lunes, 24 de agosto de 2015

Historia 1 -Capitulo 12-

“Ya estoy fuera de tu casa”

Al leer el mensaje me sentí nerviosa, ¿me abría vestido bien?, ¿mi cabello permanecería  el resto de la noche como lo arregle?, ¿seguro que no tendría algo entre los dientes? Y las más angustiantes preguntas: ¿era una cita?, ¿y si no lo era?, ¿y si me decía que definitivamente no le gustaban las chicas?....    

Finalmente resolví por dirigirme a su encuentro. Cuando baje las escaleras y pase por la sala donde mis padres estaban todas las noches, mi madre me dijo:

-¿A dónde vas mi niña?-
-Saldré un rato-
-¿Tienes una cita?-
-No… ¿Por qué? ¡¿Luzco como para una cita?!- le pregunte nerviosamente, ella sonrió de manera comprensiva y me dijo:
-Te ves hermosa- eso no me respondía la pregunta, pero obviamente no me iba a cambiar ya, así que seguí mi camino.
-¡No llegues tarde!- escuche que dijo la voz de mi papá.

Cruce el jardín con ganas de correr en dirección contraria y a la inversa, era un sentimiento extraño. Abrí la puerta al exterior, y al mirar hacia la calle allí estaba ella, esperándome, recostada a su camioneta junto a la puerta del copiloto. Llevaba sus hermosos rizos pelirrojos sueltos, rebeldes y hermosos. Vestía una chaqueta de cuero negra, bajo ella una blusa holgada, botines y blue jeans, se veía súper sexi. Sobre todo porque todo aquello lo acompañaba su sonrisa tímida.

Yo me acerque y ella me dio un beso en la mejilla. Luego me dijo:

-Estas preciosa- yo sentí mi cara caliente inmediatamente.
-Tú también- le respondí en voz baja, ella me sonrió y abrió la puerta de su carro para que yo entrara.      

Cuando se montó y encendió el motor me pregunto:
-¿Tienes hambre?-
-¿Tú tienes?- le pregunte yo, y ella me dijo:
-Te llevare a un lugar sencillo pero agradable, me gusta mucho-

Luego encendió la radio y coloco música de Norah Jones, yo inmediatamente recordé a Mariana y lo que opinaba sobre la cantante, pero no quería pensar en ella ahora, así que la saque de mi mente y me concentre en mirar las calles. Seguidamente note que tomamos la dirección que conducía a la playa.

Cuando las luces de la ciudad fueron quedando atrás, observe como el cielo estaba despejado y lleno de estrellas, era una hermosa noche. Isabel y yo no cruzamos palabra durante todo el viaje y sin embargo fue agradable, me relaje y me sentí en paz.

Luego de un rato llegamos a Punta Hermosa, un elegante malecón con estilo gregoriano y hermosos jardines donde dejaban a las plantas crecer y lucir su estilo natural. Ese día había pocas personas a pesar de que todos los restaurantes estaban abiertos.

Isabel se estaciono en el aparcamiento y luego de bajar del carro, caminamos por el malecón hasta el restaurante más pequeño, más sencillo y más lejano.  

-¿Te gusta el lugar?- me preguntó cuando ya casi llegábamos.
-Se ve acogedor- le respondí, y era cierto, me hacia recordar ese sentimiento de bienestar que te transmite un personaje en una de esas películas, donde después de pasar por una dificultad tremenda, regresa a casa.

Era un restaurante rectangular y pequeño, construido con madera barnizada y techo piramidal cubierto de hojas de palma. También tenía luces blancas (de las que usan en navidad) bordeando los pilares que sostenían la estructura. Calcule que contaba aproximadamente con 20 mesas, de las cuales, unas 6 se encontraban ocupadas, además, al llegar dentro, se escuchaba bossa nova a un volumen audible y apropiado.

La cocina estaba en el centro del lugar, podía verse lo que ocurría dentro. Allí se encontraban trabajando dos mujeres morenas y jóvenes acompañadas por una señora regordeta, que llevaba falda, moño y parecía dirigirlas. Mientras una chica de aproximadamente 15 años atendía las mesas.

-¡Isabel!- dijo alegremente la chica que atendía las mesas y se apresuro a abrazarla, yo me sorprendí un poco, y me sorprendí aun más cuando las mujeres de la cocina voltearon y saludaron igual de alegres a mi diosa pelirroja. Incluso la señora regordeta se acercó.

-¡Mi niña! ¡Isabel mi niña bella!- decía mientras la abrazaba y la miraba con ojos maternales. Luego volteo a verme y de nuevo se emociono.

-¡Trajiste a la chica! ¡A la doctora!- entonces me abrazó y yo me sentí agradecida del amor que desbordaba aquella mujer. Además me sentí feliz porque ¿Quizás Isabel les había hablado de mí?
-No me pongas en evidencia Evita- le dijo sonriendo y apenada. Pero ella la ignoro, y se alejo de nosotras un poco y nos miro de arriba abajo con ojo evaluador.      
-¡¿Pero mira nada más?! ¡Las dos son hermosas! ¿Verdad que son hermosas Clarita?- se dirigió alegremente a la chica que atendía las mesas.
-¡Si muy hermosas!- respondió ella sonriendo.
-¡¿Verdad que son hermosas estas chicas?!- dijo esta vez dirigiéndose a las jóvenes de la cocina quienes rieron y respondieron “¡si muy hermosas doña Evita!” todas se veían tan alegres que no tuve más opción que dejarme contagiar.
-¡Ya no les quito tiempo! ¡Vengan! ¡Vengan por aquí a esta mesa especial!- entonces nos condujo a una mesa cercana a la playa, en un espacio que aportaba privacidad.
-¿Qué les traigo?- nos dijo mientras enlazaba sus pequeñas manos sobre su abdomen.
-¿Quieres probar mi favorito?- me pregunto Isabel mirándome a los ojos.
-Me encantaría- le respondí yo y sonreí. Entonces Evita y Clarita se fueron dejándonos solas.

Cuando nos sentamos Isabel se acercó y me dijo:

-Es sencillo, puedes pensar que quizás sea infantil, pero me gusta y me gustaría que lo probaras-
-Tranquila, quiero probarlo-  
-Está bien- me dijo. -¿Si te gusta el lugar?-
-Sí, ¡me encanta! ¿Siempre vienes aquí? Todas parecen tenerte mucho cariño-
-Si- entonces se quedo pensativa y tomo una mirada un poco triste.
-¿Qué pasa?- le pregunte preocupada.
-Es un poco patético-
-¿Qué cosa?-
-Llegue aquí un día que no podía más… Fue una casualidad, fueron tan amables conmigo que sigo viniendo para obtener algo de cariño-
-Eso no es patético- le dije y le tome delicadamente la mano. Ella me sonrió y correspondió a mi caricia, entonces me atreví a preguntar:
-¿Les hablaste de mí?- ella sonrió con timidez.
-Solo un poco-
-Un poquito- le dije yo a manera de broma fingiendo que tenía algo pequeño entre mis dedos. 
-Ellas me entienden, me escuchan y me aconsejan. Son como una tía y primas a las que voy a visitar-     
-¿Y qué te aconsejaron en mi caso?-
-Qué te invitara a salir- me dijo sonriendo.
-Entonces me alegro- le respondí. 

En ese momento llego Clarita con una bandeja y nos sirvió un plato que tenia sándwich pequeños y cortados en triángulos, además de un bol de guacamole con unas tostadas circulares de color blanco. Detrás de ella venia Evita con otra bandeja que portaba dos vasos parecidos a copas que estaban adornados con rodajas de limón y que contenían un liquido frió y verde claro.

-¡Espero disfruten de la comida y la velada!- nos dijo alegremente Evita estirando los brazos. Luego se marcharon dejándonos solas de nuevo.     

-¿Qué es?- le pregunte a Isabel con curiosidad.
-Debes probarlo- me dijo ella, luego tomo uno de los pequeños sándwich y me lo dio en la boca. Yo lo saboreé y me aventure a decir:
-¿Cangrejo?-
-¡Exacto! ¡Tienes talento!- me felicito.
-¿Y esto otro?- le dije señalando las tostadas pequeñas y circulares.
-Las hacen con raíces-
-¿En serio?- le pregunte extrañada. Ella tomo una de las tostadas, le coloco guacamole y también me lo dio a probar. Sinceramente no sentía otro sabor diferente al guacamole, pero lo crujiente de aquella peculiar tostadita hecha con raíces era el acompañante ideal.  
-Ahora prueba la bebida- me dijo Isabel mientras tomaba uno de los pequeños sándwich para comer. Yo pensé que sería jugo de limón, pero no, era un licor refrescante que ligeramente sabia a limón.
-No lo conozco-
-¿Te gusta?-
-Sí, creo que si- entonces volví a tomar.
-¿Es muy fuerte?- le pregunte preocupada y ella rió.
-Solo es para cenar- me dijo.  

Puedo decir que se cumplió el deseo de Evita, la comida me gusto y la velada fue muy agradable. Isabel me hablo sobre el licor que tomamos, era de origen Italiano y efectivamente tenía algo de limón.

También me hablo sobre aquel grupo de mujeres que atendían el restaurante, eran familia, todas hijas de Doña Eva por crianza, pues ella nunca pudo concebir. Su esposo había fallecido muchos años atrás, fue un hombre que siempre se dedico a la pesca comercial. Al quedarse Eva viuda, vendió todos los implementos de pesca de su esposo y lucho por montar aquel restaurante. Luego, poco a poco llegaron sus hijas "que se las fue trayendo el mar”, como ella solía contar. Pensé que tal vez Isabel podría también ser una de esas hijas. Ella llevaba 4 años visitando aquel lugar al menos dos veces por semana.  

Al terminar de cenar nos despedimos de aquella familia entre abrazos y sonrisas, luego nos fuimos a caminar por el malecón. Isabel me tomo de la mano, y yo me sentí dichosa.

-Quería hablarte sobre porque me cuesta contestar si me gustan las chicas- me dijo y mi estomago se encogió, seguía teniendo miedo de que me dijera que jamás estaría con una chica, más aún, después de lo que acabábamos de compartir. Desde que la vi fuera de mi casa quería besarla.

-Está bien- le dije lo más tranquila que puede.  
-Mis padres odian a los homosexuales. Si los escucharas hablar de ello te sentirías enferma- al decir eso note que de verdad le daba asco aquella particularidad de su familia.  

-Cuando el ministerio de salud ordeno que todos los médicos se educaran para aprender a tratar a sus pacientes homosexuales y transgéneros ellos aborrecieron aquello y armaron un escándalo, tienen poder dentro de la comunidad médica. Son respetados y admirados por muchos, sabían que su reacción influiría en los demás y a pesar de eso lo hicieron, o mejor dicho, sabiendo eso pensaron en hacerlo, sin importarles el daño que pudieran causar. Solo pensando en sí mismos y en su visión de la sociedad. Yo los detesté completamente, sentía que la naturaleza me había hecho homosexual solo para darles una lección y eso me pone triste, se que nunca me aceptaran-

Yo no supe que decirle, ¿Cómo podría animarla?, si sus padres eran tal como los describía ella tenía razón, así que solo le tome con mayor firmeza su mano.

-Me alegro por ti, tienes mucha suerte de tener los padres que tienes. Por eso eres así,  estable y encantadora- al decirme esto volteo a verme y yo le respondí.

-Tú también eres estable y encantadora- y la empuje un poco y me dirigí hasta la baranda del malecón que daba a la playa. Ella me siguió y se paro junto a mí. Luego nos quedamos viendo el mar unos momentos en silencio. Únicamente se podía distinguir lo que alumbraba las luces del malecón, de resto solo se percibía una oscuridad infinita que iba hasta quien sabe dónde, más aun al ser una noche sin luna, solo con pequeñas estrellas iluminando tenuemente el cielo.

-Da un poco de miedo ¿Verdad?- me dijo.
-Si- le respondí y me estremecí porque me dio uno de esos escalofríos que los supersticiosos asocian con la presencia de almas perdidas.
-¿Tienes frió?- me pregunto Isabel al darse cuenta de mi estremecimiento, entonces me toco mi mano izquierda, que era la contraria a la que me había tomado cuando caminábamos hasta allí.
-Tienes las manos frías- comento. 
-Solamente esa porque no me la tomaste- le dije.

Ella intentaba calentarla con sus propias manos y yo la miraba al rostro. Cuando subió su mirada note que se detuvo en mis labios un momento y luego siguió hasta mis ojos, al darse cuenta que yo la estaba mirando sus mejillas se enrojecieron, pero ella permaneció serena y acerco sus labios a los míos y me beso.

Nos besamos, porque yo le correspondí. Sus labios eran suaves y sus besos dulces. Me hacían recordar a esos momentos cuando tienes poca sed y tomas agua  mineral, y esa agua no está ni fría ni caliente, si no en el punto exacto. No sé por qué, pero lo asocie a eso y me gusto. Mi mano izquierda seguía entre sus manos, pero poco a poco nos saltamos y me abrazo por la cintura y yo la abrace por la espalda mientras nos seguíamos besando.

En un momento detuvo el beso, pero sus labios siguieron junto a los míos y me dijo:

-Me gustas mucho Ana- y nos seguimos besando.

Un momento después volvió a detener el beso, pero esta vez se alejo un poco más y me miro a los ojos.

-Quiero ser tu novia- yo reí un poco y ella me pregunto.
-¿Lo dije mal?-    
-Yo también quiero ser tu novia- le dije y la volví a besar.  


Continuara…
Capitulo 13   

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