-¡¿No le dijiste que la querías?!- me pregunto Lucia alucinada.
-No…-
-¡Wao! No pensé que fueras de esas-
-¿Cómo que de esas? ¿A qué te refieres?-
-Déjala en paz Lucia- me defendió Sara.
Lucia nos había recogido a Sara y a mí para ir a la casa de Mariana. Era el
22 de noviembre de aquel año, desde hacía 5 años pasábamos este día juntas. En
años anteriores en esta fecha, realizábamos un paseo a la montaña o la playa y
por la noche íbamos a la disco. Bailábamos, intentábamos ligar, ingeríamos
mucho alcohol y terminábamos al día
siguiente sin recordar mucho de lo que había sucedido (o al menos eso fingía
siempre). Lucia conducía, Sara iba en el asiento del copiloto y yo detrás.
-Está bien, en realidad no creo que seas de esas- me dijo Lucia, luego continúo:
-Debes estar nerviosa porque es la primera chica, la primera vez en que
sientes algo profundo por alguien…-
-¿Por qué no la dejas que se explique?- le dijo Sara a Lucia pero ella no
le prestó atención y siguió:
-¿Te gusta no es así? ¡Sé que te gusta! ¡Yo me di cuenta!- Sara puso los
ojos en blanco al ver la insistencia de Lucia.
-Si- le respondí.
-Es hermosa, te trata bien ¿cierto?, es buena chica, ¿verdad que si?-
-Si… Si- le seguí respondiendo.
-¡¿Entonces cual es el problema de decirle que la quieres?!- me pregunto
frustrada.
-Creo que te estás tomando esto personal- opino Sara. –Ana no es como esas
chicas con las que sales- Lucia suspiro y no dijo nada. Yo me quede pensativa
un momento y luego les dije:
-Si la quiero, solo que ese día no podía decírselo-
-¿Por qué?- me pregunto Sara, mientras que Lucia parecía no querer
participar más en la conversación.
-Se lo diré la próxima vez que la vea… no porque deba, si no porque si la
quiero… ¡Claro que la quiero! Estoy segura- en ese momento paramos frente a la
casa de Mariana. Sara busco dentro de su bolso y saco un control con dos
botones, al presionar el botón de la izquierda el portón se abrió.
-Eso es nuevo- le dijo Lucia mirando el control en sus manos.
-Muchas cosas han cambiado- comento Sara mientras nos dirigíamos dentro.
Cuando bajamos del carro las chicas comenzaron a descargar las cosas que
habíamos traído para cocinar. Yo me entretuve echando un vistazo alrededor. El
jardín se veía descuidado, las malas hierbas había proliferado, la terracota
estaba llena de hojas secas, y la piscina se encontraba tapada y con más hojas
secas sobre la superficie. Parecía que hace semanas nadie cuidaba aquel jardín.
Además el auto del padre de Mariana se encontraba allí estacionado, pero su
camioneta estaba ausente.
-¿Qué ha pasado aquí Sara?- le pregunte sorprendida y preocupada.
-Ya no hay jardinero, ni portero y la señora que asea solo viene una vez a
la semana-
-¿Por qué?- le pregunte tontamente aunque sabía la respuesta.
-Mariana vendió su camioneta para poder mantenerse, necesita dinero porque
no ha recibido su herencia, por eso ahora trabaja en la empresa de su padre- me contó de manera indiferente, cargando bolsas hasta el interior de la casa. Yo me
sentí abrumada. Mariana había comenzado a ¿trabajar?, ¿Mariana? No claro que
no, seguramente era el abogado que la había persuadido de hacerlo solo para
satisfacer su paranoia contra el socio del señor Augusto.
-¡No te quedes allí! ¡Ayúdanos!- me grito Sara. Pero yo no reaccione porque
estaba observando que dentro del carro del padre de Mariana, estaba Mariana
dormida en el asiento del copiloto.
Cuando las chicas volvieron del interior de la casa se dieron cuenta de lo
que yo miraba y fueron emocionadas hasta allí, yo por el contrario, estaba aun mas preocupada, aquella situación no era normal y las seguí en silencio.
-¡Mariana! ¡Mariana!- la llamo Sara. Mariana parpadeo y luego tapo con su
mano la luz del sol.
-¿Sara?-
-¡Despierta niña perversa! ¡¿Te fuiste de fiesta anoche?!-
-¿Lucia?- volvió a preguntar tontamente Mariana, entonces abrió la puerta
del carro y cuando quiso salir, perdió el equilibrio por un momento y estuvo a
punto de caer, pero las chicas la atraparon a tiempo.
-¡Feliz cumpleaños!- le dijeron y la abrazaron entre las dos.
-¡Si que fue una gran fiesta!- le dijo Lucia luego de que termino
el abrazo. Cuando se fijo que yo permanecía retirada me dijo:
-¡Ana! ¿Qué ocurre contigo? ¡Ven aquí!- Mariana me observo y me sonrió como diciendo
(mejor obedece). Entonces nos volvimos abrazar todas juntas y le dije “Feliz
cumpleaños” en voz baja y ella me agradeció y sonrió de nuevo.
Luego nos dispusimos a ir dentro de la casa mientras Lucia platicaba y Sara
nos exigía a ambas que fuéramos por el resto de las bolsas. Yo solo podía
pensar ¿Cómo pueden ser tan ciegas?
Después de que llevamos todo a la cocina y Sara le contó a Mariana que
cocinaríamos para ella y prepararíamos un pastel por su cumpleaños, Mariana
agradeció y dijo que iría a darse una ducha y se fue a su habitación, al poco
rato la seguí.
Al llegar al cuarto encontré que Mariana se estaba quitando la camisa que
llevaba, y se le notaba que sentía dolor.
-Déjame ayudarte- le dije. Me acerque, se la quite y ella me miro luego con
cara de alivio.
-Siéntate- le pedí con voz firme.
-¿Qué?- me pregunto extrañada.
-Siéntate en la cama- le repetí.
Ella me obedeció y entonces examine la mucosa de sus ojos y le tome el
pulso.
-¿Qué haces?-
-Creo que aun estas intoxicada, ¿Qué tomaste anoche?- Mariana se quedo en
silencio. Yo la mire a los ojos insistentemente y sin embargo ella no me dijo
nada, parecía confundida.
-¿Mariana?-
-Salí a encontrarme con un chico-
-¿Con un chico?-
-Del laboratorio de la empresa, pero él nunca llego-
-¿Dónde fuiste?-
-Al bar de la calle 13-
-¿Qué paso luego?-
-No lo sé- me respondió. Mi corazón comenzó a latir muy rápido, Mariana me
estaba asustando.
-¿No recuerdas como llegaste hasta aquí?-
-Creo que no- me respondió aun con expresión confundida.
-¿Tomaste algo en el bar?-
-Solo un vodka con limón-
-¿Me estás hablando en serio? ¿De verdad no recuerdas como llegaste aquí?-
le pregunte para asegurarme.
-No te preocupes, Rocky me cuida, quizás fue uno de sus chicos quien me
trajo-
-Te dije que te estás poniendo en peligro-
-También me dijiste que no íbamos a hablar del tema- me replico ella.
-Bien, te traeré una aspirina y una botella de agua- cuando me dispuse a
alejarme ella me tomo de la mano y me dijo:
-Te extraño-
Yo me sentí conmovida y no supe que decir, o más bien no pude decir nada.
-¿Tu me extrañas?-
Cuando iba a responder Lucia entro en a la habitación y nos dijo:
-No esperes que te responda Mariana, Ana es de esas chicas a las que le
abres tu corazón y no dicen nada-
-Ya para con eso ¿Está bien?- le dije a Lucia molesta, ya me estaba
cansando. Pero ella me ignoro, se
recostó a la pared del cuarto, se cruzo de brazos y luego me dijo:
-Sara quiere que la ayudes a cocinar, dice que soy muy desordenada- al
decir esto parecía una niña resentida y Mariana y yo no pudimos evitar reír. Ella después de exigirnos que no nos
burláramos, comenzó a reír también y me rogó que la acompañara, porque Sara
estaba más mandona que de costumbre, entonces ambas bajamos dejando sola a
Mariana para que se arreglara.
Ese día la pasamos bien, le preparamos a Mariana un pastel de berenjena que
se negó a comer hasta que se harto de nuestros ruegos y lo probo, finalmente le
gusto tanto que se comió dos raciones. El pastel de chocolate lo repartimos en
silencio, pues ella no quiso que este año cantáramos por un cumpleaños feliz.
Dijo estar muy grande para eso, aunque yo pensé que fue por la ausencia física
de su padre.
Mientras atardecía estuvimos en las cómodas del descuidado jardín tomando
tequila de la colección del señor Augusto, yo no bebí mucho como de costumbre y
note que Mariana tampoco, sin embargo Sara y Lucia llegaron al estado de
ebriedad. Cuando faltaba una hora para media noche Sara se quedo dormida y
Lucia bailaba ballet y repetía una y otra vez que estaba muy mareada. Mariana
decidió llevar a Sara hasta uno de los cuartos para que estuviera cómoda, y
como Sara tenia cuerpo de bailarina pudo conducirla sin mucha dificultad.
Mientras Lucia que era más alta y más pesada la tuve que llevar a rastras hasta
otro de los cuartos.
Cuando logre acostarla y mientras le quitaba los zapatos ella no paraba de
hablar:
-Los arquitectos son misóginos petulantes… piensan que una mujer no puede
diseñar estructuras solidas… pero basta que sepan que eres lesbiana para que te
acepten dentro de sus arrogantes clubes de arquitectos idiotas-
-Tú acabaras con esas suposiciones misóginas- le dije.
-Tengo mucha sed Anita- yo reí, nunca me había llamado así.
-Te traeré 3 botellas de agua-
-¡Espera!-
-¿Si?-
-Ven aquí- y me llamaba con las manos. Cuando me acerque me jalo hasta muy
cerca de ella.
-Estoy saliendo con una chica-
-Me alegra- le dije
-Se llama Verusssssssska. Con una sola s-
-Es un lindo nombre- le repetí y trate de soltarme, pero ella me tomo más
fuertemente.
-No creo que funcione- me dijo con melancolía.
-¿Por qué?-
-Nunca funciona-
-No pierdas las esperanzas- volví a tratar de soltarme y ella me dejo, pero
cuando iba casi llegando a la puerta me hablo nuevamente:
-No seas idiota Anita y aprecia a la pelirroja-
-Está bien- le dije y me fui hacia la cocina.
Al llegar a la cocina me encontré con Mariana lavando los platos, y le
ofrecí mi ayuda, ella lo agradeció y me fue pasando lo que lavaba mientras que
yo los secaba y los colocaba en su lugar.
-¿Lograste cargar a Sara hasta la habitación?-
-Sí, su peso fue soportable. Los beneficios de trotar todos los días-
bromeo Mariana sacando músculos.
-Bueno, yo lo hice por un mes y conseguí novia- le comente.
-No digas eso, seguramente esa chica se moría por ti desde hace mucho
tiempo, solo que no tenía el valor para hablarte- yo reí mientras secaba el último
plato y le dije:
-Eso no lo sabes-
-Créeme, lo sé- me dijo sonriéndome.
-¿Si? ¿Cómo estás segura?-
-Tengo experiencia-
-Ah sí, con tooodas esas chicas- le dije bromeando.
-No, contigo- me dijo ella alegremente y a la vez seria.
-No empieces Mariana- le dije y baje la mirada.
-¿Qué?-
-Haces lo mismo todos los años-
-Me gusta mi regalo ¿Qué quieres que te diga?- me dijo buscando mi mirada.
Yo la mire a los ojos y le dije:
-Este año no lo tendrás, estoy con alguien-
-Es una cosa inocente- se justifico ella.
-No, no lo es-
-Lo sé- me dijo mirándome a los ojos también con seriedad e
intensidad.
-Aun lo sigo queriendo- me dijo
luego de un momento y las dos reímos. Me estaba comenzando a sentir seducida.
-¡Eres experta en crear el ambiente! ¿Lo sabes?- le dije mientras trataba
de parar de reír. Cuando logre serenarme ella me seguía viendo a los ojos y
coloco un mechón de mi cabello detrás de mi oreja izquierda y logro que los
vellos de mi cuerpo se erizaran.
-Te odio- le dije en un susurro.
-Yo no- me respondió ella y se acerco para besarme.
Me producía la sensación de haber sido empujada a un océano cálido de corriente agradable, donde mi corazón se sentía atormentado y al mismo tiempo en paz. Creí que caería en un abismo, por lo que tome sus brazos y ella respondió a mi gesto tomando con dulzura mi rostro mientras seguía y seguía besándome. Pensé que nunca podría parar y que aquello terminaría
más allá que de costumbre, pero pude alejarla de mí y le dije:
-Hasta aquí está bien- le coloque la mano en su pecho y la aleje de mi
cuerpo. Pero ella se acerco de nuevo y comenzó a darme besos en mis labios, uno
tras otros y llenos de ternura. Un momento después se separo. Y aun con los
ojos cerrados me dijo:
-El mejor momento del año-
-Eso dices siempre- le respondí.
-Lo es- yo aclare mi garganta y me zafe de ella, fui hasta la nevera y tome
las tres botellas de agua que le había prometido a Lucia.
-Dormiré con Lucia para cuidarla- le dije sin mirarla y camine en dirección
a las habitaciones.
-¿Ana?- me dijo de pronto y yo me detuve y voltee, nerviosa de lo que sería
capaz de hacer dependiendo de lo que me dijera.
-Que descanses-
-Tu igual- le dije. Parecía triste, me recordó a aquellos días en los que
se quedaba en silencio viendo la nada y yo aprovechaba para leer Cien Años de
Soledad.
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