viernes, 21 de agosto de 2015

Historia 1 -Capitulo 11-

Estaba sentada en la plazoleta de la facultad, corría una brisa agradable que me transmitía sensación de paz. Escuche entonces que alguien se acercaba y era Isabel, mi diosa pelirroja, hacia tres semanas que conversábamos todos los días. En persona cuando coincidían nuestros ratos libres en la universidad, o por mensajes y llamadas durante las noches, nos hayamos visto o no.

-¡Hola!- le dije mientras se sentaba, ella me dio un beso en la mejilla y me esquivo la mirada.
-¿Qué pasa?- le pregunte, parecía contrariada por algo.      
-Te mentí esta mañana- me dijo aun sin mirarme. Yo me sentí confundida, esta mañana solo nos saludamos por mensajes, ¿Cómo se puede mentir con un saludo?
-¿A qué te refieres?-
-Anoche no me quede dormida, solo no supe cómo responder a tu pregunta-   
-¿Sobre si te gustan las chicas? No quise que te sintieras incomoda- le dije y le toque su hombro.
-No me sentí incomoda, solo no supe que decir-

En ese momento se escuchó la corneta de un carro, Lucia había pasado buscándome para pasar la tarde juntas, plan que incluía a Sara y Mariana. Entonces le dije a Isabel:

-Me tengo que ir, estaba esperando a mi amiga- me levante y tome mis pertenencias. Luego me sentí apenada de que notara mi decepción.
-No te preocupes, hablaremos de eso después- y me marché dejando sola a esa hermosa pelirroja con ojitos de cachorro.

Camine hasta la camioneta jeep cherokee color carmesí de Lucia, subí y me coloque el cinturón, ella sin saludarme me preguntó:

-¿Quién es esa bella pelirroja?- mientras la miraba sobre sus lentes de sol.
-Una amiga-
-¿Solo amiga?-
-Si- le respondí laconiamente.

No podía ocultar que me sentí decepcionada por lo que Isabel me acababa de confesar, no porque me hubiese mentido sobre algo tan tonto, si no porque era heterosexual, o una lesbiana o bisexual en proceso y eso siempre trae dolorosos problemas.

-¿Es decir que no tienes problemas con que la invite a salir?-
-¡Lucia!- le dije sorprendida y un poco molesta por su pregunta.
-Jajaja- ella rio divertida y arrancó el carro. – ¡Solo era una broma! Te estaba probando, si esa chica no te atrae definitivamente no eres lesbiana-
-Cálmate un poco ¿Si?, tú tienes novia-
-No, ya no tengo-
-¡¿Qué paso?!- no lo podía creer, ¿otra vez?  
-Me dijo que quería volver con su ex novia-
-Hachzz ¡No te lo puedo creer!-
-Sí, bueno, al menos fue sincera-
-Si, al menos-
-¿Y qué me cuentas sobre la pelirroja?-
-Nada, somos amigas-  
-¿Volveremos al punto anterior?- me dijo con tono amenazante. -¡Confiesa!-
-¡Está bien! Es una hermosa chica… es muy agradable… es inteligente… hablamos todos los días… y ¡me encanta!-
-Awww ¡Lo sabia! ¿Y ella gusta de ti?-
-No lo sé, parece interesada, pero…-
-¿Pero?-
-No termina de concretar nada-
-¡Ana! Siempre te lo digo, ¡No puedes ser tan pasiva! Si te gusta una chica y te da alguna señal a tu favor ¡tienes que ir por ella!-
-Es que no se…-
-¿Te ha dado señales?-
-Sí, creo que si-
-¿Entonces?-
-No se-
-¡Estas esperando que ella dé el primer paso!, ¿Y si es la primera vez que le gusta un chica? ¿Si es pasiva? ¿Si está esperando que tú des el primer paso?-

De pronto me sentí en un examen donde no podía dar una respuesta incorrecta.

-¿Puedo perder la oportunidad?-
-¡Exacto! Llevo cinco años tratando de hacerte entender las desventajas de ser pasiva y tu ¡No me terminas de captar!-
-No me digas así…- le dije haciendo puchero.  Ella respiró y me miró comprensivamente, Lucia era sensible a ese tipo de gestos.
-Invítala a salir- me dijo.
-¡No podría! ¡Me moriría de la pena!-
-Es muy fácil, lo más importante es la actitud, tienes que sacar el sex appeal que llevas dentro-
-¡No sabría como decirle!- Lucia siempre lograba empujarme al extremo de la ansiedad. En ese momento nos detuvimos en un semáforo, el tráfico estaba congestionado, así que aprovecho para hacer una demostración.
-Si no quieres ser directa porque te da vergüenza, hazle la propuesta como quien no quiere la cosa-

Entonces sacudió su cabello, acomodó su chaqueta y tomó una expresión relajada y me dijo:

-Ana, deberíamos ir esta noche a algún lugar agradable… ¿entendiste la palabra clave?-
-¿Deberíamos?- le respondí dudosa.   
-¡No! “noche”, eso le da a entender a cualquier chica que tus pretensiones son amorosas-
-¿Y si me dice que no?-
-Le das mi número- dijo de manera resuelta y avanzó al cambiarse a luz verde.
-¡Lucia!-
-Jajaja ¡Es broma! Jamás me metería con tu novia-
-¿Novia?-
-Sí, ya debes mentalizarte para que te sueltes y seas más espontánea cuando estés con ella y  tu mente la identifique como la chica especial del lugar- yo reí de notar las ocurrencias de Lucia y le dije:
-Creo que sabes más de chicas que Mariana-
-Bueno, es que yo amo a las chicas, ¡me encantan! Mariana… se servía de ellas. ¡Ojo! “se servía de ellas” estoy hablando en tiempo pasado. Si te has dado cuenta hace ya aproximadamente tres meses que no se relaciona con ninguna chica-

Yo guarde silencio, obviamente lo había notado y me había originado una sensación de paz que no entendía.

-… me imagino que es por el luto por su padre y sigo esperando el momento en que sea la Mariana de antes…-  

-No creo- le dije. Sin embargo, Lucia me miro incrédula.

En ese momento me percate que habíamos llegado a nuestro destino. Se trataba de un hermoso café donde preparaban postres maravillosos, según los anuncios de aquel negocio esto era gracias a que contaban en su personal con “Pâtissier traídos desde la Toscana”.  

Mientras mi amiga estacionaba su vehículo, contemplé al grandioso vecino que estaba al cruzar la calle frente al café, este era el teatro más bello de la ciudad, se trataba del “Teatro de las Zarzuelas”. Lo que más me gustaba de su arquitectura eran las esculturas de su fachada, y que en el interior del mismo, había hermosos óleos en su techo que representaban la danza, la música, la comedia y la tragedia, separados por la elocuencia, la historia y la poesía. Toda esa información la había obtenido en una visita que realicé cuando era niña junto a mi fallecida abuela, quien fue una mujer que amo las artes, sentimiento que me transmitió, pues a mi parecer, no había oficio que me originara más respeto y admiración que el ser artista. 
  
Bajamos del carro y nos dirigimos rumbo al café, al entrar Mariana nos hizo señas desde una de las mesas, Sara se encontraba junto a ella, y parecía estar un poco ausente a lo que ocurría a su alrededor.

-Hola extraña- me dijo Mariana antes de besar mi mejilla. Luego saludó a Lucia. Sara por otro lado se limitó a levantar levemente su mano. En verdad algo le ocurría.

Comenzamos como siempre a hablar de banalidades mientras esperábamos nuestros postres. Lucia y Sara pidieron tiramisú, Mariana un postre llamado “Torta del diablo” y yo opte por la Cheesecake de fresa.

-¿Buscaste el misterioso equipo?- le pregunte a Mariana casualmente.
-No sé de qué me hablas- me dijo ella impensadamente. Yo me sorprendí, ¿a qué venía eso? ¿Acaso no quería que Lucia y Sara se enteraran?, o tal vez Sara lo sabía y no quería que fuera Lucia quien se enterara.  

Cuando llegaron nuestros postres nos dispusimos a comer y Mariana me dijo:

-¡Tienes que probar esto! El chocolate se siente de una forma ¡alucinante!- entonces me dio a probar en mi boca de su cuchara, Lucia nos miro extrañada y a la vez divertida, Sara seguía indiferente.

Era cierto, el chocolate se sentía intenso, el sabor de ese postre era casi paradisiaco. Por eso nos encantaba visitar aquel café.

Cuando terminamos nuestros postres y Lucia finalizó la historia de su nueva ruptura, Mariana se levantó para ir al baño y yo me propuse preguntarle a Sara que le ocurría.  En ese momento mi teléfono repico, y me distraje. Isabel me estaba llamando, considere no responderle, pero mi voz interna me dijo “no seas inmadura” y le atendí.

-¡Hola!- le dije.
-Hola, ¿estás ocupada?-
-Un poco-
-Solo quería llamarte para preguntarte algo-
-¿Dime?-
-¿Podemos vernos esta noche?- yo me quede helada recordando las palabras de Lucia sobre usar la “noche” para ver a alguien.
-¿Esta noche? Sí, creo que si- le respondí de la manera más natural que pude. -¿Dónde nos vemos?- Lucia captó la situación cuando pronuncie esa frase y su expresión paso a ser expectante.  
-¿Puedo ir a buscarte a tu casa?-
-Sí, ¿a qué hora?-
-¿Te parece bien a las siete?-
-Sí, ¿Dónde iremos?-
-Cerca de la playa-
-Ok, te veo más tarde- ella me dijo “adiós” y colgó.
Lucia estaba casi brincando en su silla.
-¡¿Era la pelirroja?!-
-Si-
-¿¡Te invito a salir!?-
-Solo me dijo para vernos, no sonaba como una cita-
-¿Dónde irán?-
-Cerca de la playa-

En ese momento Mariana regreso, tomó asiento y se dispuso a beber agua.

-¡Ana tiene una cita!- le informó emocionada. Mariana se ahogó y comenzó a toser.
-¡No te parece genial! ¡La chica es súper hermosa Mariana!- le decía mientras le daba palmaditas en la espalda. Yo me sentí apenada, quería hundirme en mi silla y lo peor es que no sabía por qué.
-Que imprudente eres Lucia- dijo de pronto Sara. Lucia la miro desconcertada y como ya Mariana se había recuperado de su tos me pregunto:
-¿Es la chica de los mensajes?-
-¡¿Ya sabias de ella?!- le pregunto Lucia recuperando de nuevo su alegría.
-Mario se mudara a Australia- nos dijo Sara precipitadamente.
-¡¿Qué?!- preguntaron Mariana y Lucia inmediatamente. Yo lastimosamente me sentí aliviada de aquella intervención, aunque también sentí pena por Sara. Mario era su novio desde hacía casi dos años, parecían felices, parecían amarse, era obvio que se sintiera mal y como el estudiaba gastronomía tal vez haber ido precisamente a aquel lugar ese día  empeoró sus ánimos.

-¿Por qué a Australia?- preguntó Mariana.
-Le ofrecieron un trabajo con sueldo en dólares, debe comenzar cuando termine la escuela, que será dentro de tres semanas-
-¿Ya lo decidió?- le pregunto Lucia.
-Si-
-¿Te invito a ir?- le pregunto Mariana.
-No, solo me dijo que se iría y que lamentaba que nos separáramos por esa razón-
-¿No consideró para nada tu opinión?- pregunto de nuevo Mariana, Sara guardo silencio y yo le tome la mano.
-¡Es un idiota!- opino Mariana, parecía furiosa.
-¿Si te lo pide te irías con él?- le preguntó Lucia. Sara movió su cabeza en negación y sus ojos se llenaron de lágrimas y luego ella se las tragó.
-Vámonos ya- les dije. Nos levantamos entonces y salimos.
-¿Vamos a algún otro lugar?- pregunto Lucia.
-Mejor no- respondió Mariana. Entonces abrazó a Sara posando su brazo sobre los hombros de ella y la condujo hacia su camioneta sin mirar atrás, y sin decir adiós.

Continuara…
Capitulo 12  

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