miércoles, 10 de mayo de 2017

Realidades

Los seres humanos biológicamente estamos unificados con el cosmos. Todos somos parte de lo mismo, todos somos uno solo.

Socialmente las cosas cambian. Tenemos carácter, personalidad, vocación, ideales, valores y gustos (impuestos o no) que nos agrupan, que nos separan los unos de los otros. 

Hoy en mi patria muchas personas molestas gritan en las calles, las trancan, queman cosas y lanzan rocas mientras otros los ahogan con gases y les disparan proyectiles.

También hay quienes destruyen comercios y se llevan todo lo que pueden, mientras alrededor, motorizados recorren las ciudades despertando tanto temor, como odio.

Unos tantos más sonríen, aplauden y bailan en la televisión mientras sus espectadores o escuchas, aislados de los otros sucesos, idealizan como se va construyendo una nación libre, igualitaria y poderosa.

La Venezuela de los evangélicos, la Venezuela de los militares, la Venezuela de los malandros, la Venezuela de los profesionales, la Venezuela de los pobres, la Venezuela de los honestos, la Venezuela de los vivos, la Venezuela de las monjas, la Venezuela de los millonarios, la Venezuela de los comunistas, la Venezuela de los artistas, la Venezuela de los indígenas, la Venezuela de los sexodiversos, la Venezuela de los extranjeros, la Venezuela de los hombres, la Venezuela de las mujeres, la Venezuela de los niños.

Muy probablemente hay más submundos, subnaciones y subrealidades que se escapan de mi conocimiento. Y me pregunto:

¿Por qué es tan difícil para el ser humano mirar a los grupos de los que se siente ajeno y tratar de entenderlos?

¿Por qué llevamos por delante esa idea de que somos mejores que los otros?

¿Por qué damos por hecho que somos poseedores de la verdad?

¿Por qué nuestro lado siempre es el correcto?

¿Por qué encontrarse y notarse diferente siempre desata desprecio, tensión y guerra?

Y finalmente, aunque me de cuenta de todo lo expuesto y me atormenten esas preguntas. De la manera más demente y absurda sigo escogiendo lados, con la ilusa idea, como siempre, que mi percepción de la realidad es la correcta y que pertenezco a los justos.

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