viernes, 23 de diciembre de 2016

Historia 1 parte 2 -Capitulo 32-

Al siguiente día cuando desperté, tenia una jaqueca de madre pecaminosa. Los rayos del sol causaban dolor a mis ojos por lo que cerré toda entrada de su luz y fui a ducharme. Vestí lo primero que encontré y me coloque los lentes oscuros antes de salir. Era lunes, el desayuno lo sentí tosco y amargo, el transito insoportable, los empleados del centro de arte incompetentes y el grupo de chicas del arte en movimiento más ilusas que nunca.

Me encerré en mi oficina y pedí no ser molestada solo para torturarme comprobando el teléfono, donde no había nuevos mensajes, ni nuevas llamadas de Ana.  Más tarde salí a deambular por las instalaciones del centro. Al entrar en el teatro encontré que el grupo de danza estaba ensayando y cerca de Sara se hallaba Elisa, entonces me encamine con velocidad hasta frente del escenario.

-¡Elisa! Quiero hablar contigo- le dije interrumpiendo abruptamente el ensayo. Sara me miro preocupada y me preguntó:

-¿Pasa algo Mariana?-

-Quiero hablar con Elisa. Elisa, sígueme- le ordené. 

La chica adopto una mirada temerosa y a la vez curiosa. La conduje por una de las puertas laterales que llevaba tras bambalinas.

-¿Qué ocurre?- me preguntó ansiosa cuando estuvimos solas.

-Quiero que me digas lo que Ana te contó sobre su pareja-

-¿Te refieres a la razón de porqué sigue con ella?-

-¡Si! Lo que sea que te haya dicho- le respondí con fastidio.

-No puedo contarte, le prometí que no le diría a nadie-

-Debes contarme- exigí de manera cortante.

-No quiero romper la promesa que le hice, ella confió en mi al apenas conocerme-

Que se negara a hablar me hizo enojar y perder los estribos. Por lo que la acorrale en la esquina del cuarto y señalándola con el dedo le dije:

-¡Necesito saberlo! ¡No me interesa lo especial que te sientas al tener esa información! ¡Dímelo ya!-

-¡Auch!- exclamó Elisa al pegar su espalda contra la pared.

En ese momento Sara entró a la habitación y me empujó para separarme de la chica.

-¡Qué crees que haces? ¡Te has vuelto loca? ¡No le pongas una mano encima!-

-¡Sara debes decirle que me cuente lo que le estoy pidiendo!- refunfuñe.

-¿De qué hablas?- me preguntó la morena mientras comprobaba si Elisa estaba bien.

-¡Ella sabe porqué Ana se priva de dejar a Ruth!-

Mi mejor amiga me miró con los ojos desorbitados y me dijo furiosa:

-¡No me interesa en que locura andas con Ana! ¡No tienes ningún derecho de tratar así a Elisa!-

-Es que ustedes tienen razón, Ana debería irse conmigo y dejar a esa horrible mujer ¡No entiendo porqué sigue con ella! ¡No lo entiendo! ¡Y necesito entenderlo! ¡Me esta volviendo loca!-

-¡No pretendas utilizar de excusa lo que Lucia y yo te preguntamos! ¡Ni uses tus frustraciones para justificar tu comportamiento y el escándalo que estas ocasionando!- respire profundamente para detener la discusión allí.

-Es porque Ruth intento suicidarse- escuche decir a Elisa. 

-¿Qué?- pregunte.

-¿Disculpa?- dijo por su parte Sara.

-Hace tiempo Ana quiso terminar la relación y cuando Ruth la vio recogiendo sus cosas tomó un cuchillo de la cocina y se lo clavó a si misma en el estómago. Gracias a que Ana es doctora pudo controlar la hemorragia mientras llegaba la ambulancia y la trasladaron al hospital. Ana no pudo dejarla luego de eso, le da miedo que se haga daño, se siente responsable y no pudo contarle a nadie, ¡Ni a sus padres! y tuvo que alejarse de sus amigas para mantener tranquila a Ruth-

Sara se cubrió la boca con ambas manos, mientras que yo, cuando escuche aquello, sentí que mi corazón cayo hasta el suelo y luego fue impulsado hacia arriba por lava ardiente de cólera que irrumpió en mi cabeza.

-¡Es la estupidez más grande que he escuchado en mi vida!- exclamé y me largue de allí.

-¡Mariana! ¡Mariana! ¡Dónde vas? ¡Ten cuidado por favor!- le grito la morena a mi espalda.

Pasa que cuando estas muy enojada el corazón late con más fuerza y toda esa sangre va pasando tan rápido por tu mente que la calienta y se enturbia tu visión. Te lleva a ponerte como un toro loco, de esos de lidia cuando están a punto de morir asqueados y dolidos por su suerte. Luego un gran pesar te invade y te sientes agotada, enferma y anciana. Es allí cuando tu sistema baja la velocidad porque identifica que debe relajarse o colapsara.

En ese momento alcancé las afueras del centro de arte, suspire y seguí caminando esta vez con mis manos dentro de los bolsillos. 

Saber que Ana se dejaba manipular por magna tontería me decepcionaba y hacia aborrecerla. Ana... una chica dulce, inteligente, honesta, buena, cariñosa. Tímida, introvertida, reservada, insegura. ¿Por qué la amaba tanto? ¿Como podría yo amar a alguien que tenía características que me hacían devolver la hiel? Supongo que era lo suave que se veía su piel, la sonrisa modesta que siempre me regalaba, sus anécdotas plagadas de datos que no tenia idea en que momento los aprendía, su integridad y el amor que le veía rebosar al mundo. Y ahora que lo pensaba, esa timidez y esa inseguridad que cuando la descubría invadida por ella me impulsaba el deseo de abrazarla, besarla, de protegerla y hacerle ver que no había nada que temer. 

Era tonta, la vida siempre tendrá momentos terribles, y esos momentos nada se comparan con pasar el ridículo, ser mal vistos o criticados. Los momentos terribles de la vida son mucho más funestos,  te parten el alma, el corazón, incluso la piel. No el orgullo, ni el autoestima. 

Realmente me parecía extraño que me sedujeran los defectos de Ana. Probablemente eso esta involucrado con algún trastorno psicológico que sufro, pero ¿Qué más da? yo la amaba.
 
Si Ruth quería acabar con su vida cuando Ana la dejara, era perfectamente libre de hacerlo ¿Es su vida no? Ana no debería sentirse responsable de eso, repito ¡Es una estupidez!. Entonces saltaron a mi mente sus palabras: "Jamás lo entenderías" "Hay cosas que no te preocuparían pero a mi si" "No pensamos igual" "No vemos el mundo igual". 

Ruth estaba demente si era capaz de clavarse un cuchillo en la panza, y cualquiera podría pensar que si era capaz de hacérselo a si misma bien podría apuñalar a otra persona. Ese último pensamiento me asustó. ¿Qué tal si hubiese regresado de Europa y las chicas me contaran que Ana había sido asesinada por su pareja hace años? Creo que habría sufrido un colapso, creo que hubiese buscado a Ruth y terminado con su existencia con mis propias manos ¡Y al carajo las consecuencias!.

Cuando mis pies pararon me di cuenta que era el final de la tarde y estaba cansada y hambrienta. Cerca de allí observe a unos chicos vendiendo hamburguesas y decidí comprarme una. Después de comer camine dos cuadras y me cruce con una tienda donde adquirí cigarrillos y una botella de vodka. Al salir de la tienda llevaba rato de haber anochecido, me dirigí hacia una plaza cercana y me senté en una de las banquetas, posteriormente abrí el vodka y comencé a ingerir licor mientras miraba aquí y allá.

Era una plaza solitaria, un poco descuidada, con el césped crecido y los asientos oxidados, incluso habían arrancado el busto del monumento central y dibujado grafitis alrededor. Nunca había estado allí pero el trafico se hallaba lejos y podía escuchar a los grillos. Esa plaza, el vodka y los cigarrillos ayudarían a relajarme. 

Luego de media hora entre trago y trago se me acercó un indigente. Era un señor mayor, de baja estatura, tenia la piel bronceada, cabello y barba blanca, ojos café y destilaba un poderoso olor a suciedad. Vestía zapatos  desgastados de cuero negro, pantalón azul, chaleco marrón sobre una camisa blanca percudida, corbata naranja, una cachucha de Good Year cubría su cabeza, llevaba en la espalda un pequeño y deteriorado morral y en su mano izquierda un saco repleto de revistas.

-Buenas noches señorita, ¿Tiene algunas monedas que me obsequie?-

-¿Para que las usaría?- pregunté.

-Para comprar vodka- respondió y luego sonrió mostrando unos cuantos dientes ausentes. Yo reí y le dije:

-A mi madre le agradan las personas sinceras-

-La sinceridad es un poco de lo que aún me queda- respondió. 

-¿Por qué no me pide mi botella? Es de vodka- le pregunte al hombre. 

-No quiero importunarle- yo tome la botella y se la ofrecí, el hombre dudo unos instantes y la recibió. Tomo un gran trago y luego me dijo:

-¿Puedo?- refiriéndose si podía sentarse a mi lado, yo asentí y saque un cigarrillo y el encendedor. 

-¿Gusta?- le pregunté y me dijo que no fumaba.

-¿Qué hace una chica como usted en un lugar como este?- preguntó. 

-Me pareció agradable sentarme por aquí a tomar vodka ¿Y usted?-

-Duermo en aquel callejón, por ahora- me dijo señalando diagonal a donde nos encontrábamos luego tomó más licor.

-¿Desde cuando vive en la calle?-

-Hace 30 años me parece-

-¿Y que pasó antes de eso?-

-Me escape de un psiquiátrico-

-¿Y que hacia ahí?- 

-Mis amigos me ingresaron porque solía obsesionarme con el tema de los visitantes de otros mundos-

-Eso no fue muy amable, ¿Es horrible estar en un psiquiátrico?- 

-Si, todos piensan que cada cosa que dices o haces esta impulsado por la locura. No se puede ser uno mismo- 

-Entonces el mundo debe ser un psiquiátrico gigante porque no se puede ser uno mismo en ningún lado- le dije botando una bocanada de humo. El indigente rió.

-Es cierto- dijo y continuo tomando. 

-¿No extraña una cama cálida y una casa limpia?- le pregunté. 

-Ya se me olvido como es tener eso- seguí fumando en silencio y él tomando, al rato le pregunté.

-¿Es feliz?-

-Cuando pruebo una buena bebida, consigo un sándwich y duermo durante toda la noche lo soy-

-Puedo conseguir para usted una casa y asegurar sus tres comidas para siempre, soy algo así como millonaria- le explique. 

-¿Por qué harías eso?- preguntó.

-¿Para que tener tanto dinero guardado en el banco?- le dije. 

-Para que los políticos se lo lleven poco a poco con sus impuestos- me respondio con audacia, ambos reímos. Luego continuo: 

-No necesito una casa y tres comidas, yo mismo puedo conseguir eso, pero no negaré  que seria agradable ducharme alguna vez en algo diferente a una alcantarilla-

Mi cigarro se había agotado por lo que apague lo que quedaba y lo lance al cubo de basura que estaba junto a nosotros.

-Si es lo que desea- respondí seguidamente, entonces requise mis bolsillos y no encontré nada que me sirviera para dejar mi dirección. 

-¿Tendrá lápiz y papel?- pregunte sin mucha esperanza. 

El indigente metió la mano en su saco y me entregó una pequeña libreta y un lapicero. Yo sonreí y anote la dirección del centro y mi nombre. 

-Puede buscarme allí por lo que sea que necesite-

-Gracias chica, mi nombre es Guillermo- me dijo y estiro su mano presentándose.

-El mio Mariana- yo le estreche la suya.

Luego me acercó la botella de vodka.

-¿Deseas un poco más?- preguntó. 

-No gracias, fue suficiente para mi-

-¿Es por que hace años no me lavo los dientes?- se atrevió a adivinar, yo reí.

-Exacto-

-También eres sincera, tu madre debe estar orgullosa- sonreí por el halago, luego me despedí de Guillermo para marcharme a casa, ya me sentía mejor.

Salí de la plaza y miré alrededor, como había dejado mi camioneta en el centro de arte tenía que tomar un taxi, pero para llegar hasta una calle transcurrida debía caminar unas cuantas cuadras. 

Al andar por la segunda acera escuche unos pasos tras de mi. Voltee a ver y una persona corpulenta venia unos ocho metros detrás. El lugar estaba lleno de árboles, estos cubrían la luz de los faros de la calle haciendo todo mucho más oscuro e imposibilitando que contemplara el rostro de mi acompañante. Decidí cruzar hacia la acera de la izquierda inquietándome un poco  porque la persona corpulenta también cruzo. No quise ser  paranoica y trate de relajarme. Al alcanzar la cuarta cuadra acelere el paso y note que quien venia detrás también lo aceleró. Luego reduje la velocidad de mi andar esperando que por fin me pasara y siguiera su camino, me perturbaba sentir esa presencia tras de mi. Sin embargo, esa persona volvió a imitarme redujendo esta vez la velocidad de sus pasos. 

Finalmente me harté de la situación por lo que me detuve y el misterioso persecutor me alcanzó.

-¿Qué quieres?- le pregunté.


-Que demos un paseo cariño-  respondió. Al escuchar su voz me di cuenta que se trataba de una mujer, no pude evitar reír ¿Quería ligar?, no era una manera muy apropiada de hacerlo.


-No gracias, me voy a casa- respondí y reanude la marcha, la mujer enorme continuo siguiéndome esta vez con pasos más rápidos. 


No lo pude evitar, el pánico se apodero de mi y salí corriendo muy rápido, la mujer corpulenta hizo lo mismo y cuando llegue a la siguiente esquina una camioneta se atravesó haciendo que me detuviera de tajo. ¡Estuvo a un segundo de atropellarme! entonces la perseguidora me tomó del hombro y doblo mi brazo haciéndome una llave que me inmovilizó. Trate de zafarme pero ella tenia mucha fuerza, el corazón me latía como loco. 


Luego el vidrio de la ventanilla del copiloto bajo revelando a una mujer cuyo rostro parecia estirado por la cola de caballo que usaba en su cabello. 


-Tranquila Mariana, solo quiero charlar- se trataba de Ruth.  


En ese momento la puerta trasera de la camioneta se abrió y mi captora me introdujo dentro.


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