sábado, 22 de octubre de 2016

Historia 1 parte 2 -Capitulo 27-

Tenia 5 minutos de retraso cuando llegué a la oficina de Juana. Nos saludamos con cortesía e inmediatamente fuimos a los temas. 

Conflictos aquí, reclamos allá, asuntos por tratar, cosas que exigir... en fin, aburrido trabajo de oficina. 

Cuando casi se cumplía media hora de estar reunidas, un chico delgado de aspecto amanerado se dispuso a servirnos café. Fue entonces cuando caí en cuenta.

-¿Dónde esta la señora Irene?- pregunte.

-¿Quién?- me respondió Juana distraída.

-La señora Irene, la que servía el café las últimas veces que estuve aquí- Juana lo pensó un poco y me respondió:

-La despedí-

-¡¿Por qué razón?!- pregunte sorprendida pues me había dado la impresión de ser una trabajadora ejemplar.

-Por holgazanear- me respondió con desdén como si con esa explicación el tema quedaría cerrado.

-¿Que hacia cuando la descubriste holgazaneando?- insistí.

-Estaba dormida en una silla... bien aquí puede ver la manera de como entregaremos el informe al SOMA...-

-¿Que te dijo cuando preguntaste por qué se quedo dormida?-

-No le pregunte, solo la despedí- me respondió con fastidio como quien entiende lo que se avecina.

-¿Como puedes despedir a una trabajadora ejemplar por encontrarla una vez, UNA VEZ dormida? Debe existir una razón por la que tenía sueño-

-No puedo determe en esos temas- con risa sardónica le dije:

-Claro que DEBES detenerte en esos temas. Es obvio que no lo entiendas pues ¡Seguro tu vida es cómoda! Puedo hasta imaginarlo... 

Te levantas, te bañas con agua caliente, vistes tu ropa de marca y cuando sales de la habitación tus empleadas tienen el desayuno servido en la mesa, luego montas tu auto y sales a trabajar. Llegas a tu oficina donde encuentras todo ordenado, aseado y con un café caliente sobre el escritorio esperándote. ¡Eres las jefa! Te dedicas a conversar con otros jefes y a presionar a tus subordinados para que cumplan con sus obligaciones y no te dejen mal parada. Al final de la tarde te marchas, un poco más tarde o un poco más temprano, no tienes a nadie que te juzgue por ello, todo depende de tu ánimo del día.  Quizás salgas a recrearte, quizás vayas directamente a tu casa, que hallarás limpia, igualmente tu ropa lavada, planchada y la cama hecha. Preparas algo de cenar, ordenas que te lo preparen o compras comida rápida que recibes directamente en casa. Decides que tuviste un día muy productivo, muy cansado o un día de mierda y te vas a dormir a tu cómoda habitación.

Nuestros empleados son siempre personas humildes, de bajos recursos, y cuando son mujeres es aún más dura su vida. Probablemente la señora Irene se levanta de madrugada para preparar desayuno y almuerzo a su esposo e hijos. Quizás su esposo esta enfermo, muerto, ausente o sea un idiota y sea ella quien mantiene el hogar. Quizás después de preparar la comida limpie lo más que pueda su casa o lave su ropa, hasta donde le alcance el tiempo. Lo que si es seguro es que viva en la parte más pobre de la ciudad que en transporte público queda a hora y media de tu oficina. Haciendo todos los días un viaje de hora y media para venir y un viaje de hora y media para ir, viaje donde recibe empujones o debe apretarse junto a otros cientos de obreros para poder caber y no tener que esperar el próximo bus o el próximo tren que pueden hacerla llegar tarde a su trabajo. Después de todo aquello llega aquí a la hora que probablemente tu estas desayunando y comienza a limpiar, ordenar y prepararte café para que tu trabajes en un ambiente hermoso y no tenga que soportar tus regaños por fallar en su trabajo. Al final del día se marcha luego que tú y llega a su casa quizás a cocinar, limpiar y lavar un poco más. Además atender a su esposo o hijo enfermo o ayudar a alguno a hacer la tarea. Su hora de dormir puede que sea mucho después que la tuya o tal vez no, pero si se queda dormida en el trabajo le deben estar resultando insuficiente esas horas de descanso... 

¿Ves el contraste en el día de cada quien? ¿Pasar por todo eso no es una razón suficiente para agotarse y quedarse dormida alguna vez?-

-Quizás defiendes a una holgazana- respondió a mi parlamento.

-Eso es lo que quiero que averigües cada vez que se te ocurra juzgar el comportamiento de los empleados, si no lo haces ¡no puedes trabajar para mí!-  Juana me miro con cólera infinita y yo le sostuve la mirada con severidad.

En una ocasión mi padre se encontraba enfermo y llego a casa temprano. Me hallo en el sofá viendo la televisión mientras le ordenaba a las empleadas de servicio que me dieran golosinas directamente en la boca a la par que hacían mi tarea. Jamás me he sentido tan culpable y avergonzada de mi comportamiento como aquella vez. Mi padre se sintió furioso y me dicto un sermón parecido al que le di a Juana, enseñándome de un tajo que lo que había estado haciendo era una completa falta de respeto, que aunque tuviéramos dinero debíamos cumplir con nuestras propias responsabilidades y lo más importante, a los empleados les pagamos por sus servicios y debemos estar agradecidos de su trabajo, el dinero que reciben no es una declaración de humillación y esclavitud ni mucho menos ponen en venta su dignidad. 

Adicional a eso yo también había sido la empleada "insuficiente" y "holgazana", si no le entregas tu alma a las empresas para las que trabajas es lo que siempre serás para los jefes. No podía olvidar como se sentía ser empleado, no podía olvidar como la desigualdad que impera en el mundo me había escupido la cara. No podía permitir que en mis empresas se repitiera la misma historia.

-La volveré a contratar si eso la hace feliz- me respondió con frialdad.

-Envía su historial a mi oficina, no quiero que vuelva a trabajar para ti- estaba muy enojada y Juana lo notó, cambiando su expresión de confrontación a preocupada.

En ese momento el nuevo servidor de café entró con unos dulces para acompañar la tibia bebida. Aprovechamos entonces la distracción para relajarnos, luego que el chico se retiro volvimos a los temas pendientes obviando la discusión anterior.

Al final del día llegue a casa agotada mentalmente por todo el trabajo con Juana. Luego de ducharme le escribí a Ana y como no respondió supuse que estaría en casa con Ruth, al poco rato me quede dormida.

Desperté cerca de la media noche atormentada por el hambre. Baje a la cocina a prepararme un sándwich con un vaso de leche que me hizo sentir mejor. 

Después de asear mis dientes cuando me dispuse a regresar a la cama recibí una llamada del vigilante nocturno:

-Buenas noches señorita, observe actividad en su casa y pensé que quizás estaría despierta. Su amiga la señorita Ana solicita verla, ¿Desea que la deje pasar?-

Mire la hora y el reloj marcaba 1:15 a.m.

-Si claro, déjala pasar-

Baje a la puerta de entrada y abrí, observe como la camioneta de Ana se estaciono y ella bajo. Mientras subía las escaleras de la entrada me dijo:

-¿Te saque de la cama?-

-No, estaba preparándome para...- en ese momento silenció mi respuesta dándome tres besos en los labios con su mano izquierda en mi rostro.

-¿Me invitas a pasar?- me dijo seguidamente. Yo tome aire y le dije:

-Adelante-

Al cerrar la puerta me comento mientras se quitaba la bufanda y la chaqueta:

-Tengo una teoría ¿Quieres escucharla?-

-Si-

-Mi teoría es, que si tu y yo pasamos la noche juntas alguna de las dos saldrá corriendo- al decir aquello rodeo mi cintura con sus brazos.

-No seré yo quien salga corriendo- le respondí.

-Ni yo tampoco- me dijo ella.

Sonreí y me dedique a besarla mientras sentía como se rompía mi conexión con el mundo. Ana metió sus manos debajo de mi pijama y acaricio con suavidad mi espalda haciendo que todos los vellos de mi cuerpo se erizarán. Mordí con suavidad su labio inferior y ella respiro profundamente, entonces se separo de mi y me dijo en un susurro:

-Llévame a tu habitación-

La tome en mis brazos y la cargue, ella comenzó a reír.

-¿¡Loca que haces!?-

Seguí besando sus labios y la conduje hasta la escalera. No era pesada para llevar, pero me detuvo.

-Bájame, te vas a lastimar-

Para que no me diera lata la baje, subimos aprisa y al entrar a mi cuarto se quedo mirando los alrededores unos momentos.

-Es como la recuerdo- me dijo.

Recorrió un poco la habitación y se asomo por la ventana, yo mientras tanto me tumbe en la cama. Luego ella se tumbo y se acostó de lado mirándome, le acaricie el rostro y aparte su cabello detrás del lado izquierdo de su oreja. Sin previo aviso se le empañaron los ojos, yo le pregunte: 

-¿Que tienes?-

-A ella no le gusta como arregle mi cabello, discutimos por eso y terminé fuera de tu casa-

Para mi fue como si me metieran un puñetazo en el estomago, sin embargo opte por permanecer serena. 

-Pero este es tu cabello natural- comente sin entender mucho el punto de su discusión.

-No es justo que este aquí-

-¿Para ella?-

-No, para ti- me corrigió.

-Yo pienso que uno debe estar donde quiere y con quien quiere, por ejemplo, yo quiero estar aquí donde estoy y contigo- al decir lo último tome con mis manos la hebilla de su correa trayendo a Ana más cerca de mi.

-¿Que quieres tú?- pregunte y ella sonrió.

-Lo mismo que tú- respondió.

Volví a besarla con suavidad y amor. Al mismo tiempo acariciaba su cadera, sus muslos, su cintura, sus senos. Una y otra vez, bajando y subiendo. Ana estrecho su cuerpo con el mio y me dio besos apasionados acompañados de una respiración acelerada. Luego me expuso su cuello para que lo besara y yo le correspondí mientras subía sobre ella. Me quito la franela que llevaba para acariciar y besar mis senos logrando que mis sentidos explotaran.

Le quite su blusa, su brassier y sus pantalones. Subí desde sus piernas siguiendo un camino de besos que se transformaron en pequeños mordiscos cuando llegue a sus muslos. Ana me miro a los ojos con expresión de profunda excitación.

Me acerque para besar sus labios nuevamente y ella me abrazo con sus brazos y sus piernas. Yo acariciaba sus hermosos muslos mientras la besaba. Ella tomo mi mano derecha y la llevo a su intimidad, la sentí tan húmeda y caliente que alcance mi primer orgasmo.

Ana también me tocaba mientras nos seguíamos besando. Sentía que vibraba mi interior, que una tormenta eléctrica y a la vez pequeños destellos de calor invadían mi mente y todo mi cuerpo. Olas y olas de placer subían por mi columna hacia mi cabeza. Ana gemía con belleza justo al lado de mi oído y eso me hacia sentir aún mas extasiada.

Cuando percibí que tuvo un orgasmo no pude quedarme atrás mucho más tiempo y la acompañe con aquella sensación pocos momentos después.

La amaba, quería quedarme así con ella para siempre. Quería que no existiera nada más. Me sentía feliz y en paz. Volví a besarla con todo el amor que sentía. 

Después de tantos besos al estar a punto de caer dormidas la abrace por detrás y bese su mejilla derecha.

-Debo despertarme a las 5:00 a.m. para ir al hospital y fingir que pase la noche trabajando- 

-¿Quieres que programe la alarma?- ella asintió.


Luego de aquello se acurrucó entre mis brazos. Unos momentos después volteo el rostro y me dijo:

-Hace mucho no dormíamos juntas-

-Hace una condenada infinidad de tiempo- le dije, ella sonrió de nuevo y yo le di un último beso en sus labios.

En la vida hay momentos simples, un poco tontos y sin embargo inolvidables.

Continuará... 

Capitulo 28

martes, 18 de octubre de 2016

Historia 1 parte 2 -Capitulo 26-

"¿Puedes venir a buscarme?"

Le respondí:

"Estaré allí en media hora"

Eran cerca de las 8:00 a.m., durante la noche Ana había estado de guardia en el hospital, por lo que nos escribimos hasta tarde. Hace tres días que habíamos cenado en casa. Por ahora todo marchaba bien, aunque me mostraba incrédula a que mi más profundo sueño se hubiese convertido en realidad. Todavía estaba Ruth en el medio, pero prefería no detenerme a pensar mucho en eso.

Me levante, duche, arregle (guapa pero sin que se notara la intención) y partí a su encuentro. Dos cuadras antes del hospital la encontré en una parada de bus esperándome. Se veía agotada, pero extremadamente hermosa. Siempre me sentía profundamente atraída por ella, no importando que usara o que tan arreglada estuviera. 

Cuando subió a mi camioneta inmediatamente nos besamos largo rato. No habíamos podido vernos desde la cena, la cuál terminó cuando recibió la llamada de urgencia de un paciente que la necesitaba. 

-Te extrañe mucho- me decía entre besos. 

-Yo también- le respondí. 

-¿Me llevas a comer hamburguesas?- me preguntó unos momentos después.

-¿Qué?- le pregunte y reí.

-¡Si! Quiero comer hamburguesa- me dijo emocionada.

-¿En el desayuno?- pregunte porque quise estar segura, quizás estaba tan agotada que no había notado que era la mañana del día siguiente.

-¡Lo se! Lo se, pero he soñado toda la noche con eso y pensé que podría ir contigo esta mañana- me contó acomodándose en el asiento mientras se colocaba el cinturón de seguridad.

-Esta bien, pero... ¿Dónde podremos encontrar hamburguesas a esta hora?-

-¿Crees que nos tomen por locas si intentamos en uno de esos restaurantes que venden comida durante todo el día?- lo pensé un poco y le dije:

-Tengo el lugar apropiado, allí no se negaran- entonces emprendí marcha.

Por supuesto se trataba del restaurante del Centro de Arte León. Durante las mañanas servían desayunos, bien podrían prepararnos unas hamburguesas y si no los obligaría.

Desde el estacionamiento al restaurante del centro caminamos tomadas de la mano mientras Ana me comentaba sobre su noche de trabajo. Le agradaba hablar y hablar de sus pacientes y si eso la hacia feliz yo tenia la disposición absoluta de escucharla.

Nos sentamos en la zona VIP. Cada una de aquellas mesas tenían como asiento un sofá acolchonado que rodeaba la circunferencia del mueble. Elegí aquella zona con la intención de estar cerca de Ana.

-Buenos días señorita León, hoy tenemos disponible el bufé, estos cuatro platos- me dijo ofreciéndome la carta- y la recomendación del chef es...-

-¿Cree que podría traernos dos hamburguesas?- pregunte.

-¿De pollo o carne?- me detuve preguntándole a Ana.

-De pollo- respondió ella.

-Dos hamburguesas de pollo, por favor- le dije al mesero. Él me miro perplejo. Sin embargo no se inmuto y como si no fuera un pedido extraño se dispuso a anotar la orden y nos preguntó:

-¿Que desean tomar?-

-Una merengada de chocolate- se me ocurrió pedir-¿Y tú?- me dirigí a Ana.

-Un batido de guanábana- le comunicó al mesero con un poco de timidez.

-¿Desean papas o alguna otra cosa?-

-No- le respondió Ana aun más tímida. Comenzaba a pensar que se estaba avergonzando de su arrebatado apetito.

-¿Como no? Las hamburguesas deben comerse con papas ¿Verdad Ismael?- me dirigí al mesero.

-Así es señorita- me apoyo él con elegancia. 

-Una orden para las dos- me dijo Ana mirándome a los ojos.

-Como tu quieras- le respondí hechizada y le di un beso.

-Entendido- nos comunicó Ismael y se marcho rápidamente un poco sonrojado por mi melosería.

-Das miedo cuando usas así tu poder- me dijo Ana luego que el mesero se fue.

Yo me acerque y la bese con amor por largo rato.

Mientras comíamos nuestras hamburguesas le conté sobre el Centro de Arte, como me nació la idea, cual era su misión, todo lo que hubo que hacer para construirlo y quienes me habían ayudado.

-¿Quien es esa Juana que nombras tanto?- me pregunto de pronto.

-Ah... ehhh... la administradora de mis bienes-

-Suena como una mujer tenaz, ¿Trabajo con tu padre o la contrataste tu?-

-La contrato mi padre, yo la conocí cuando volví-

-Entonces debe ser una mujer mayor-

-Si- le respondí.

Al terminar de desayunar nos quedamos conversando un rato más, fue en esos momentos cuando sin intención mire hacia la puerta de salida (que era de vidrio, por lo que permitía ver hacia fuera) acción que me sirvió para percatarme que Sara se acercaba con el chico moreno que no se le despegaba desde la reunión que hubo junto a la piscina en mi casa.

Se me ocurrió meterme bajo la mesa y llevar conmigo a Ana. Afortunadamente había un mantel que nos mantenía fuera de vista.

-¡¿Te has vuelto loca?!- me pregunto con los ojos desorbitados.

-Ssshh Sara acaba de entrar al restaurante-

-¿Lo dices en serio?- me pregunto esta vez en un susurro.

-Si-

En ese momento Ismael apartó un poco el mantel y me dijo:

-¿Necesita algo señorita?-

-Si, salir de aquí sin que Sara nos vea- le dije.

Él miro alrededor.

-En estos momentos se encuentra de espalda. Podrían seguirme hasta la cocina y salir por detrás del edificio-

-¡Perfecto!- le respondí.

El mesero comenzó a caminar mientras Ana y yo lo seguimos a gatas, gracias a que el restaurante estaba forrado con alfombra en la zona VIP fue menos dificultoso.

Al atravesar la puerta de la cocina, nos pusimos de pie y entre saludo y saludo al personal, logramos llegar al ascensor que usaban parar subir los insumos del restaurante, que a su vez entraban desde la calle por una puerta trasera del Centro de Arte.

Le agradecimos y nos despedimos de Ismael al subir al ascensor. Mientras descendía Ana y yo nos reímos con ganas de nuestra última aventura.

-¿Por qué no se nos ocurrió pensar que podríamos cruzarnos con Sara?- me pregunto Ana. Yo me encogí de hombros.

-No lo se- le dije y estire mi mano para tomar la suya, ella tomó la mía de vuelta, entonces la traje hacia mi y la abrace.

-Ya debo irme a casa- me dijo mientras le daba pequeños besos en su rostro.  

-¿Tan pronto?- pregunte. 

-Debo descansar antes de la consulta de la tarde- 

Acerque mi rostro al de Ana y ella me lleno de besos. Para cuando nos dimos cuenta el ascensor hacia quien sabe cuanto que había llegado a la plata baja. Salimos luego a la calle por la puerta trasera y anduvimos tomadas de la mano hasta que se estaciono un taxi. 

-¿Segura que no quieres que te lleve?... puedo llevarte sin problema- le dije. 

-Tranquila, ve a trabajar- luego me dio un beso en los labios y monto al vehículo partiendo rumbo a su casa y lejos de mi. 


Ya en mi oficina me dispuse a revisar catálogos de varios artistas que estaban solicitando exponer en la galería, me sentí emocionada que ahora estuviésemos pasando a ser los solicitados. 

Había una chica que pintaba aristócratas modernos, un artista corporal que quería exponer sus obras con modelos vivos, y un fotógrafo que buscaba captar la palatabilidad de la comida. Esas fueron las tres propuestas que me parecieron más interesantes. 

También leí la solicitud de 6 chicas que hablaban de un estilo llamado "arte en movimiento", sin embargo pedían reunirse conmigo para "explicar sus obras y no ser juzgadas en simples fotografías que no iban a reflejar la personalidad de su proyecto". 

Me sorprendió su coraje y llame a mi secretaria para que concretara una cita. Pocos momentos después entro Sara a mi oficina. 

-Veo que decidiste venir a trabajar- comento. 

-No sabia que eras mi jefa- respondí mientras que Sara río. 

-¿Que tal va tu casa?- pregunté. 

-Tus contratistas prometieron entregarla en una semana pero nuevamente los veo atrasados- 

-¿Eso lo estoy pagando tú o yo?- 

-Yo obviamente- me respondió. 

-Si no tienes carácter para presionarlos envía a Juana y verás como la tendrán lista para mañana-

-¿Me la prestas para resolver eso?- 

-Claro, es excelente en esos temas- 

-No creo que quiera ir, cuando hablé con ella parecía enojada contigo- 

-¿Ah si? ¿Y eso por qué?- 

-Quizás porque la dejaste cuando te aburrió como haces con todas- 

-Yo no la deje porque me aburrió, no pude seguirla viendo porque ella comenzó a sentir algo más-

-Ese tipo de cosas solo las entiendes tu Mariana- 

Yo suspire exasperada. 

-Así que ten cuidado con esa nueva chica que andas, un día de estos alguna te cortara la cabeza-

-¿Que chica nueva? ¿De qué hablas?- pregunte eludida. 

-Raúl me dijo que te vio desayunando con una chica- 

-¿Quien diablos es Raúl?- a ese si que le mandaría yo a cortar la cabeza, pensé. 

-El chico con el que salgo- 

-¡Ah! El susurrador- comente. 

-¿Susurrador?- 

-Ten cuidado tú con esos susurradores, ¿Por qué no llamas a Lucia para saber si ya viene? Quiero almorzar- 

-¿No comiste suficiente durante el desayuno?- me preguntó en tono de broma. 

-No, ni siquiera he desayunado- le mentí. 

-Siempre que te pones así de misteriosa terminas con un ojo morado- me advirtió. 

-Llama a Lucia, luego debo ir a reunirme con Juana y no quiero que me de lata diciendo que llegue tarde- le respondí. 

Continuara...

Capitulo 27 

Historia 1 parte 2 -Capitulo 25-

Las mujeres nacemos con la capacidad de ser tan libres como el ave rapaz más poderosa del reino animal. Podemos surcar los cielos, podemos interpretar el comportamiento de la naturaleza y satisfacer nuestras necesidades y deseos en el momento perfecto guiadas por nuestros instintos. 

En cuanto la sociedad se percata que anda por allí un nuevo pichón de ave rapaz se empeñan en "enseñarte" o mas bien sugestionarte con la idea de que no es la manera correcta de comportarse y te "educan" hasta que terminas transformada en una de esas gallinas de granja que encierran en jaulas pequeñas con unas cuantas más, condenadas para siempre a solo comer, beber agua con medicinas y expulsar huevos.

Desconocía si había logrado convertirme en un ave rapaz, pero si me aseguraba de no sentirme jamas como una gallina enjaulada.

"Egoísta" es el adjetivo con el que muchas personas me habían calificado al seguir mis impulsos mas anormales. Como en aquella ocasión que decidí soltar a todas las aves enjauladas del zoológico de la escuela. O cuando me colé en el teatro municipal con Sara y nos dispusimos a jugar en el escenario con los disfraces. O cuando seduje chicas sin otra pretensión adicional al encuentro físico, algunas estaban casadas. También cuando me descubrieron usando drogas, al tomar demasiado licor, o al enterarse de mis multas de transito. Todo terminaba en el mismo sermón "eres egoísta".

La gran interrogante de mi vida siempre ha sido ¿Soy egoísta o el mundo es demasiado opresor?

Esa noche no pude conciliar el sueño hasta que sentí que había logrado plasmar en el oleo al colibrí más libre del universo. Parecía reír con picardía y eso me encanto.

Dormí unas cuantas horas hasta las nueve de la mañana, que fue cuando me levante, cumplí con mi rutina de aseo y partí al hospital central a buscar a Ana. Pregunte por su paradero en información y me indicaron que se hallaba pasando revista en el área de hospitalización. Aquella palabra me sonó graciosa pues me la imagine repartiendo revistas a los pacientes para que no se aburrieran, aunque dudaba mucho que esa actividad consistiera en eso. Riendo sola me dirigí a esa área del edificio.

Luego de andar un poco la halle afincada en el puesto de enfermeras escribiendo sobre lo que tal vez era una historia clínica.

-Hola- le dije.

Ella volteo un poco distraída me respondió "Buenos días" y volvió su atención a la historia para luego un segundo después volver a voltear y con cara de sorpresa decirme "¡Mariana!"

Miro alrededor me dio un beso en la mejilla y me respondió con tono resuelto y calmado:

-¿Que tal como estas? ¿Que haces por aquí?- Yo me acerque a ella y le dije en voz baja:

-Vengo a invitarte a cenar-

-¿Si?- me pregunto acariciando su cabello.

-Lo mejor de todo es que será en mi casa y yo cocinare para ti- le dije aun más cerca en un tono aun más bajo. Ana me sonrió.

-¿Esta noche?- preguntó.

-A las 7:00 p.m.- 

-Estaré allí a las ocho-

-Esta bien- accedí.

Al salir del hospital central pase por el supermercado para comprar los ingredientes de la receta que me había enseñado mi madre y luego fui a un bodegón a adquirir el vino que me sugirió la chef del restaurante del Centro de Arte, "vino rosado con toques de fresa". Me decidí por una marca española y por un segundo cuando esperaba pagar recordé a Eva. No había vuelto a intentar llamarla desde que Ana me había persuadido, además había pasado un año desde que regrese, supongo que ya no valía la pena informarle donde me encontraba.

Estuve durante el resto del día preparándolo todo, con un poco de ayuda de mis empleados, pero la comida si fue mi entera responsabilidad. A eso de las siete y media de la noche subí a mi cuarto de baño a asear mis manos y colocarme crema y perfume, aunque me había duchado entrado el anochecer tuve que dar unos últimos toques técnicos a la comida.

El celador me notifico a las 8:15 p.m. que Ana ya estaba entrando con su camioneta y yo de los nervios y la emoción baje tan rápido las escaleras que me enrede en el ultimo tramo y casi caigo de bruces al final de la misma. Reí un poco y respire profundo, necesitaba serenarme. Me había costado como nada en la vida llegar hasta ese momento, no lo podía arruinar. Ana toco el timbre y espere unos momentos mientras respiraba un poco más. Me eche una ultima vista en un pequeño espejo de la sala y fui hacia la puerta de entrada.

Cuando abrí me percate que había llevado una rosa roja, no lo podía creer. Ana sonrió, beso mi mejilla y me la entrego.

-Lamento el retraso- se disculpo y yo le dije:

-Pasa-

Como buena chica mientras cerraba la puerta acerque la rosa a mi nariz y aspire su aroma. No se si eran mis intenciones, pero olía a puro romance.

-Gracias por la rosa- le dije.

-¿Te gusto?-

-Si- le respondí y me sobrecogí un poco.

-Tu casa esta igual, pero diferente- me dijo.

-Cuando regresé la encontré muy deteriorada ¿lo sabias?- comente mientras pasamos a la cocina donde halle un envase de vidrio delgado para colocar la rosa.

-No, no lo sabia- me respondió.

-Es una historia larga y dramática. En resumen cuando la mande a remodelar me esforcé en que luciera lo mas parecida posible a como era antes, ya sabes en material, colores y esas cosas. Pero el jardín trasero si que lo modifique un poco, allí esta mi taller de pintura ¿Quieres verlo?-

-Si- me respondió un poco tímida. Yo le ofrecí mi mano y ella la tomo, entonces la lleve por la puerta trasera (que estaba detrás de las escaleras entre el cuatro de lavado y el pasillo al estudio de mi padre) por donde salimos al jardín posterior.

Al salir se encuentra un pequeño pórtico de terracota cercado con una media reja de hierro forjado con estilo victoriano. Justo en el centro hay tres escalones que al bajarlos conducen por dos caminos de terracota entre el césped, uno hasta el taller de pintura y el otro a un pequeño jardín cubierto por un seto a modo de "lugar secreto".

Ana se detuvo en el pórtico de terracota y observó los alrededores, se notaba un poco nerviosa. Luego seguimos andando hasta el taller. Al entrar, encendí las luces y ella se dedico a recorrerlo mientras miraba por aquí y por allá, yo me quede cerca de la puerta.

-¿Que ocurrió aquí?- me preguntó señalando una mancha de pintura en la pared que había quedado del día que enfurecí y destrui muchas cosas de mi taller.

-Fue un accidente de un día de frustración, no la quite para recordarme que si no sigo los deseos de mi corazón las cosas pueden ponerse muy feas-

Ana me miro pensativa, luego sonrió y me dijo:

-Suenas como esos artistas filósofos-
 
Siguió escudriñando y se detuvo frente a una pintura que había hecho pensando en ella, un árbol cuyas raíces abarcaban todo el suelo del paisaje. La misma pintura que me frustro tanto el día que enfurecí porque no conseguía que quedara perfecta.

-Este me gusta, ¿Que representa?-

-Que hay árboles que jamas podrán arrancar-

Se detuvo frente al oleo que había terminado esa mañana y lo observo en silencio un largo tiempo.

-¿Eres tú?- pregunto de pronto.

-¿Te parece?- le pregunte sorprendida.

-Tiene tu picardía- me dijo, camine entonces junto a ella y me quede observando al pequeño colibrí.

-No lo se- respondí luego de un rato de estar observando al ave.

-¡Que mal educada soy! No te he ofrecido ni una copa- recordé y le dije apenada.

-No te preocupes, la noche apenas comienza ¿No?- me respondió con aire seductor terminando la frase con su hermosa sonrisa.

Nos dirigimos al jardín cubierto por el seto donde mis empleados habían colocado una alfombra sobre la que había una mesa de comer pequeña y redonda para dos personas. Sobre ella se hallaba dos velas, dos copas de vino, cubiertos, platos y servilletas de tela. El seto además estaba iluminado por dos farolas de jardín que estaban en la esquina este y oeste. Junto a la mesa se hallaba uno de esos carritos de restaurantes que resguardaba la botella de vino y nuestra cena. Como dije, todo fue muy bien preparado.

Abrí la botella de vino y serví en las dos copas. Entonces brindamos sin decir porque y degustamos.

-¿Que te parece?-

-Nunca lo había probado- me dijo.

-Y ¿Que te parece?- repetí.

-Es como si fuera vino tinto y blanco a la vez- me dijo mientras seguía percibiendo el aroma y degustando.
 
-Me gusta- comento a los pocos momentos -¿A ti te gusta?-

-Si- respondí mandándome el final de la copa.

-No deberías estar tomando vino- me dijo señalándome con el dedo a modo de reprimenda.

-No digas eso- le respondí con pesar.

Ana se me acerco y me dio un beso en la mejilla, pero no se retiro y me dio otro, y luego otro.

-Gracias por invitarme a cenar- yo sentí que me elevaba por los aires como un globo de helio.

Luego nos dispusimos a servir para cenar, yo quería hacerlo sola pero ella insistió en ayudarme. Lo que si me permitió fue apartarle la silla para que se sentara.

-¿En verdad lo preparaste tú?- me pregunto sorprendida.

-Claro que sí- le dije.

-Esta muy lindo, hasta da pena comer y arruinarlo- yo reí.

Se vinieron luego mas preguntas: ¿Donde aprendiste a cocinar? ¿Fue en Florencia?  ¿Estas estudiando cocina? ¿Realizaste algún curso?. No sabia porque, pero no me sentía preparada para hablar de Natalia Espejo.

-Cuando tengas tiempo te mostrare donde aprendí a cocinar- le dije para dispersar un poco sus dudas.

-¡En serio esta delicioso!- comento finalmente.

Pasamos toda la cena charlando sobre vinos que habíamos probado alguna vez. Cuando solo nos quedaba un cuarto de botella me dijo:

-Es mejor que paremos o terminaremos mareadas-

-¿Que tal si bailamos?- se me ocurrió.

-¿Bailar?- me pregunto sorprendida.

-Si, una cena romántica no es una cena romántica si no se baila-

Saque mi teléfono del bolsillo y busque por internet "boleros" que puse a reproducir, posterior a eso me levante y le extendí mi mano invitándola.

-No quiero bailar- me dijo casi haciendo puchero.

-¿Por qué no?-

-Me sentiré como tonta-

-¿Por qué? Nadie nos esta viendo- le dije girando mis brazos alrededor y sonriendo. Luego volví a ofrecerle mi mano y ella la tomo.

-No se bailar esa música-

-Solo déjate guiar por mi-

-Tu tampoco la sabes bailar- me dijo.

-Claro que sí- le respondí mientras tomaba su mano y su cintura para acercarla a mi.

-¿Lo aprendiste cuando aprendiste a cocinar?- me pregunto en forma de broma.

-Mi padre me enseño, en las fiestas de aniversario de matrimonio de mis abuelos, era la música que bailaban de jóvenes- 

Ana me observo de una manera especial. Como si yo le pareciera maravillosa y luego de aquello se entrego a bailar.

Las canciones expresaban palabras que yo quería decirle, tales como:


"Aunque me cueste la vida 
sigo buscando tu amor 
te sigo amando, voy preguntando 
dónde poderte encontrar

Aunque vayas donde vayas 
al fin del mundo me iré 
para entregarte mi cariñito 
porque nací para ti"



"Quisiera abrir lentamente mis venas 
Mi sangre toda vertirla a tus pies 
Para poderte demostrar 
Que más no puedo amar 
y entonces, morir después.


...Qué breve fue tu presencia en mi hastío 
Qué tibias fueron tus manos y tu voz 
Como luciérnaga llegó, 
tu luz y disipó las sombras de mi rincón. 
Y me quedé como un duende temblando 
Sin verte estoy así 
Perdida en mi soledad"


¿Les mencione que esa noche lucia un vestido negro con escote en la espalda? Ella sabe cuanto me gusta que use vestidos negros. Mientras bailábamos pase con delicadeza mis dedos por su espalda y ella se acerco a mi aun mas abrazándome de manera mas estrecha y descansando su cabeza en mi pecho.


” Luna ruégale que vuelva 
y dile que la quiero sola 
la espero en la orilla del mar"



-Estas muy hermosa- le dije a su oído.

-Tu también, además hueles muy bien- me respondió.

Unos momentos después mientras bailábamos tenuemente y en silencio me atreví a decirle:

-Sé mi novia-

Ana se detuvo en seco y se aparto de mi.

-No- respondió. 

Al procesar su respuesta sentí que un camión de esos que tienen muchas ruedas me llevaba por delante, al disponerme a preguntar:

-¿Por...-

-No hasta que me digas al rostro lo que sientes por mi-

-Tu sabes lo que siento por ti-

-No, no lo se porque nunca me lo has dicho-

-Si te lo he dicho, lo escribí en la carta que te deje-

-En lo que a mi concierne solo es una carta llena de disculpas por haberte marchado-

-Luego de que estuvimos juntas la primera vez te dije...-

-¿Hace 6 años? ¿De verdad piensas que ese "te amo" alcanza para tanto?-

-¿Por qué te enojas?- pregunte incrédula.

-Por lo que haces Mariana, ir y venir, buscarme y alejarte, prepararme una cena, invitarme a bailar y negarte a decirme lo que sientes-

-No me niego, es que me parece tonto decir algo que esta explicito-

-Si te parece tonto decirlo es porque no valoras lo que sientes y si no tiene importancia para ti tampoco la va a tener para mi-

-¿Por qué no me dices tu lo que sientes? ¿Por qué tengo que hacerlo yo?- le pregunte.

-Porque con tu ir y venir haces que me de miedo que después de abrirme ante ti me dejes colgada- mientras me dijo aquello se le entrecorto la voz, estaba a punto de hacer llorar a Ana y eso me mato por dentro.

-No voy a hacer eso- le dije tratando de tomar sus manos pero ella me aparto.

Nos quedamos entonces de pie cerca una de la otra, pero al mismo tiempo a kilómetros de distancia. Me sentía fatal, Ana intentaba tragarse el nudo que tenia en la garganta mientras en el fondo seguían sonando boleros, que primero me parecieron románticos y ahora infames.

Me acerque al teléfono y apague la música. Ana permaneció en el mismo lugar.

-No te vayas- le dije, desconsolada, como niña pequeña.

-Perdóname- agregue un segundo después. Luego fue como si no pudiera parar de hablar.

-Estoy loca por ti, creo ciegamente que en toda mi vida no podre amar a otra mujer como te amo a ti. Sueño con demostrarte todo lo que siento, todo lo que me inspiras. Lo siento, lamento mucho lastimarte, creo que esto me cuesta porque jamás pase de un "te quiero" con nadie. Se que tu lo mereces, mereces que te lo digan no que yo pretenda que lo entiendes... y yo...-

-Ya basta, me estas haciendo sentir culpable- me dijo, luego suspiro y sonrió.

-Lo siento, en verdad estoy loca por ti...- Ana camino hacia mi,  me abrazo, me tomo por el rostro y me dijo en un susurro:

-Ya cállate-

La tome por el rostro y la bese en los labios, ella me correspondió y todo fue dulce y perfecto. Mejor que las mañanas, el vino o el chocolate.

Continuará... 

Capitulo 26