sábado, 27 de agosto de 2016

Historia 1 parte 2 -Capitulo 19-

Uno de los científicos más reconocidos de la historia dijo una vez: "Locura es hacer la misma cosa esperando un resultado diferente"

En la vida hay que ser perseverante, pero también inteligente. Si tenemos un sueño y no lo hemos alcanzado hay que intentarlo un millón de veces, pero siempre de forma diferente. Por eso le aconseje a Sara que se largara de la Academia de Danza y Artes Recreativas, aunque era su hogar desde los 5 años estaba logrando que se sintiera detenida y frustrada, eso es imperdonable. Cuando nos causan daño hay que saber desprenderse de las personas, los lugares y las cosas aunque les guardemos un gran afecto.

No quería crear su propia compañía de danza y dirigir, su vocación era bailar. Por eso busque uno de los mejores coreógrafos del país, lo persuadí de preparar una serie de espectáculos con un contrato de un año y las audiciones comenzaron. Debo dejar muy claro que yo no tuve nada que ver, Sara con su talento se ganó el papel protagónico de las primeras tres obras. Ella estaba feliz y yo en paz y complacida de que su estado de animo fuera mas entusiasta.

Además hizo nuevos amigos, entre ellos una chica de unos 20 años llamada Elisa, quien tenia la contextura clásica de bailarina, así como también rasgos europeos. El color de piel era muy claro con pecas, el cabello color ceniza y los ojos verde brillantes.

Cuando Sara la presento nos comento por lo bajo a Lucia y a mi que Elisa era una lesbiana reprimida y que fuéramos amables con ella o lo lamentaríamos...

Mi rutina también había cambiado. Primero que todo Sara y yo trabajábamos en el mismo lugar, por lo que nos veíamos a diario, al igual que Lucia que se pasaba para almorzar. Por el contrario a Juana deje de verla con frecuencia, solo nos encontrábamos para asuntos de trabajo.

Afortunadamente no enloqueció ni me reprochaba nuestra separación. Solo me trataba con indiferencia, incluso volvió a llamarme señorita León y yo volví a llamarla Licenciada Juana.

Por otra parte Ana me escribía algunas noches, especialmente cuando tenia guardia. Charlábamos sobre música, economía, política, arte, cine, o compartíamos imágenes que nos parecían chistosas. Yo me sentía dichosa y aunque me moría por verla permanecía paciente. No quería apresurarme y arruinar las cosas.

Me pidió que no le comentara a nadie que estábamos charlando y que nos habíamos visto. Le prometí que no lo haría, sin preguntar porque razón le preocupaba que Sara y Lucia lo supieran ¿A quien más, salvo ellas dos, se lo podría decir?...

-No puedes estar de acuerdo con la eutanasia- le escribí una noche en que me contaba que odiaba ver como llevaba varios días agonizando un solitario paciente con cáncer de colon terminal.

-¿Por qué no?-

-Eres médico, se supone que debes salvar vidas no quitarlas-

-Se supone que debo ayudar a mis pacientes y dejarlos sufrir así es abandonarlos-

-No es abandonarlos, es entregarlos a Dios hasta que él disponga, hasta que le de descanso, él sabrá cuál es el momento adecuado-

-Si Dios existe y es capaz de abandonar así a las personas es un ser cruel y despiadado-respondió, yo le envíe una cara de sorpresa, aunque Ana no creía en Dios poco decía ese tipo de cosas.

-Lo siento, solo estoy molesta y cansada- escribió luego.

El solitario hombre con cáncer terminal murió una semana después. Sabia que ella estaba triste así que le propuse hacer lo que más me animaba cuando pasaba por ese tipo de momentos. Sentarme a mirar el mar y fue ahí donde acordamos vernos.

Cuando llegue al lugar, que era una pequeña choza desocupada cerca de la orilla del mar, ya ella estaba sentada mirando, entonces me le uní en silencio.

-No debería ponerme triste- me comento más tarde.

-¿Por qué no?-

-No es profesional-

-¿Que importa? Nadie se enterará- 

Ana sonrió y se recostó en mi hombro.

-Deberíamos ir a pasear en esas camionetas monstruo que querías- me comentó pasado un rato.

-¿¡Me hablas en serio!?- le pregunte emocionada.

-Ahora lo estoy dudando...- me dijo, pero igualmente me levante y la lleve casi arrastrada al lugar donde alquilaban aquellas camionetas.

Por un módico precio nos dejaban dar una vuelta por la pista, que contaba con 2 kilómetros. Los chicos del alquiler de camionetas monstruos nos colocaron cascos y otros protectores corporales, nos aseguraron a los asientos con tres cinturones de seguridad, dos cruzados en el pecho y otro que sostenía la cadera.

-Tanta seguridad me pone nerviosa- me dijo Ana.

Uno de aquellos chicos me hablo sobre tracción 4X4 como debía tomar las lomas de arena cuando debía acelerar y cuando debía frenar.

-Si se voltean no entren en pánico, llegaremos enseguida a sacarlas y también las probabilidades de que sufran botes de combustible son muy bajas- 

-¿¡Es en serio!?- pregunto Ana asustada y yo reí y encendí el motor.

-Mariana, ¿Si me fracturo un brazo como lo voy a explicar?-

-Conmigo estarás segura- entonces acelere iniciando la marcha.

El primer tramo del camino era una serie de mini dunas muy cercanas una de la otra que hicieron a la camioneta vibrar. Comencé temerosa pero sentí la intuición de que podría acelerar más y fue lo que hice, Ana se sostenía del agarradero del techo y de mi asiento. Luego nos encontramos con un agujero enorme que según me recomendó el instructor debía primero dejarme llevar por la gravedad y cuando esta fuerza se estuviera agotando acelerar a toda marcha para lograr subir la empinada que bien podría compararse a una pared. Ana grito durante la bajada y grito mi nombre durante la subida. Yo reía por momentos, pero más que todo me percataba de mi corazón acelerado llenando de sangre mi cerebro, el cual me iba aconsejando como debía manejar.

Después de eso entramos en una zona parecida a un túnel donde me pareció buena idea avanzar zigzagueante a buena velocidad mientras Ana gritaba que nos íbamos a voltear.

Nos encontramos seguidamente con una especie de calles angostas donde la camioneta debía ir casi de medio lado para poder avanzar, en ese momento me preocupe un poco pero seguía avanzando con seguridad mientras el volante lo movía a un lado y al otro, estaba comenzando a sentir cansados los brazos, pero luego vino un nuevo "precipicio" como lo catalogo Ana y pude descansar. 

Subimos nuevamente una especie de pared y vino el mejor momento, dunas de arena semi altas y separadas con una distancia suficiente como para que la camioneta saltara y volara por los aires por momentos.

-Wuuuuujuuuuuu- grite a todo pulmón emocionada y Ana río al ver mi felicidad.

Finalmente el paseo terminó y al frenar respirábamos de manera entrecortada, como si hubiésemos hecho todo el trabajo de la camioneta.

-¿Te gustó?- le pregunte a Ana.

-¡Es lo más extremo que he hecho en mi vida!-

-Hasta ahora- respondí al recordar al personaje principal de una caricatura famosa.

En ese momento llegaron los chicos que alquilaban camionetas y me felicitaron. Les pregunte donde podía conseguir una de esas y me invitaron a unirme a su club donde hacían rutas extremas por todo tipo de lugares.

-¡No le den ideas!- los reprendió Ana y me arrastro fuera de allí, aunque ya era tarde, habíamos intercambiado números de teléfono.

Mientras caminábamos hacia nuestros vehículos comentábamos sobre que sentimos en cada tramo de la pista.

-Admítelo, te encantó- le dije.

-Un poquito no más- me respondió mostrándome la medida con su pulgar y dedo índice.

-Mentirosa- le dije mientras ella abría la puerta de su camioneta.

-¿Por qué te gustan tanto los riesgos?- me preguntó medio curiosa.

Yo me encogí de hombros y ella me dio un beso en la mejilla.

Antes de dormirme recibí un mensaje de Ana que decía:

"Gracias, hoy me divertí como nunca"

Continuará...

Capitulo 20

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