lunes, 10 de agosto de 2015

Historia 1 -Capitulo 7-

-Ana... Ana...- parpadee un poco hasta que logre enfocar.

Me encontraba en una habitación blanca y llena de luz, ya había salido el sol y frente a mi estaba Mariana. Recordé en ese instante que había pasado la noche en su casa.

-¿Qué pasa?-
-¡Vayamos a correr!-
-¿Qué?- le respondí confundida.
-¡Vayamos a correr!- me repitió mientras me zarandeaba.
-¿Por qué?- le pregunte aun confundida.
-Porque podemos, porque es sano y porque no tenemos otra cosa que hacer- me respondió sonriente.
-Si tenemos… ¡dormir!, ayer nos acostamos muy tarde viendo esa pésima película- luego me arrope y me acomode en el colchón buscando comodidad. 
-¡Vamos! ¡Por favor!-
-No puedes simplemente decidir correr un día, tienes que preparar tus articulaciones con ejercicios previos, ¿Qué hora es?- 
-Las 6:00 a.m-
-¡¿Cómo?!- le pregunte sorprendida mientras me sentaba en la cama, pero ella me ignoro y continuo hablando.
-Sí, lo sé, lo leí en internet, pero pensé que como tenemos 19 años hace poco que dejamos la adolescencia  y tenemos articulaciones jóvenes que no tendrán ningún problema- 

¿Lo había leído en internet? Fue lo único que pude pensar.

-¡Vamos!- me insistió efusivamente.
-¡Esta bien!- le dije y me levante.

Mariana ya había preparado ropa deportiva para mi, y ella ya vestía la suya, se le veía emocionada, la verdad su comportamiento era intrigante, así que decidí seguir la corriente, en realidad correr no era malo. 

Hicimos el estiramiento que Mariana había “consultado en internet” y comenzamos a trotar por el vecindario. Cuando llevábamos 6 manzanas me comenzó a preocupar mi salud cardíaca.

-Mariana, puedo sentir que me laten las arterías iliacas- le dije como pude.
-¿Y dónde quedan?- me pregunto también muy cansada.
-Vienen de la aorta y se dividen para darle sangre a las piernas-
-Eso es bueno ¡estas viva!-
-Estoy a punto de un infarto- le respondí.
-¡Esta bien! Regresemos, pero a velocidad máxima-  

Dio la vuelta y se fue corriendo muy rápido. Extrañamente eso me motivo y la perseguí con todas las fuerzas que pude, y aunque casi la alcance, al final obtuvo la victoria llegando primero a su casa.

Cuando estuvimos frente al portón, yo estaba hiperventilando como nunca en mi vida. Me doble para que entrara mejor el aire a mis pulmones, mis piernas las sentía latiendo y ardiendo, me sentía al extremo, joven y viva.  Entonces comencé a reír.

-¿Ves? Fue divertido- me dijo una Mariana jadeante mientas se encontraba agachada, con una rodilla en la cera.

El sudor me rodaba por la cara a chorros y me di cuenta que mi franela estaba muy húmeda por la misma causa.

-Esto es asqueroso- dije al mirarme la franela.  
-¿Por qué? Es prueba de tu esfuerzo, ¡bañémonos en la piscina!- luego toco la puerta, el portero le abrió y salió corriendo al interior del jardín de la casa, yo estaba perpleja.

La seguí caminando y observe como se quito los zapatos y se lanzó tal como andaba. Cuando llegue al borde de la piscina me animaba a que la siguiera.

-¡Vamos Ana! ¡Ven aquí!- yo aun trataba de normalizar mi frecuencia respiratoria.
-¡Es relajante!- me insistió. Finalmente me quite los zapatos y la seguí en su segunda excentricidad del día.  

El agua estaba fría, pero se sentía muy bien. Me zambullí unas tres veces y estire los músculos de mi espalda, mis brazos y mis piernas. Era cierto, me relajaba.

-Ven a flotar conmigo- me dijo más tarde, luego estiro los brazos y las piernas y se acostó sobre el agua boca arriba. Su rostro y su pecho permanecieron en la superficie. Entonces yo la imite.

Tuve que cerrar mis ojos porque la luz del sol me molestaba, no se escuchaba nada y estaba allí a la merced del movimiento del agua, si todo habría estado oscuro, me hubiese dado un poco de miedo. 

¿Por qué Mariana estaría actuando tan raro esta mañana?, tal vez era su manera de vivir el luto. ¿Cuáles eran las partes del luto?, ah sí, la negación, la aceptación, la depresión… no recordaba las demás, tal vez luego vendría la locura o la modificación de la conducta para que no sonara tan cruel. Leería sobre eso después, creo que una buena doctora sabría eso…

En ese momento sentí que alguien me observaba, así que abrí los ojos y al borde de la piscina estaba Sara con cara de ¿Qué rayos hacen? De la sorpresa perdí el equilibro y me hundí.

Cuando emergí de nuevo a la superficie, me di cuenta que Mariana también se había percatado de la presencia de Sara y había igualmente dejado de flotar.

-¿Qué hacen en la piscina vistiendo así?- nos pregunto Sara. -¡Hasta las medias las tienen puestas!-
-No importa que no tenga madre, Dios me envió a Sara- me dijo Mariana con sarcasmo. Luego procedió a salir de la piscina y yo la seguí.
 
Mientras nos cambiamos, Sara nos preparo el desayuno. Cuando nos sentamos en la mesa, Mariana parecía que había perdido toda la energía con la que había despertado, Sara se veía incomoda y que trataba de lucir seria. Todas estaban actuando muy raro, sobre todo por el silencio. Yo me limite a desayunar.
 
-¿Qué tal estuvo la lectura de testamento?-
-El abogado nunca apareció-
-¿Se comunico contigo?-
-No-

Luego mas silencio. 5 minutos después.

-Pensé que podría invitar a Mario a venir aquí-
-Estás en tu casa- le respondió Mariana.
-Podría también invitar a Lucia y Amanda-
-Como ustedes quieran, yo acompañare a Ana a ver unos equipos médicos que debe comprar para su próximo semestre- “¿Qué? ¿QUE?” pensé mientras trate de fingir indiferencia.
-¿En serio?, ¡que emocionante!, ¿Qué equipos médicos comenzaras a usar?- me pregunto Sara.
-Ehh.. Un estetoscopio y tensiómetro- le respondí lo más natural que pude.
-Mejor nos vamos ya- dijo Mariana, se levanto de la mesa de un salto y yo la seguí.
-Les guardare pizza- nos dijo Sara. Mariana tenía razón actuaba como una madre que trata de contentar a su hija.

Subimos a la camioneta y partimos sin cruzar palabra. Mariana condujo y condujo hasta que llegamos a la plaza más grande de la ciudad, donde por fin se estaciono. Luego bajo los vidrios y apago el vehículo.
   
-Lamento haberte involucrado en esa mentira- me dijo con la mirada fija al frente. Yo la mire y guarde silencio.
-Eres ideal para estos momentos, no haces preguntas aunque tengas curiosidad- luego continuo su monologo -Sara espera que vuelva a ser la persona que he sido siempre, pero no quiero- luego respiro profundamente, se recogió el cabello en un moño, volteo a verme con una sonrisa de medio lado y empujo levemente mi hombro izquierdo.
-¿Qué?- le dije devolviéndole la sonrisa.
-¿Damos un paseo?- le asentí, luego subió los vidrios, bajamos de la camioneta y dimos una vuelta caminando por la plaza.

Había muchas ardillas que desde las copas más bajas de los arboles se acercaban a las personas y le extendían las manitos pidiendo golosinas. Los que consumían cotufas o algodón de azúcar les ofrecían, hasta que un guardia llego pitando con un silbato y reprendió a las personas diciendo que les hacía daño a los animales y estaba prohibido, sin embargo, las palomas y las ardillas no dejaron de seguir a los que comían dulces. Luego nos quedamos un rato apreciando la música proveniente de un violín que un anciano que vestía traje y sombrero de los años cuarenta tocaba. Más adelante había un hombre con marionetas que entretenía a los niños que había por allí, a cambio de unas pocas monedas, así como también estatuas humanas que tomaban divertidas poses cuando las personas se colocaban a su lado para fotografiarse.

Finalmente nos sentamos en un banco que gozaba de la sombra de los antiguos arboles que había en aquel lugar.
      
-¿Sabes? Últimamente he pensado que no tengo prosecución- me dijo Mariana luego de un rato.
-¿A qué te refieres?-
-Te veo a ti y sé que te graduarás, serás buena doctora, conocerás a una linda mujer, te casarás, tendrás hijos, nietos. Igual veo a Sara y a Lucia en ello, pero me miro a mi misma y solo veo el ahora, con los alrededores desordenados, no tengo una dirección para continuar-   
-Mi vida se oye muy aburrida- las dos reímos.
-Lo cierto es que no tengo prosecución y eso me asusta- Mariana parecía realmente preocupada. 

Desde que terminó la secundaria ha vivido en vacaciones prolongadas. Quería ayudarla a que se sintiera mejor, como ella siempre había hecho conmigo desde que nos conocimos.

-Es muy fácil, encuentra tu prosecución-
-¿Crees que soy capaz?-
-¡Por supuesto!-
-Lamento estar tan depresiva- me dijo con pesar, luego de decir eso me abrazó unos momentos y posteriormente me dio un gran susto.
-¡Debemos ir a visitar al abogado!- dijo efusivamente y con sus manos en mis hombros.
-¿Qué?- le respondí confundida.
-El abogado está en una clínica, ¿cierto?, ¡vayamos allá a ver si despertó!-
-¿Y como sabrás en que clínica esta?-
-Buena pregunta- me respondió pensativa.
-¡Ya lo sé!, llamare a la secretaria de mi padre, ella debe tener el número de alguien que le pueda dar esa información-

Luego  saco el teléfono y después de un par de llamadas y una espera de 30 minutos en las que charlamos sobre temas banales y más alegres, nos enteramos donde se encontraba el abogado y nos marchamos a visitarlo.

Cuando llegamos a la clínica, estacionamos en el sótano y nos acercamos al ascensor para subir a la planta baja, donde preguntaríamos en que  lugar se encontraba. Al momento del ascensor abrirse un grito nos sobresalto:

-¡Mariana!-

Las dos estábamos charlando, así que con aquel alarido volteamos sorprendidas y en el interior del ascensor se encontraba el hombre de traje que subió aquel día a la habitación de la funeraria, pero en esta ocasión, tenia múltiples laceraciones  y hematomas en el rostro y otras partes visibles de su cuerpo, además vestía el traje de un médico, obviamente estaba huyendo.

-¿Licenciado?- le respondió Mariana confundida y él se abalanzó sobre ella y la tomó por los brazos. 

Mi corazón comenzó a latir muy rápido y estaba preparada para patearlo si era preciso. Sin embargo, segundos después note que su intensión no era atacarla.

-¡Debes ayudarme! ¡Por favor! ¡ayúdame a salir de aquí!- parecía un poco lunático, miraba alrededor y casi se ponía de rodillas a suplicarle a Mariana mientras no la soltaba de los brazos.
-¡Ayúdame! ¡Por favor Mariana! ¡Ayúdame!-
-¿Cómo puedo ayudarlo?- le pregunto Mariana, mientras yo pensé ¿¿Qué??
-¡Llévame a un lugar seguro! ¡Tengo un lugar seguro! ¡Llévame por favor!- balbuceo aquel hombre. 
-Está bien, solo cálmese- 

Mariana se desprendió de los brazos de él, lo tomó por la mano izquierda y lo condujo a su camioneta, yo me quede paralizada junto al ascensor, me encontraba muy dubitativa sobre aquella situación.

-¡Rápido Ana!- me dijo Mariana en susurro. Yo la seguí y por supuesto trate de persuadirla sobre el peligro de hacer lo que el hombre le pedía.

-¡Mariana!, obviamente se está escapando, un paciente no se puede retirar sin consentimiento médico, a menos que el mismo paciente lo autorice, si se enteran que lo ayudamos ¡nos pueden culpar de secuestro! y el secuestro ¡se paga con cárcel!- cuando termine de darle mis razones para que recapacitara, ya  ella estaba ayudándolo a subir al asiento trasero de la camioneta.

-¡Mariana!- le dije en forma de reclamo. Ella cerró la puerta y me dijo.
-Está muy alterado Ana, debemos ayudarlo, tiene miedo- luego montó en su asiento.  
-¿Vienes o no?- me dijo. Yo respire, maldije por lo bajo y subí al asiento del copiloto.

El abogado se encontraba tendido sobre el asiento trasero y respiraba entrecortadamente, parecía tener mucho dolor. Mariana arranco el vehículo y luego le dijo:

-Bien, ¿Dónde lo llevo licenciado?-
-Llévame a Bahrein-
-¡¿A la disco gay?!- dijimos las dos al mismo tiempo.
-Si, por favor, por la parte de atrás-

Mariana y yo cruzamos miradas, ambas estábamos extrañadas de que un hombre como aquel pidiera ir a un lugar tan particular.

-¿Me va a contar que fue lo que ocurrió?, ya sabe por todo eso de que le estoy haciendo un gran favor- le dijo Mariana mientras lo miraba por el espejo retrovisor.

El abogado se sentó como pudo y se acercó al asiento de Mariana.

-Querían tu testamento- ella no se inmuto.
-¿Y se los dio?-
-¡Por supuesto que no! ¡Soy completamente leal a tu padre!- le respondió ofendido.
-¿Cuándo me va a dar mis bienes?- le pregunto Mariana ignorando los reclamos del hombre.
-No lo sé, debo averiguar primero quien envió a esos matones- yo voltee a verlo y parecía menos inestable que hace rato, aunque su rostro estaba bañado en sudor. Probablemente tendría fiebre.

Mariana frenó y se estaciono.

-¡¿Qué haces?!- le pregunto el abogado recuperando su estado de ojos saltones y nerviosos que miraban a todos lados.
-¡¿Cómo quiere que reaccione a lo que me acaba de decir?!- le reclamo Mariana.
-Mariana, debes confiar en mí, le soy absolutamente leal a tu padre, cuidare de ti y de tu patrimonio. Pero debo resolver esto, mientras no tengas tus bienes es mejor para ti, porque si quieren apoderarse de ellos podrían intentar hacerte daño, pero si te hacen daño ahora, cuando aun no has heredado, todo pasara a caridad-  mientras le dijo esto colocó su mano en el hombro derecho de Mariana y estaba muy cerca de su oído, parecía un demonio de ultratumba tratando de corromper a una inocente chica.

Ella sacudió su hombro para apartar la mano, se volteo y le dijo de frente:
-¡No confió en usted! ¡Ni siquiera lo conozco!- a pesar de haber dicho aquello, arrancó de nuevo la camioneta y seguimos camino a Bahrein.

Cuando llegamos a la parte trasera del local, el abogado me pidió que bajara, tocara la puerta y avisara que había llegado Rocky.

-¿Es en serio?- le dije incrédula y con risa burlona. El resoplo y miro a Mariana.

Ella me dijo con la expresión “ve”, igualmente pensé  “¿Cómo sé que cuando baje no va a atacar a Mariana?” y mi corazón lloró.

Finalmente baje, y aun incrédula toque la puerta trasera de la disco, al poco tiempo un hombre fornido y obeso abrió, me escudriño con la mirada y me pregunto:

-¿Qué quieres?-
-Trajimos a Rocky- le dije con tono monótono.

El tomo expresión de sorpresa y llamó a otro hombre igualmente fornido y obeso, ambos salieron conmigo hasta la camioneta. Cuando el abogado abrió la puerta, lo ayudaron a bajar como si se tratase de alguien importante.
   
-Mariana, recuerda lo que te dije en el funeral de tu padre, vendrán a ofrecerte mucho dinero por las acciones de tu empresa, ¡no la vendas por ningún motivo!, es una orden de tu padre. Recuérdalo. Cuidare de ti, lo prometo, solo debo organizar mi gente-

-Vamos ya Rocky- le dijo uno de los hombres fornidos mientras lo ayudaban a caminar. Mariana y yo cruzamos miradas.
-Sera mejor que se vayan de aquí- nos dijo el otro hombre fornido.  
-¿Rocky?- le dije a Mariana con los brazos cruzados.
-Ni idea, a mi me dijo que se llamaba Hugo Fernández-

Continuara…  
Capitulo 8

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