miércoles, 5 de octubre de 2016

Historia 1 parte 2 -Capitulo 23-

A veces me sentía culpable con mi padre por haber buscado a mi madre. Era claro para mí que él estaba muerto, pero igualmente lamentaba que pudiera "sentir" que la busqué a ella porque ya no estaba él. Ni siquiera estaba muy segura porque la busqué. Sea como sea, cada domingo que partía a verla antes de tomar camino, iba hasta la floristería de la zona y compraba un ramo de lirios a mi padre, que colocaba junto a las pocas cenizas que me quedaban de él resguardadas por su tan querida vasija rusa. "Ten un buen día papá" decía siempre que entraba al estudio, me daba unos momentos para sentirme vacía y triste,  y posterior a eso me marchaba.

Recorría carretera durante dos horas para llegar al Harás donde trabajaba y vivía mi madre.

-¿Trajiste el alimento de Luna?- fueron sus primeras palabras cuando estacione mi camioneta frente a su cabaña y ella se acerco hasta mi ventanilla antes de que bajara.

-Hola, ¿Que tal? También me alegra verte- le respondí con sarcasmo a Natalia Espejo.

-¿Lo trajiste o no?- continuo.

-Esta detrás- le informe. 

Luna era la mascota de mi madre, una gata con sobrepeso, de pelaje blanco, amarillo y negro que tenía ojos azul metálico, característica que le otorgó su nombre.

La entrenadora de caballos mas respetada del país fue hasta la maletera y extrajo el saco de 8 kilos de alimento para gatos que me había encomendado que le llevara, mientras Luna la esperaba ansiosa en el muro del porche maullando repetidamente.

-Actúa como si tuviera días sin comer- comenté exasperada por la actitud de aquel animal.

-Estábamos angustiadas porque ya le quedaba poco alimento, ¿Verdad mi hermosa Luna?- le dijo de manera melosa a la minina que comenzó a restregar su cabeza y cola entre las piernas de mi progenitora.

Pasamos entonces al interior de la casa y como siempre Natalia puso ante mi un plato de galletas de chispas de chocolate y un vaso de leche. Me parecía tonto, sentía que me trataba como una niña, pero igualmente ingería unas 6 galletas cada vez. Luego me comunicaba la tarea que debía hacer para ella ese día. En otras visitas había ordenado sus libros, separado su ropa vieja para caridad, clasificado sus hilos de tejer... esta vez me dijo que trabajaríamos en el jardín.

Tomamos las ramas terminales de las plantas con flores que adornaban el alrededor de su casa y las fuimos sembrando en hilera por todo el borde del camino de entrada. Ella siempre me explicaba como se hacían las cosas, el porque de la manera que se hacían y me contaba alguna historia sobre la persona que se lo había enseñado.

Natalia Espejo nació de una transacción de negocios entre el trabajador de una finca cercana y una prostituta del bar de la zona. De pequeña vivió donde su padre trabajaba, ayudando aquí y allá para justificar la comida y la cama que recibía. A medida que fue creciendo y convirtiéndose en señorita, los compañeros de trabajo de su padre intentaban acorralarla siempre que podían para poseerla a la fuerza. Su padre cansado de pelearse con todos para protegerla la envió con su tía, la hermana de su madre, quien era cocinera de una casa señorial antigua de otra finca de la zona. Su tía no fue mala con ella, solo que vivía recordándole que su mamá fue una prostituta que quien sabe si seguía con vida. 

La Familia dueña de aquellas tierras había abandonado a su suerte en la casa señorial a la miembra más anciana de su linaje. Era Natalia quien se encargaba de atenderla por lo que la senil mujer le tomo un cariño especial. 

"No se si por mi personalidad o porque confundía mi trabajo con el amor que sus hijos y nietos le habían negado" me dijo aquella vez.

La anciana le enseño a leer, a tejer y a hablar de forma correcta, afinando un poco la fiereza con la que se había criado. Para el momento que aquella piadosa mujer murió, Natalia ya contaba con 17 años, entonces decidió marcharse al harás donde aún vivía para convertirse en la mejor entrenadora de caballos del país y quizás del mundo. Desde niña amo a esos animales y las cosas que eran capaces de hacer.

-Tu vida ha sido muy dura- le comenté el día que termino de contarme esa historia.



-La vida es dura para todos a su manera, solo hay que seguir andando hacia lo que queremos de ella-



Después de terminar con el jardín pasamos a preparar el almuerzo. 

"Te enseñare una receta para que invites a cenar a esa chica que tanto idolatras" me dijo.

Se trataba de puré de zanahoria, milanesa de pollo en guiso con un toque de caramelo y una ensalada de origen mexicano. 

"Claro que si es para la noche tendrás que preparar porciones mas pequeñas"

Nuevamente me explico cada paso, el porque de cada ingrediente, su modo de prepararlo y el momento justo para agregarlo. ¡El resultado fue absolutamente delicioso!

Le contaba de Ana, de Sara, de Lucia, de Juana, de Rocky, del Centro de Arte y las demás empresas. Ella siempre refunfuñaba acerca del comportamiento de cada quién, a su juicio nadie actuaba de manera correcta. Yo la escuchaba atentamente y reía por dentro por su carácter tan estricto, creo que era capaz de enrumbar en el buen camino a cualquiera.

Después de la merienda, que casi siempre eran tostadas con mermelada y café. Se sentaba en el sofá y Luna se acurrucaba en sus piernas, al poco rato ambas comenzaban a dormitar y yo me despedía. 

No sabia como se sentía tener una madre, no sabia si se debería sentir igual a tener un padre. Solo sabia que visitar a Natalia era como visitar a una amiga portadora de cierta sabiduría que estaba presta a enseñarme algo cada momento que pasaba con ella. Era ruda, era recia y aunque parecía detestar a todas las personas, podías ver el amor dentro de ella cuando se trataba de las plantas, de los animales, de la cocina y del hogar. Indudablemente si tuviera hijos querría que pasaran tiempo con su abuela.

Continuara...

Capitulo 24

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