había
acumulado gran cantidad de hojarasca sobre la que tendimos una manta de día de campo
y nos acostamos a charlar. Habíamos llevado con nosotras bocadillos dulces y
salados. Según Mariana, aquel rincón especial no era muy frecuentado y ella lo
consideraba su “lugar secreto”. Hace tres semanas que nos conocíamos, pasaba
buscándome eventualmente por mi casa y me llevaba a conocer algún lugar
interesante, adoraba a mi nueva amiga.
-¿Y como estas segura de que te gustan las chicas?- me pregunto.
-Siempre sentí que me atraen, y enloquecí por una hace como un año.
Era morena, femenina, muy dulce, tenía una sonrisa blanca y perfecta, usaba el
cabello un poco corto. Yo le enviaba cartas y ella me las contestaba, cuando me
pidió conocernos, me asusté y deje de escribirle-
-¿Por qué?-
-Ella no sabía que quien le escribía era mujer-
-¿Cómo lo sabes?-
-Nunca se lo aclaré, y además escuche que le contó a una amiga que un chico
muy tierno le enviaba cartas-
-¡Puf! Eso debió doler, jajaja-
-¡No te burles!- le dije riendo también y continúe –Después de eso se lo
dije a mis padres. ¿Cuántas chicas has besado tú? ¿Siete? ¿Quince? ¿Diez mil?-
-No tantas. Pero si he sido precoz con respecto a ti, la primera vez que
bese a una chica tenía 12 años-
-¿Cómo fue?-
-Estaba comenzando la secundaria, nos gustábamos, pero nuestra relación fue
muy corta. Su padre nos descubrió besándonos-
-¿Y qué paso?- le dije expectante y con mis manos tapando mi boca.
-Estábamos en su casa. Me encerraron en una
habitación y no me dejaron salir hasta que llegó mi papá-
-¿Y qué hiciste?-
-Nada, sentarme a esperarlo mientras jugaba en mi celular-
-¿Lo tomaste así de bien? ¿No te asusto lo que pensaría tu padre?-
-No, estaba segura de que no me haría nada-
-¿Por qué?-
-No lo sé- me respondió ella encogiéndose de hombros.
-¿Cómo termino todo?-
-Mi ex suegro le reclamó colérico a mi papá por mi comportamiento, él me
tomó de la mano y le escuchó todo el parlamento con una expresión muy seria,
luego le preguntó si ya había terminado. El hombre le respondió que sí y nos marchamos, en el carro me pregunto si me
habían lastimado, yo le dije que no y no hablamos más nada. Al día siguiente
era sábado, me despertó y me dijo que me iba a llevar a un lugar donde me
ayudarían, yo pensé que iba a llevarme a uno de esos sitios religiosos donde tratan
de cambiarte. Pero no, me llevo a la fundación LGBT, así que desde los doce
años he estado asistiendo-
-¿A cuántas chicas has besado?- le pregunte de nuevo y ella río, luego me
dijo:
-Lo que te puedo decir es que cada chica es diferente. Algunas te quieren
tragar, sobre todo las que han besado chicos, he llegado a pensar que tal vez
los chicos besan así- me dijo pensativa y yo me retorcí y estremecí al imaginar
lo desagradable que aquello sería.
-Otras no abren mucho su boca y solo les gusta el contacto labio-labio.
Están también las que les gusta mucho morder, las que quieren que le beses el
cuello inmediatamente y por supuesto las que saben dar el beso de una forma
¡perfecta!-
-Eso suma cinco chicas- les dije contando con mis dedos los tipos de besos
que había mencionado.
-Jajaja eres muy astuta- me respondió.
-¿Y cómo es un beso perfecto?-
-No te preocupes por eso, lo que importa es como te sientes con
esa persona. Si te gusta y si la quieres, todos los besos serán perfectos- después
nos quedamos pensativas un rato.
-Creo que tendré problemas cuando llegue el momento de besar a una chica-
le dije.
-No te preocupes, solo debes ser natural-
-Me moriría de la vergüenza si me entero de que me consideran una tragona- me
estaba comenzando a sentir ansiosa.
-Hazme caso, no te preocupes, lo harás bien- me animó de nuevo Mariana.
-¿Y si le gusto a una chica y cuando me bese le dejo de gustar por ser
terrible besando?- ya la inseguridad y la ansiedad se había apoderado de mi.
-¡Ay dios mío!- dijo Mariana exasperada mientras subía con dramatismo sus
brazos al cielo. Yo solo la mire en silencio.
-Hagamos algo- me propuso –Te besare esta única vez para demostrarte como
debes hacerlo, pero tienes que tener claro que no nos gustamos, que no estamos
enamoradas y que solo soy tu amiga- yo reí un poco.
-¿Es en serio?- le dije al ver que permaneció seria.
-Si tu quieres, porque ya me estas exasperando con toda esa incertidumbre- me dijo señalando los alrededores de mi cuerpo.
-Lo pensaré- le dije –¡Está bien!- le respondí seguidamente. Ella rió y me
miro como sorprendida.
-¿Segura?-
-Si-
-¿Recuerdas las condiciones?- me pregunto.
-Somos amigas, no nos gustamos, no estamos enamoradas y solo será esta vez-
le repetí ceremonialmente.
-O.K- me respondió ella, luego se coloco de lado y me indico que me
acercara, yo también me coloque de lado.
Ella colocó su mano sobre mi cadera y llevo mi cuerpo un poco más cerca al
suyo, mi reacción fue respirar profundamente. Me sonrió y aproximo su rostro al mío, luego
con delicadeza, aparto unos mechones de mi cabello y los coloco detrás de mi
oreja derecha, instintivamente mordí mi labio inferior, mientras Mariana se
acerco a mi oído y me susurro:
-¿Ves lo que hago? ¿Ves como te hace sentir? Es juego previo, si lo haces
las chicas sentirán aún mas deseo de besarte- yo solo pude sonreír, asentir y volver a respirar profundamente.
Se retiro de mi oído y pude sentir su respiración paseándose por mi
mejilla, eso hizo que mi piel se pusiera de gallina, cuando estaba cerca de mis
labios me dio un pequeño beso, y yo tome con mi mano su brazo izquierdo. Me
beso de nuevo esta vez entre mi mejilla y una parte de mis labios, no me pude
aguantar más y busque sus labios para besarla enteramente. Cuando los hallé, me
di cuenta que los tenia entre abiertos y comencé a besarla, una, dos, tres
veces y ella me correspondía. El mejor momento fue cuando nuestras lenguas se
acariciaron, desaparecí del mundo y me entregue por completo a aquella
sensación tan exquisita, tan única, tan ausente a mis sentidos hasta ese
inolvidable momento. Su mano subió por mi espalda, y la mía se paseó de su brazo
hasta su cuello, la quería tener aún más cerca, como si aquello fuese posible.
En ese momento se separó de mi, y yo me sentí como niña huérfana y muy
sedienta.
-Debemos parar ya, me encantan las mujeres y esto se podría complicar- me
dijo y se acostó boca arriba de nuevo.
Yo no podía ni hablar, venia aun descendiendo o subiendo o corriendo (¿Quién
lo sabía?) de donde sea que había ido a parar mi conciencia y mi entendimiento.
Mariana respiro profundamente y coloco sus manos detrás de su cabeza, entonces
yo la mire y le pregunte:
-¿Cómo lo he hecho?-
-Bastante bien, me has sorprendido- me respondió.
-¿No estarás mintiendo porque te doy pena?- le pregunte dubitativa. Ella me
miro y me sonrió.
-En serio, has estado bien, no tienes por qué preocuparte- sus ojos parecían
sinceros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¡Gracias por comentar!