lunes, 29 de mayo de 2017

Dos hermanas

En las guerras los más afectados son los jóvenes, sin importar si entienden la razón del conflicto y apoyan o no algún bando, los tomarán, los vestirán de soldados, les colocarán un fusil en las manos y los enviaran al campo de batalla a morir. 


Cuando la guerra civil estalló en Venezuela Vianka y Veruska comenzaron su viaje lejos del país. Partieron desde el occidente hacia el centro, luego oriente y posteriormente en dirección sur hasta que cruzaron la frontera con Brasil. 


Vianka era la hermana mayor, había estudiado Zoología y trabajaba en el departamento de investigación del parque nacional Terepaima. Su hermana, Veruska, era artista plástico y estaba recién titulada. Sus padres habían muerto hace dos años. 

El destino final de las jóvenes era Uruguay y uno de los tramos de tan largo viaje consistía en navegar por el río Madeira. Desafortunadamente la embarcación sufrió un percance y naufragaron. 

En plena noche el barco se llenó de llamas y Vianka no tuvo otra opción que tomar a su hermana y lanzarse al río. Entre el terror, el calor desprendido por las llamas y la baja temperatura del agua, nadaron hasta que alcanzaron una de las orillas. 

Veruska se quejaba y lloriqueaba porque habían dejado atrás el equipaje que contenía la ropa, además que colgadas del barco cedían ante las llamas sus hamacas, las cuales habían sido un antiguo regalo de su padre. 

-¡No debimos venir! ¡Te dije que nos fuéramos a Ecuador! ¡Mis pinceles! ¡Mi ropa!- 

-Lo más importante está aquí- le respondió su hermana tranquila sin apartar la vista de las llamas. 

Vianka hacía referencia al morral que llevaba en la espalda, en el que por precaución había apartado sus documentos de identidad, credenciales de estudios y dinero, todo clasificado y protegido en bolsas de polietinelo. No se separaba de ese bolso por nada del mundo e incluso dormía abrazándolo desde que salieron de casa. 

Se quedaron junto a la orilla del río después del naufragio, pero por alguna razón no vieron otro ser humano diferente a ellas, todos los navegantes y pasajeros parecían haberse esfumado. Veruska durmió durante las últimas horas de la noche, mientras que Vianka permaneció despierta, pues le perturbaba el hecho de que no hubiese nadie más. 

Desde que habían muerto sus padres aniquilados repentinamente por enfermedades simples que en su país se volvían complejas, Vianka soñaba continuamente que perdía a su hermana de distintos modos en distintos escenarios, todos terribles. Nada la asustaba más que esa posible y futura realidad. 

Al amanecer despertó a Veruska para emprender camino. 

-¿Dónde presumes que vayamos!- le preguntó esta furiosa. 

-¡Hacia adelante!- 

-¿Y dónde queda adelante y donde queda atrás según tú?-  

Vianka dudó por unos instantes. 

Pensó entonces que el atardecer lo llevaban en la espalda el día anterior y por ende debían seguir hacia donde había salido el sol esa mañana. Lo extraño era que el este estaba diagonal a su ubicación. Encomendándose a los dioses escogieron una dirección y comenzaron a caminar. 

Vianka sabía que en la selva había que cuidarse de las serpientes, de las ranas coloridas, de los zancudos y de los hombres. Especialmente si se trataba de cazadores o traficantes de madera. 

Mientras tanto Veruska casi pegaba saltitos y hablaba de los hermosos colores del cielo, de los árboles, de las aves, de los rayos del sol “brincando con el agua”. Cuando se cumplían dos horas de caminata se detuvieron a ver una región de al menos cinco hectáreas que parecía un desierto pues todos los árboles habían sido talados. 

-Es como ver la escena de un crimen- opinó Veruska quien se sintió impactada por el cambio brusco del paisaje. 

-Sigamos- le pidió su hermana, los traficantes de madera podían estar cerca y quería evitar cruzarse con ellos. Por sus actos no parecían buenas personas y mucho menos dispuestos a ayudar. 

Con el correr de las horas padecieron calor y hambre, pero afortunadamente pudieron saciar su sed con el agua dulce del río, aunque su color oro les hiciera creer que enfermarían pronto. Después las azotó la lluvia. 

Entrada la tarde Veruska le preguntaba a Vianka: 

-¿Cuánto crees que falta! ¿Dónde se supone que vamos?- 

-Buscamos un lugar poblado en el que exista un servicio de transporte, debemos retomar nuestro viaje- 

Veruska tenía dos años menos que su hermana y siempre se había sentido protegida por ella. Vianka a lo largo de su vida tuvo problemas de socialización, además de que consideraba al mundo un lugar horrible y cruel, por lo que la existencia de Veruska la hacia sentir menos solitaria. 

Una hora después se cruzaron con un grupo de jóvenes indios que lanzaban flechas al interior del río, se encontraban pescando. Al detenerse ellas los miraron y ellos las vieron de vuelta. 

-¿Crees que nos regalen un pescado?- le preguntó Veruska a Vianka. 

-¿Y vas a comértelo crudo?- 

-Quizás nos lo regalen cocido- 

-Sí, quizás nos adopten y nos enseñen a tejer cestas- le respondió su hermana. 


-¡Hola! ¡Hola!- comenzó a saludarlos con la mano Veruska. 

Los indígenas cambiaron la dirección de sus flechas amenazando las humanidades de las dos chicas. 

Vianka inmediatamente se colocó frente a su hermana y trató de explicarles que estaban perdidas, mientras gesticulaba que no querían tener conflictos. 

En ese momento un grupo de tres indios las abordaron por detrás y en su idioma les parecían decir que avanzaran o lo lamentarían. 

-¿Qué quieren?- le preguntó Veruska a su hermana. 

-Creo que somos prisioneras- le respondió esta. 

Fueron escoltadas por un grupo de cuatro indios delante de ellas y tres detrás, los que iban primero llevaban múltiples pescados grises con largos bigotes negros. Caminaron sin descanso cerca de dos horas hasta llegar al hogar de la tribu. 

Los indios las condujeron al centro de una gran choza donde se hallaban sentados un anciano y junto a él, otra anciana y un hombre que aunque también parecía mayor era más joven que sus acompañantes, este último usaba un sombrero hecho de plumas. Vianka intuyó que aquellos eran los jefes de la tribu acompañados por el chamán. 

El resto de las personas que se encontraban por allí vestían taparrabo, collares con semillas negras, pintura roja sobre toda la piel y plumas aquí y allá dependiendo si eran jóvenes, mujeres, niños u hombres. 

Los pescadores intercambiaron palabras con el hombre más anciano y luego se alejaron dejando al grupo con las dos venezolanas perdidas. 

El jefe entonces les habló: 

-Saukái- les dijo señalándose a sí mismo. Luego dirigió las manos hacia ellas. 

-Vianka- le respondió la hermana mayor también señalándose a sí misma. Veruska los miró dudosa hasta recibir un codazo de su hermana, lo que hizo que la chica reaccionara. 

-Veruska- le contó al jefe imitando el gesto de presentación. 

-Áneg- les dijo luego Saukái señalando al presunto chamán. 

-Naywa- les dijo al señalar a su mujer. "Hola" saludó Vianka a cada uno. 

-Kagwahiv- dijo seguidamente el anciano señalándose de nuevo a sí mismo, luego repitió el mismo nombre señalando a su mujer y al chamán como si les contara el nombre de su tribu. 

-Venezolana- siguió diciendo Vianka al señalarse y repitiendo su nacionalidad cuando señalo a Veruska. 

-“Venezuela” "Yekuana"- repitió el jefe a las chicas, posteriormente a su chamán y a su mujer. Estos asintieron y luego sonrieron. Entonces las chicas sonrieron también. 

-¿Qué es eso de Yekuana?- le preguntó Veruska en un susurro a su hermana. 

-Es una tribu Venezolana del Amazonas, son también gente de río. Deben haber tenido contacto o quizás son amigos- le contó Vianka también en un susurro. 

Aquellas venezolanas huérfanas, emigrantes, náufragas y perdidas se quedaron esa noche con los indios, quienes las alimentaron con pescado, semillas, tubérculos y extrañas frutas. Además les ofrecieron un espacio donde dormir. 

Al día siguiente Veruska aprendió como los Kagwahiv pintaban todo su cuerpo con tintas vegetales. Le enseñaron a obtener las tintas del interior de un fruto parecido a una pequeña maraca del que extraían granos que posteriormente maceraban con una piedra. Veruska se caracterizaba por tener un temperamento feliz y amigable que siempre agradaba a todos, su hermana mayor sonreía a lo lejos al notar como esa magia que poseía había hecho efecto inmediatamente en los integrantes de la tribu. 

Vianka prefirió quedarse cerca del chamán, quien se dedicó a clasificar hiervas, semillas e insectos que le trajeron los recolectores. Luego los colocaba en pequeñas vasijas dentro de una cesta mediana que parecía un morral. 

-Debemos seguir nuestro camino, queremos ir hasta Uruguay a vivir, allí nos esperan unos amigos de mi hermana, en nuestro país estalló la guerra- le contó Vianka al chamán aunque no tenía mucha esperanza de que este le entendiera. 

-Paraná- le respondió luego el hombre. 

-Si exacto, Uruguay, cerca del Paraná- le confirmó Vianka emocionada y sonriente. 

-Me preocupa mi hermana, no quiero que le pase nada durante el viaje ¿Cree que podrían indicarme hacia donde queda el poblado más cercano para retomar mi camino?- el chamán negó con su cabeza a la par que revisaba el interior de sus vasijas. 

-¿Cree que si una embarcación nos ve en la orilla sea capaz de recogernos y llevarnos?- fue la siguiente pregunta de la chica, sin embargo no obtuvo respuesta, por lo que cesó el monólogo.  

Más tarde el chamán comenzó su propio monólogo señalando los árboles, señalando el suelo, señalando a los otros indios y señalando a los guacamayos que tenían como mascotas. Por su parte Vianka exprimía su cerebro tratando de entenderle. Finalmente este le tomó la mano y se la apretó, la venezolana se limitó a asentir,  aunque no comprendía lo que le decía aquel hombre ella sabía en cierto modo que se trataba de algo profundo e importante. 

Antes de acostarse a dormir Vianka le dijo a su hermana que la siguiente mañana debían irse. 

Cuando amaneció la hermana mayor despertó repentinamente y se desperezó, al darse vuelta para despertar a Veruska solo encontró un pequeño animal parecido a un perro durmiendo donde debía estar ella, por lo que se espantó y tras un salto y un grito se alejó de este. El pequeño mamífero se espantó a su vez, emitió un chirrido y emprendió carrera hacia el monte.

Vianka apenas se percataba de los latidos acelerados de su corazón cuando la criatura venia de regreso aún espantada, nuevamente emitiendo chirridos, después comenzó a correr por todo alrededor erráticamente. 

Aunque Vianka era zoóloga quedó perpleja ante el comportamiento del animal. Entonces observó los alrededores y se descubrió completamente sola en aquella gran choza donde suponía que habitaban todos los indios. 

Se levantó de un salto aún más espantada. ¿Dónde estaba todo el mundo? Y aún más importante ¿Dónde estaba Veruska? 

-Veruska...- balbuceo. 

-¡Veruska!- dijo seguidamente aún más alto. 

-¡VERUSKA!- completó con un grito desgarrador. Se sentía a morir ¿Dónde estaba su hermana? 

La chica caminó aquí y allá llamando cada vez más desesperada a su hermana. Llamando a los indios, llamando al chamán, llamando al jefe y nuevamente llamando a Veruska. 

Cedió ante las lágrimas por primera vez desde hace mucho, lloró y lloró desgarrada por la preocupación, por los peores pensamientos, por palpar sus más lúgubres paranoias. Había perdido a su hermana, y la había perdido nada más y nada menos que en la selva Amazónica. 

Gritaba una y otra vez diciendo “NO”, gritaba de coraje, gritaba de dolor aullidos incomprensibles y entre cada grito llamaba a Veruska. Juró encontrar a los indios y despellejarlos a todos si le habían hecho daño. 

Allí se quedó sufriendo cerca de dos horas hasta que el pequeño mamífero de comportamiento errante regresó y posó sus ojos sobre ella. La miraba con expresión inteligente, como si supiera algo sobre ser humano y la maldición que esto sugiere a veces. 

-¿Qué quieres lunática criatura? ¿Qué haces sentado ahí, mirándome?- le dijo. 

Vianka acostumbraba hablarle a los animales desde niña. 

Después de un rato, al fijarse en el color rojizo del pelaje, en la larga cola anillada, el hocico largo, las patas fuertes afincadas sobre su planta y con uñas negras, la zoóloga se dio cuenta de que aquel pequeño mamífero era un coatí, o más científicamente correcto, un nasua nasua. 

Se miraron mutuamente hasta que Vianka se levantó y tomó su morral. Habia decidido buscar unos cazadores y con los dólares que tenía pagarles para que encontraran a los indios y por ende a su hermana. 

Antes de irse se fijó que donde debía estar durmiendo Veruska había quedado su ropa, tratando de alejar los pensamientos más funestos la tomó, la dobló y la introdujo en su morral. 

Dirigió su andar hacia donde intuía que quedaba el río y a la par iba recordado una historia que vio en la televisión cuando era niña, se trataba de una doctora que tuvo un accidente aéreo en el Amazonas Venezolano. El gobierno la había dado por muerta, pero unos indios de aquellas zonas la hallaron unas semanas después con la piel llena de gusanos. A Vianka le preocupaba que le ocurriera aquello, pero más temía que le pasara a Veruska. 

Al rato advirtió que el nasua nasua la seguía. Volteó entonces y miró al animal. 

-Sí que eres extraño- le dijo y continuo caminando, comprobando de reojo que este no le perdía la pista. 

-¡Genial! ¡Los indios se llevaron a mi hermana y me dejaron un coatí loco!- le contó a los árboles, al viento o quizás a sí misma. 

Al poco tiempo comenzó a llover torrencialmente, pero Vianka no detuvo su caminata aunque el agua le sobrepasaba los tobillos. Más adelante tropezó con la raíz de un árbol, se resbaló en la hojarasca y terminó con la cara en el lodo. 

Se quedó ahí, quieta, por un momento derrotada. Hasta que ante su vista apareció de nuevo el coatí. 

-¿Sabes que quisiera en estos momentos?- le preguntó al animal. 

-Un teléfono con acceso a internet y GPS. No te imaginas lo útil que me resultaría- luego rió. 

Como casi oscurecía eligió dormir allí acompañada por el coatí loco y una constante llovizna que duró toda la noche. Estaba rodeada de una oscuridad casi infinita escuchando los sonidos selváticos más aterradores. Se dio cuenta entonces, como siempre había sospechado, que estar con su hermana la hacía sentir más valiente aunque creyera que era ella quien cuidaba a Veruska. 

-Al menos te tengo a ti- le comentó a los ojos brillantes del coatí. 

Después de unas cinco horas el cansancio pudo más y se quedó dormida. Despertó al amanecer por un sonido que asemejaba huesos triturados. Cuando ubicó el origen del ruido contempló como el nasua nasua ingería un ave que había cazado. El estómago se le encogió de asco y le siguieron las nauseas. 

Se levantó y prosiguió caminando lejos de la escena. Al poco rato el coatí nuevamente caminaba junto a ella. 

-No sé qué haré pequeño amigo. Probablemente muera pronto- le contó sin esperanzas. 

Unas horas después que había cesado la lluvia, escuchó la conversación de dos personas que hablaban inglés. Se detuvo tratando de ubicar de donde provenían las voces.

Con pasos cautelosos fue andando hasta descubrir a un hombre y una mujer que caminaban con un aparato en las manos y conversaban mientras señalaban los árboles.

Al rebelarse ante los extraños estos se asustaron, probablemente porque estaba cubierta de lodo y porque el coatí había escalado por su pierna y se poso detrás de ella sobre el morral que llevaba en la espalda. Seguidamente el hombre la miró curioso y le dijo “Hello”. 

"Hola” le respondió Vianka quien nunca tuvo disciplina para aprender inglés. 

-¿Hablas español?, raro de encontrar por aquí- le dijo seguidamente el hombre con acento anglosajón. 

-Soy de Venezuela- continúo diciéndole Vianka. 

-¡Oh Venezuela claro! Estuvimos en Roraima hace dos años- le dijo la mujer también con acento extranjero. 

-Excelente, ¿Pueden ayudarme?- 

-¿Estas desaparecida?- le preguntó el hombre. 

-Perdida, sí, estoy perdida- lo corrigió Vianka. 

Se trataba de dos investigadores que estaban siguiendo un águila harpía que había nacido en cautiverio y a la que posteriormente liberaron no sin antes colocar un microchip para estudiar su conducta y seguir protegiéndola de los cazadores. 

Vianka no les habló acerca de su profesión aunque quedó fascinada por el oficio de los científicos, solo les rebeló que era Venezolana, que estuvo emigrando hacia Uruguay con su hermana menor y cuando navegaban por el río Madeira habían naufragado. Después les comentó sobre el encuentro con los indios y la misteriosa desaparición de su hermana, con la conjunta aparición de ese nasua nasua que no paraba de seguirla.

Ellos admiraron al coatí y quisieron acercarse a él pero este se mostró tímido acurrucándose y buscando protección en Vianka. 

-Está muy encariñado contigo- le mencionó el hombre. 

Los investigadores se llevaron a Vianka con ellos hasta su embarcación, donde los estaban esperando dos hombres oriundos de la zona que les servían de guías. 

Luego de navegar un largo trecho llegaron hasta un poblado donde los científicos se hospedaban. Vianka pudo bañarse, lavar su ropa, lavó también la de su hermana, comió y después de varios días de estar en la selva descansó en un lugar cálido y seco. 

Más tarde el investigador llevó a la venezolana acompañada por su coatí hasta la casa de un curandero que según contaban era un descendiente directo de las tribus de la selva, él hombre hacia décadas se había asentado en la sociedad brasileña. Vianka quería que la orientaran sobre cómo podría localizar a los Parintintin, que era como llamaban los oriundos a los aborígenes que vivían cerca del río Madeira. 

El curandero hablaba portugués por lo que el investigador fue quien le contó toda la historia. El hombre escuchaba mientras observaba a Vianka a la vez que miraba a su coatí. 

Cuando se dispuso a responder al científico, la joven se percató de como el investigador parecía extrañado, sonreía y negaba con la cabeza repitiendo una y otra vez las mismas palabras. 

-¿Qué es lo que dice?- le preguntó Vianka impaciente. 

-Es algo increíble, esta gente es muy supersticiosa- le respondió con media sonrisa burlona. 

-Por favor dime- le dijo Vianka con paciencia y educación aunque lo que quería era sacarle la información a porrazos. 

-Él dice que tu hermana siempre ha estado a tu lado- Vianka sacudió la cabeza un instante tratando de entender aquella frase. 

-¿Qué quiere decir?- preguntó, rogando que no le respondiera “que esta en espíritu contigo” o algo parecido. 

-Es muy extraño lo que dice este hombre, por favor no lo tomes mal- 

-¡Dímelo de una vez!- le replicó Vianka perdiendo la paciencia. 

-Dice que tu hermana es el coatí que llevas contigo- 

-¿Qué?- le preguntó Vianka y luego se echo a reír para luego volver a preguntar “¿Qué?” 

El curandero inició nuevamente su parlamento, mientras hablaba señalaba a Vianka señalaba al coatí y señalaba hacia la selva recordándole la actitud del chamán. 

-Él dice que tu debiste pedirle al chamán que te ayudara a cuidar a tu hermana y por eso la transformaron en nasua nasua- seguía mientras tanto el curandero parlando y parlando. 

-Dice que si regresas a la selva buscando a los indios te perderás para siempre porque jamás los encontraras, ellos no aceptan los obsequios de vuelta, ni se dejan ver fácilmente- 

Luego el parlamento del curandero parecía expresar molestia y según notó Vianka el investigador trataba de pedirle que se calmara. 

-¿Qué ocurre?- le preguntó la venezolana. 

-Dice que deberías estar agradecida de la bendición que recibiste de los Kagwahivas- 

-Pregúntele como hago para recuperar a mi hermana- 

-¿Quieres decir que regrese a su forma humana?- se cercioró el investigador escéptico. 

-Sí, si, exactamente eso- 

El científico le preguntó al curandero y este inicio de nuevo un largo parlamento. 

-¿Qué dice?- preguntó Vianka nuevamente impaciente. 

-Que debes seguir tu camino, que cuando tu hermana este a salvo ella regresará a su forma humana y que nos marchemos de aquí o nos maldecirá- 

-¿En verdad dijo eso?- preguntó Vianka. 

-Está enojado porque piensa que rechazas el obsequio que dice que te dio la tribu- 

-Dígale que lamento mucho si lo ofendí y que si desea un obsequio a cambio de su ayuda- 


El curandero acepto 500 reales para saldar la ofensa y Vianka y el científico se marcharon de regreso al hostal. 

Los amables científicos, quienes eran ingleses, se despidieron de Vianka pues debían seguir al ave que detectaron se había desplazado a la frontera con Ecuador, dejando a la venezolana con el extraño coatí en aquel poblado. 

Como había gastado parte importante del dinero que poseía en el hospedaje, la comida y el curandero, pidió trabajo en un restaurante mientras pensaba que hacer. Afortunadamente los lugareños acostumbraban tener monos y guacamayas de mascotas por lo que la venezolana acompañada por el coatí a su espalda no resultaba extraño para nadie. Pero Vianka sabía que si decidía creer al curandero y continuar su viaje, más adelante la acusarían de tráfico de fauna silvestre si viajaba con él. 

Esa noche en su habitación trato de comunicarse con su hermana. Después de comprobar que se trataba de un nasua nasua hembra lo plantó frente a ella y le dijo: 

-Muy bien ¿Eres tú Veruska?- el coatí se limitó a devolverle la mirada. 

-Si eres tú y me entiendes... escuchaste lo que dijo el curandero, debo continuar para que vuelvas a ser lo que debes ser, una humana- el animal continuo mirándola. Vianka suspiró. 

-Pero si solo eres un coatí loco que siguió a una humana que se encontró en la selva, y continuo mi viaje... estaré dejando a mi hermana atrás- luego de decir aquello tragó grueso. 

Vianka se quedó pensando unos minutos. 

-¡Ya sé! voy a colocar frente a ti esta almohada y esta fruta... si eres tú y entiendes lo que digo ven hacia la almohada- la coatí siguió sentada donde estaba. 

-Vamos, ven hacia la almohada- 

-¡Ven hacia la almohada Veruska! ¡Entiende que esto es muy importante!- la coatí esta vez se levantó y se dirigió a un rincón de la habitación donde se echo a dormir. 

Vianka suspiró nuevamente y se acostó en la cama rendida. 

Los días siguientes mientras trabajaba en el restaurante se dedico a preguntar a quien se le atravesara sobre los indios, donde vivían, que hacían, si transformaban a la gente en animales y si era posible encontrarlos. Todos hablaban portugués, sin embargo era posible entender algunas palabras, entre eso y un gran esfuerzo mental por parte de Vianka logró aprender algunas cosas. 

Los Kagwahivas eran una tribu que hacia un siglo paso de ser sedentaria a nómada, esto debido a que continuamente sufrían acosos y abusos de los traficantes de madera y terratenientes de la zona. Los desplazaban y si se cruzaban con ellos los asesinaban. Ni siquiera el gobierno, ni las organizaciones proteccionistas no gubernamentales lograban hallarlos en la selva, se caracterizaban por ser huidizos y no confiaban en extraños. Debido a esto las personas ignoraban su cultura y sus rituales mágicos. 

Vianka no entendía como a ellas les resultó tan fácil cruzarse con los Kagwahivas y ser recibidas con hospitalidad. La conclusión de los que conversaron con Vianka siempre era la misma, "es muy difícil encontrarlos". 

Una semana después la venezolana partió de aquel pueblo con el coatí escondido en una maleta que había comprado. 

-Bien, este será nuestro plan: si el viaje termina y no regresa mi hermana... volveremos a la selva y no importará si me "pierdo para siempre en ella"- le dijo al pequeño animal. 

49 horas después el coatí y la venezolana arribaron a Sao Paulo. 

Antes de dirigirse al terminal de buses internacionales pararon en un pequeño parque donde el animal con discreción hizo sus necesidades tras unos arbustos y comió frutas. 

-No debes dejarte ver por nadie, recuerda que estamos lejos de la selva, y aquí eres victima de un zoológico y yo seré acusada de indolente y ladrona- le dijo al coatí antes de volver a introducirlo en la maleta. 

Al abordar el bus, le pidieron que guardara la maleta en el portaequipaje pero se excusó diciendo que allí llevaba su cobija. Por fortuna no le preguntaron nada más y la dejaron subir. 

Vianka se maravilló con la ciudad, Sao Paulo era una metrópolis impresionante, "Y yo que me sorprendía con Caracas" se dijo a sí misma. 

Vio playas y luego más paisajes parecidos a selva. Entrada la noche se quedo dormida. 

-Migración quiere que bajemos- escuchó que le decía su compañera de asiento a la par que le tocaba el hombro. 

-¿Qué?- preguntó Vianka tontamente somnolienta y encandilada por la luz del día que entraba por la ventana. 

-Migración quiere que bajemos para sellar nuestros pasaportes- repitió la voz. 

Cuando Vianka volteó el corazón le dio un vuelco, se trataba de Veruska. 

-¡Hermana!- le dijo casi sin voz. 

-¿Si?- le respondió esta extrañada mientras Vianka se abalanzaba a abrazarla. 

-¡Estas aquí!, ¡estas aquí!- 

-Si, yo también me alegro que hayamos llegado a Uruguay, pero ¡Migración nos espera! van a pensar que somos indocumentadas- le respondió Veruska abrazándola de vuelta. 

-Si, si, vayamos allá- le respondió Vianka levantándose. 

Bajaron del bus y mientras hacían la cola para ser revisadas Vianka no cabía en su alivio y felicidad. 

-¿Cómo fue que volviste a ser tú?- le preguntó a Veruska. 

-¿De que hablas? siempre he sido yo- le respondió confundida. 

-Si, ahora lo sé lo que quiero decir, ¿Cómo fue ser coatí y transformarte de nuevo en humana?- Veruska parecía aún más confundida. 

-Ya sabes, estuvimos en la selva, los indios te transformaron en coatí, pensé que te habías perdido, pero no ¡Siempre fuiste el coatí como dijo aquel curandero!- Veruska acercó el dorso de su mano a la frente de Vianka para comprobar si no tenia fiebre. 

Luego de aquel gesto Vianka se quedo en silencio comprendiendo que su hermana parecía no recordar nada. 

En ese momento fue su turno ante el oficial de migración. 

-Bienvenidas ¿Qué vienen a hacer al Uruguay?- las saludó y preguntó con su acento característico. 

-Somos de Venezuela, venimos para quedarnos, y créame, no seremos una carga, mi hermana es científica, investiga sobre animales y yo soy artista plástico, tengo mi titulo, puedo dar clases. Se lo que piensan cuando escuchan que una es artista, pero repito no seremos una carga para su nación, la haremos más productiva y hermosa- agregó finalmente Veruska dando un puño al aire, sonriendo y guiñándole el ojo al oficial. 

Este la miró con expresión divertida. 

-En el Uruguay estamos complacidos de recibirlas- les respondió el hombre mientras sellaba ambos pasaportes. 

Vianka se encontraba ausente, confundida y un poco aterrada. 

Al volver al bus buscó la maleta donde traía al coatí pero no la encontró, ni al animal. 

-¿Me cuentas como a sido nuestro viaje?- le preguntó a Veruska al ponerse el autobús en marcha. 

-Salimos de Venezuela, llegamos a Manaus tomamos un bus hasta Porto Velho, de ahí un bus a Sao Paulo y luego este ¿Por qué?- 

-¿Y el barco?- preguntó Vianka. 

-¿Qué barco?- 

-El barco donde perdimos nuestro equipaje y hamacas- 

-¿De qué hablas? están en el portaequipaje del bus- 

-¿Qué fecha es hoy?- preguntó seguidamente Vianka. Cuando Veruska le respondió se dio cuenta que el tiempo coincidía con su estancia en la selva y aquel poblado donde se hospedo unos días. 

-¿Como explicas que hallamos gastado 20 días de viaje que según el recorrido que tú dices solo lleva 10 días?- 

-Creó que tuviste un sueño extraño y lo estas confundiendo con la realidad- le respondió su hermana con seriedad. 

-¡Alégrate ya falta poco para llegar!- le dijo finalmente tomándole la mano con entusiasmo a Vianka. 

Vianka mentalmente se preguntó: ¿Qué era más grande? ¿La magia de los Kagwahivas o su locura? 

miércoles, 10 de mayo de 2017

Realidades

Los seres humanos biológicamente estamos unificados con el cosmos. Todos somos parte de lo mismo, todos somos uno solo.

Socialmente las cosas cambian. Tenemos carácter, personalidad, vocación, ideales, valores y gustos (impuestos o no) que nos agrupan, que nos separan los unos de los otros. 

Hoy en mi patria muchas personas molestas gritan en las calles, las trancan, queman cosas y lanzan rocas mientras otros los ahogan con gases y les disparan proyectiles.

También hay quienes destruyen comercios y se llevan todo lo que pueden, mientras alrededor, motorizados recorren las ciudades despertando tanto temor, como odio.

Unos tantos más sonríen, aplauden y bailan en la televisión mientras sus espectadores o escuchas, aislados de los otros sucesos, idealizan como se va construyendo una nación libre, igualitaria y poderosa.

La Venezuela de los evangélicos, la Venezuela de los militares, la Venezuela de los malandros, la Venezuela de los profesionales, la Venezuela de los pobres, la Venezuela de los honestos, la Venezuela de los vivos, la Venezuela de las monjas, la Venezuela de los millonarios, la Venezuela de los comunistas, la Venezuela de los artistas, la Venezuela de los indígenas, la Venezuela de los sexodiversos, la Venezuela de los extranjeros, la Venezuela de los hombres, la Venezuela de las mujeres, la Venezuela de los niños.

Muy probablemente hay más submundos, subnaciones y subrealidades que se escapan de mi conocimiento. Y me pregunto:

¿Por qué es tan difícil para el ser humano mirar a los grupos de los que se siente ajeno y tratar de entenderlos?

¿Por qué llevamos por delante esa idea de que somos mejores que los otros?

¿Por qué damos por hecho que somos poseedores de la verdad?

¿Por qué nuestro lado siempre es el correcto?

¿Por qué encontrarse y notarse diferente siempre desata desprecio, tensión y guerra?

Y finalmente, aunque me de cuenta de todo lo expuesto y me atormenten esas preguntas. De la manera más demente y absurda sigo escogiendo lados, con la ilusa idea, como siempre, que mi percepción de la realidad es la correcta y que pertenezco a los justos.