domingo, 27 de septiembre de 2015

Historia 1 -Capitulo 19-


-Ana… Ana…-
-¿Sí?-
-¿Ya estas despierta?-

En ese momento abrí los ojos y me di vuelta, mi habitación estaba oscura y Mariana estaba ahí. Me senté entonces y le pregunte:

-¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste?- ella se coloco el dedo índice en los labios para indicarme que no hiciera ruido, luego levanto un pastel que tenía escondido, se sentó cerca de mí en la cama, prendió fuego a la mecha de una pequeña vela que tenía enterrada en el centro del pastel y me dijo:

-Feliz cumpleaños-
Llego entonces a mi rostro una sonrisa que nació en la boca de mí estomago y le respondí en un susurro:
-¡Estás loca! ¿Qué hora es?-
-La una y treinta A.M-
-¿Ya es quince?-
-Sí, 15 de diciembre, ahora apaga la vela y pide un deseo antes de que se consuma-
-No sé que pedir- le respondí luego de unos instantes en que mi cerebro se sintió colgado.
-¿Paso todo un año y no sabes que pedir?- me bromeo Mariana con una ceja levantada.
-Está bien- le dije y me dispuse a soplar, pero ella alejo el pastel de mí y me dijo:
-¿Segura?- yo reí y le dije:
-Sí, tonta- luego pensé “Que Mariana este siempre bien” y apague la vela.

Saco entonces del bolsillo de su pantalón un cuchillo de untar y corto el pastel por la mitad, lo coloco sobre mi regazo y luego, de su otro bolsillo saco dos pequeñas cucharas, el pastel era pequeño, se veía hasta tierno.

-Espero te guste, pedí tu sabor favorito-
 
Lo probé y era cierto, chocolate con fresas y crema, el sabor era tan penetrante y exquisito que solo podía ser de…

-Sí, del café frente al Teatro de las Zarzuelas- me dijo Mariana al ver mi rostro de placer.

Mientras disfrutábamos de aquel manjar, Mariana me conto como tuvo que rogarle al pastelero jefe para que su encargo estuviera listo justo a la hora de cerrar, que era a las 11:00 p.m. El argumento que alego finalmente fue que un pastel fresco siempre tendrá el mejor sabor, fue allí donde logro convencerle. También había confabulado con el señor Mario para que se quedara despierto hasta tarde y le dejara entrar a la casa, además de que tuvo que esperar en el jardín hasta que mi padre se acostara, hecho que no se hizo realidad sino hasta media hora antes. Su primer plan había sido llegar a las doce en punto.

Yo estaba embriagada por el pastel y por el gesto de Mariana, por lo que al terminar de comer, aparte de caja y me lance a abrazarla.

-Gracias- le dije mientras la abrazaba.
-No hay de qué, pero aun falta- me respondió, yo me sorprendí y la solté para verla al rostro.
-¿Recuerdas que siempre decías que querías reparar la caja de música de tu abuela?-
-Si-
-Me la lleve el día que estuviste enferma y la mande a reparar-

Yo me quede fría, mi abuela tenía una caja de música que siempre me encanto desde niña, era de madera, tenía tallada en la tapa tres mariposas cuyos bordes eran de oro. La caja había sido fabricada en 1860, mi abuela la heredo de su abuela y ella me la regalo a mi cuando enfermo y supo que pronto moriría. Cuando finalmente falleció, no pude atreverme a escuchar su música por mucho tiempo, y cuando al fin quise hacerlo, la caja no funciono. Pase muchos días deprimida luego de aquel suceso.

Mariana levanto una bolsa de papel que tenia junto a la cama y la coloco en mi regazo. Yo la revise, extraje de ella la caja de música y luego le di cuerda.

-Ocho vueltas son suficientes, decía siempre mi abuela- le dije a Mariana mirándola, ella me sonrío y entonces levante la tapa.

Una pequeña bailarina con tres mariposas se levantaron, comenzó entonces a sonar la hermosa melodía. Mientras tanto, la pequeña muñequita danzaba y las mariposas revoloteaban por alrededor.

 
Mis ojos se llenaron de lágrimas y me lleve las manos a mi boca. Muchos recuerdos pasaron por mi mente, la casa grande con olor a madera y dulces de mi abuela, el calor perfecto que se sentía allí, un patio lleno de plantas y muchas flores, yo corriendo por los alrededores para espantar canarios y mi abuela sonriéndome mientras me trenzaba el cabello.

Al finalizar la música me quede observando a la bailarina y las mariposas detenidas unos instantes, tiempo en el que sentí como poco a poco se aflojaba el nudo que tenía fuertemente atado en la garganta. Al tranquilizarme baje la tapa y mire a Mariana.

-Es la cosa más linda que has podido hacer por mí-

Ella pareció querer decirme algo, pero termino por quedarse en silencio y sonreírme de lado. Yo le tome la mano izquierda un poco temerosa al principio y luego se la acaricie y ella respondió a mi caricia.

-Te lo agradezco mucho- le acote.
-Fue un placer- me respondió, nos quedamos en silencio un rato y luego me dijo:
-Lamento haberte robado tu madrugada, no podre venir mas tarde. Pero vendré mañana-
-Está bien- le respondí y me acosté.
-Espero tengas un muy feliz cumpleaños- me dijo antes de salir a hurtadillas por la puerta de mi habitación.

Yo le di cuerda nuevamente a la caja y permanecí escuchando su música hasta quedarme dormida.

A eso de las ocho de la mañana mi mamá, mi papá y hermanas entraron también a mi cuarto con un pastel. Me desearon feliz cumpleaños, hicieron mucho escándalo al cantar la canción tradicional y luego me persuadieron de pedir igualmente un deseo.

Cuando baje a desayunar mi madre me había preparado un sándwich de milanesa con albahaca, tomate y queso. Además de servirme pastel y jugo de naranja. Mi padre me obsequio una enciclopedia sobre medicina interna y más tarde, al terminar de desayunar, mamá me pregunto qué planes tenia y le conté que Isabel pasaría por mí a las cuatro de la tarde.

A media mañana llegaron a visitarme Sara y Lucia, quienes también trajeron un pastel con ellas, este era de piña. Lucia me regalo una cadena de plata, que tenia de colgante una pequeña florecita con cristales azules. Sara por su parte, me obsequio un libro titulado “Surgimiento de la medicina en la humanidad”

-¡Pero eso no es todo!- me dijo Lucia emocionada. -¡Los vi y no pude resistirme!-
 
Entonces saco de una bolsa de obsequio dos cajas rectangulares.

-¡Te encantaran! Este es de parte de Sara y este de parte mía-
-En realidad ella compro los dos- me dijo Sara
-Esta es de parte de Sara y este es de parte mía- repitió Lucia insistentemente y yo reí.

Cuando los abrí eran pequeños modelos anatómicos humanos, uno era el esqueleto, el que era de parte de Sara y el de parte de Lucia tenía todos los músculos del cuerpo.

-¿Por qué el mío es el esquelético?- pregunto Sara con malicia a Lucia.
-Porque eres delgadita- le respondió ella sin más.
-¡Lo sabia!- replico Sara indignada y comenzó a lanzarle los cojines del sofá. Yo reí con ganas por la situación, y les agradecí los grandiosos obsequios.

Pasaron toda la mañana conmigo charlando, se quedaron a almorzar, y luego me acompañaron mientras me alistaba para salir con Isabel.

La pelirroja llego puntual y con un gran ramo, que además de flores tenía un peluche y un globo, yo me sentí tímida cuando lo recibí, pues todos estaban a mi alrededor y no paraban de hacer comentarios sobre el hecho: “mira qué hermoso regalo” “si que eres afortunada” “no hay regalo mejor” “que chica tan tierna” “porque no encuentro una chica así” “apresúrate a darle un beso” “¡agradécele! ¿Qué esperas?”. Yo opte por tomarla de la mano y salir de ahí lo más rápido que pude.

Me llevo al restaurante de Evita, allí me tenían preparada una mini celebración. Como siempre todas las integrantes de aquella bella familia llenaron el ambiente de alegría. Comí camarones, pastel de chocolate con maní (espero que sea el ultimo trozo del día y juro que por una semana solo comeré ensaladas), y daiquiri de piña. Nos quedamos en el malecón hasta muy tarde, había sido un día satisfactorio, pero agotador. Al montarnos en la camioneta me acurruque en el asiento mirando hacia la ventanilla, al poco tiempo comenzó a lloviznar.

-¿Te gusto este día?- me pregunto Isabel.
-Sí, todos fueron muy buenos conmigo- le respondí sintiéndome somnolienta.
-¿Te gusto mi obsequio?-
-Sí, me gusto-
-Porque no me dijiste nada sobre él…-
-Lo siento, debí haber dicho algo- le dije enderezándome. –Muchas gracias, fue muy lindo detalle- ella me sonrió complacida.
-¿Por qué tú amiga no estaba contigo hoy?- aunque su pregunta me resulto extraña y sabia a quien específicamente se refería le respondí como si nada.
-Estaban Sara y Lucia-
-¿Dónde estaba Mariana?- me insistió Isabel.

Medite unos segundo y sería una locura contarle que Mariana entro a mi cuarto por la noche, que me llevo mi pastel favorito recién preparado, que me dio el obsequio más especial del mundo y que me resulto muy difícil contener las ganas de besarla.

-Me dijo que pasaría mañana- fue lo que respondí.
-¿Dónde vamos?- le pregunte seguidamente al darme cuenta que no nos dirigíamos a mi casa.
-Pensé que nos quedaríamos esta noche juntas- me respondió con ojos cachorro.

Ah cierto, “sexo”, supongo que es costumbre en todas las parejas del planeta cumplir con este protocolo el día de cumpleaños de alguna de las dos.

-¿No estás de acuerdo?-
-Sí, pero luego llévame a casa-

La pelirroja tenía un misterioso amigo que nos prestaba su apartamento cuando queríamos estar juntas, nunca lo había conocido y ella siempre se refería a él como “mi amigo”. Jamás le preste mucha atención al tema, pues probablemente el chico desconocía los detalles de nuestra relación. Era común aquello, yo no conocía a nadie en la vida de Isabel, salvo a Evita y sus hijas.

A penas entramos se quito la chaqueta y comenzó a besarme y conducirme a la habitación, yo no dejaba de pensar que estaba cansada y que deseaba llegar a casa, sin embargo, cuando sus besos llegaron a mi cuello y sus manos comenzaron a acariciar mis muslos, fue inevitable sentir esa ola de exaltación que me hacia desear más.

Continuara…

Capitulo 20

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