Yo soy de esas chicas que siempre lo supo. Desde los 5 años me sentía diferente a las demás, no me atraían las mismas cosas que al resto de las niñas y me gustaba que las chicas admiraran mis habilidades.
Cuando tenía 14 años me enamore
perdidamente de una compañera de la secundaria, todo en ella lo veía hermoso;
su cabello, su manera de hablar, su sonrisa, sus labios, su cuerpo… si, su
cuerpo, a veces hasta soñaba con ella. Pero siempre he sido una chica muy tímida
con las extrañas, porque a pesar de estudiar juntas ni siquiera nos saludábamos
por las mañanas.
Sin embargo con mi madre y mi
padre no soy tímida, siempre nos hemos tenido confianza para hablar con franqueza.
Ellos son psicólogos, tal vez sea por eso, o simplemente son buenas personas,
tengan equilibrio emocional o sean padres modernos. Lo cierto es que una noche
luego de cenar, baje a la sala donde ellos acostumbran todas las noches de
semana sentarse a leer mientras se toman de la mano.
Cuando baje las escaleras sentí que
mi estomago se quedo arriba, pero aun así logre llegar hasta la puerta de la
sala de estar. Mi madre se percato de mi presencia al instante y cuando me miro
al rostro tomo una expresión de preocupación y toco la mano de mi padre. Mi
padre alzo la vista y al verme me dijo:
-¿Qué ocurre Ana?- Yo tome un
respiro y solté el discurso que había preparado.
-Mamá, papá, me he dado cuenta de
algo que pasa en mi interior, que es natural en mi y que si me dejo ser, me
siento mucho más feliz. Quiero compartir esto con ustedes porque son mis
padres, porque son mis seres más queridos y pienso que deben ser los siguientes
en saberlo, luego de mi misma- antes que mi mamá tomara un respiro lo solté.
-Me gustan las chicas- Mi madre parecía perpleja, mi padre tranquilo,
como si le hubiese dicho que la mañana siguiente me apetecía tomar jugo de
naranja.
-¿Estás segura de eso?- Fue lo
siguiente que dijo mi padre.
-Completamente- respondí.
-Los seres humanos suelen ser
diversos hija mía, todavía estas creciendo, pero si sigues sintiéndote de igual
forma en el futuro, no te tienes que preocupar por nada, más que por ser tu
misma-
Sonreí, asentí y me marche de
nuevo a mi cuarto. Cuando iba pisando el primer escalón mi madre grito:
-¡Ana, te amamos!- y yo volví a sonreír.
Interesante.
ResponderBorrarKeep writing.
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